‘Largo viaje inmóvil’, de Doménico Chiappe
Por Ricardo Martínez Llorca
Largo viaje inmóvil
Doménico Chiappe
Círculo de tiza
Madrid, 2016
260 páginas
Pensado como texto de denuncia, El largo viaje inmóvil es uno de esos complejos libros de viaje. Complejo porque el autor no se encuentra con el otro y la alteridad no da pie a descubrimientos. Complejo porque el autor se propone descubrirse a sí mismo, a su país, a sus vecinos, a sus hermanos, a su gente. Y siempre con esa intención de dar voz a los parias, a quienes se les arrebata la más mínima expresión de dolor, que es el quejido. En buena medida, lo que hace Doménico Chiappe se ha hecho por distintos autores en su propio país, en ocasiones con resultados sorprendentes. A Juan Goytisolo se le declaró persona non grata en Almería tras publicar Campos de Níjar, una obra necesaria, también a fecha de hoy, porque no resulta complicado imaginar un arrabal o un valle seco en el que siga produciéndose esa marginación. Otro ejemplo sería el libro de James Agee, con fotografías de Walker Evans, Elogiemos ahora a hombres famosos, donde no abandona el territorio de Estados Unidos para encontrarse con una vida tan dura, con una sociedad tan miserable como la que puede presentar Chiappe, apoyándose en las fotografías de Óscar B. Castillo, que matizan cierta sensación de espontaneidad, imagen de lo frecuente y los lugares del hombre venzolano.
Doménico Chiappe no entra al país por la sociología o los índices de desigualdad o del producto interior bruto. Ese tipo de visiones, tan dogmáticas luego en medios, son demasiado estrechas y aunque parezcan reflejar un compendio, son un mero fragmento. Si nos queremos enterar de lo que es un país, hay que pisar el asfalto y el barro, y hablar con cualquiera que pasee por la calle, vendiendo cigarrillo o con un perro faldero. Para eso se inventó el género de la crónica, y sobre todo la recopilación en el tiempo de las crónicas. De esa manera, podremos comprobar la evolución del país. Aquí ya no hablamos de estados, sino de gente: su dialecto, su oficio, su hambre, su risa. En esta ocasión, la intención de Chiappe es declarar el declive de un proyecto mesiánico: asistir al drama. Una tragedia que atribuye al modelo de sociedad que impuso Hugo Chávez. Es decir, al modelo de nación. Ese que se traduce en un país en el que los supermercados están desabastecidos y la violencia aguarda a la guadaña de la noche para ponerse en marcha, incluida la violencia policial.
Como expresa Sergio Ramírez en el prólogo, para entender Chiappe nos presenta “ese entramado, la lucha a muerte de una mujer, entre asaltos a balazos, por defender el derecho a un apartamento de la Misión Vivienda; misses coronadas en los concursos de belleza que son una industria nacional; los músicos juveniles vistos en la bruma de la nostalgia; ministros destituidos al apenas cambiar de despacho; el boxeador llevado al manicomio por el abuso de las drogas; el galán de las telenovelas que termina en el asilo; las historias íntimas de la vida de los policías contadas por ellos mismos, y el viaje final a la morgue de Bello Monte, que como el descenso a los infiernos”.
Tal vez cabría rebatir la intención de Chiappe. Tal vez. Tal vez podríamos buscar argumentos fuera del estado de Venezuela para que se llegue a esas situaciones individuales. Tal vez. Pero lo que no es rebatible, leyéndole, es su mirada.
El largo viaje inmóvil sucede en Venezuela, un país marcado por la transformación de las instituciones y la sociedad para imponer un poder omnipresente.”
La mirada del autor combina reportajes y semblanzas que dibujan la vida de los barrios, las fiestas, la delincuencia, la policía, la violencia y la política. Los despachos de la capital, la selva amazónica, las minas de oro, el delirante funeral de Chávez en Caracas. Por las páginas de Largo viaje inmóvil desfilan reinas de la belleza, represión estudiantil, desabastecimientos, y un pueblo que sobrevive y resiste en medio del caos. Los contrastes asombrosos de una nación en la que todo es posible contados con el rigor del mejor periodismo, ejercido durante veinte años, pero también con los sentimientos.
Las imágenes de Óscar B. Castillo ilustran una realidad que palpita entre el milagro y el desastre.
Domenico Chiappe
(Perú, 1970) Se crió en Venezuela, donde estudió oceanografía y, luego, comunicación social. Vivió en Caracas y en Isla Margarita hasta radicarse en Madrid en 2002. Durante los 90 fue reportero en revistas y diarios venezolanos como El Nacional y TalCual, en cuyo equipo fundador participó. En España ha publicado las novelas Tiempo de encierro (2013) y Entrevista a Mailer Daemon (2007) y el ensayo Tan real como la ficción. Herramientas narativas en periodismo (2010). Es doctor en Humanidades, imparte clases de periodismo literario, trabaja como editor, colabora en medios de comunicación y publica Me permito disentir, un espacio digital independiente.