¿Qué hacemos con la casa de la abuela?
Por Beatriz Cobo
A poco más de un mes para la nueva convocatoria electoral, el Teatro del Barrio acoge una función con tintes políticos que no puede estar más conectada con la actualidad. A España no la va a conocer ni la madre que la parió propone un paralelismo entre la sociedad de los 80 que vivió el triunfo socialista, y el actual momento histórico, marcado por la renovación de los valores de la izquierda y un cierto desencanto existencial.
La compañía valenciana Wichita Co, con apenas tres años de andadura, ha presentado ya varios montajes en Madrid, pasando con éxito por el festival Fringe, La Zona Kubik, el teatro Lara, y logrando recientemente el Premio Max a autor revelación para Víctor Sánchez por su obra Nosotros no nos mataremos con pistolas, una reflexión sobre las expectativas frustradas de la generación de los millennials. En esta ocasión firma el texto junto con Lucía Carballal, una joven escritora que hace tiempo que dejó de ser “promesa” para convertirse en una de las voces más interesantes de la nueva dramaturgia española. Ambos trabajan actualmente en otro proyecto, Los temporales, que se estrenará en junio en el marco de los Escritos en la escena del CDN. Habrá que seguirles la pista.
La obra se estructura en dos partes marcadas por un salto de 36 años; escénicamente, la proyección de un video-resumen de los principales acontecimientos políticos y sociales acaecidos durante este tiempo nos traslada a un hipotético y cercano 2018. La historia se sostiene con acierto sobre un personaje ausente, la dueña de la casa, madre de los protagonistas de la primera parte, y abuela de los de la segunda, comunista acérrima que ha decidido encerrarse en el sótano ante la inminente victoria de los socialistas en 1982, y cuya contundente personalidad conocemos sólo a través de la mirada y el recuerdo de los demás. Igual que en aquella película genial de Wolfgang Becker, Good bye Lenin, madre y espacio escénico son elementos totalizadores y canalizadores de la acción dramática.
La primera parte funciona como presentación de los personajes y de la leve trama, en la que quizá cuesta un poco entrar, por lo que supone de esbozo a pinceladas de la situación. Destacaría la entrañable interpretación de la prima yonki, Ana Adams, “la chica de ayer” que anhela por una vez, ser “la chica de hoy”, y que es la única cuyo rastro se desvanece entre las rendijas de la casa.
La segunda parte resulta más lucida y cómica. Como ocurre en tantas familias, los primos se reúnen para decidir qué hacer con la casa de la abuela, ese lugar “repleto de simbolismo y memoria, pero de dudoso encaje en el presente”, en palabras de Víctor Sánchez. Y como en tantas familias, los parientes no se pondrán de acuerdo.
La búsqueda de identidad, el cuestionamiento de los propios ideales, las relaciones familiares y una divertida crítica al posmodernismo son algunos de los temas que se abordan. La puesta en escena persigue una estética cutre-vintage que cumple con sencillez el objetivo de retrotraernos a las tardes de butacón de madera, tapete de ganchillo, y vinilos de Joan Báez. Sin embargo, Sánchez resulta más atractivo en su faceta de dramaturgo que en la de director.
Las interpretaciones están envueltas en una pretendida espontaneidad; sorprende, especialmente, Lara Salvador, que derrama una refrescante vis cómica. El alegato final del primo filósofo con aparentes problemas de comunicación proponiendo la demolición del inmueble para dejar el solar como “monumento al fracaso” resulta hilarante y pone la guinda a un texto brillante y audaz.
Dramaturgia: Lucía Carballal y Víctor Sánchez Rodríguez
Dirección: Víctor Sánchez Rodríguez
Intérpretes: Ana Adams, Carlos Amador, Lorena López, Albert Pérez, Lara Salvador.
Compañía: Wichita Co.
Teatro del Barrio. c/ Zurita, 20. Del 5 al 29 de mayo de 2016.