Kandinsky. Una retrospectiva.
Por Zulima Solano Fernández-Sordo.
CentroCentro
20 de octubre de 2015-28 de febrero de 2016
Kandinsky. Una retrospectiva es el título de la gran exposición que ofrece en CentroCentro de
Madrid hasta el 28 de febrero. Y precisamente esto, una retrospectiva, es lo que la muestra
plantea al visitante. Porque a través de las pinturas del maestro ruso (Moscú, 1866- Neuilly-
sur-Seine, 1944) se propone un recorrido de carácter personal hacia la abstracción, en el que el
público puede acompañar al propio artista en sus investigaciones acerca de la forma y sus
múltiples interpretaciones.
Partiendo de la estética postimpresionista, en la que el arte daba sus primeros pasos libre de
las inflexibles normas academicistas, Kandinsky comienza su carrera artística con un único
objetivo: descubrir cómo liberar la línea de la forma. Desde sus primeras pinturas, en las que
se respira Rusia a través de los colores, hasta los modernísimos cuadros de corte surrealista, su
trabajo es una continua búsqueda, que lleva al espectador de un punto de vista a otro, a
apreciar el arte siempre desde una nueva perspectiva.
Esta evolución, que no es sólo estilística, sino fundamentalmente teórica, supone un viaje a las
raíces del arte. Un camino en el que nuestro protagonista consideró la pintura desde lo
espiritual, para después explorar su realidad geométrica y matemática, y finalmente
abandonar su actividad creativa en brazos de lo onírico.
La transición de etapas creativas vino propiciada por cambios en su situación personal, y muy
ligada a su lugar de residencia. Así, distintas ciudades de Europa fueron testigo de las
profundas transformaciones que se operaban en el pensamiento de Kandinsky y de su
plasmación a través del pincel. En Múnich, la amistad con Franz Marc y la fundación del grupo
vanguardista El jinete azul llevó a Kandinsky por caminos expresionistas, al tiempo que
publicaba su primer tratado, De lo espiritual en el arte. De vuelta en Moscú, su trabajo al
servicio de la política cultural soviética pareció ocupar un primer plano, aunque finalmente se
marchó de nuevo, ya que sus planteamientos no terminaban de encajar en el ideario
materialista de las instituciones de su país. Weimar supuso un nuevo comienzo, en el que su
condición de profesor de la Bauhaus le permitió desarrollar sus teorías geométricas y
matemáticas, que también eran el centro de sus composiciones pictóricas y de sus escritos.
Finalmente, París, donde se refugió tras la llegada de los nazis al gobierno alemán. Allí observó
todas las corrientes artísticas que crecían a un ritmo vertiginoso, pero el surrealismo fue la que
logró seducir sus ideas, y con la que culminó su recorrido artístico y personal.
Pero hemos de mencionar que la pintura no era lo único que ocupó la tarea artística de
Kandinsky. La música fue su otro gran amor, y particularmente la producción de Richard
Wagner, que tuvo una gran incidencia en las ideas estéticas del pintor ruso. Y es que el
concepto sinestésico de “obra de arte total” era un pilar fundamental del trabajo de ambos
maestros. Kandinsky asociaba formas, colores y emociones con la misma naturalidad con que
la ópera aúna música, poesía, baile y escenografía. Y esta exhibición ofrece la posibilidad de
experimentar sinestésicamente las obras de Kandinsky, a través de fragmentos musicales
seleccionados en la audioguía.
Podemos decir que hay dos formas de acercarse a esta exposición: desde la razón, tratando de
seguir los pasos de Kandinsky para desprenderse de los sistemas de representación
tradicionales y tratar de llegar a la abstracción; y desde la contemplación y los sentidos,
centrándose en la experiencia estética y las emociones que transmiten las líneas, los colores y
las formas.
Ambos itinerarios nos llevarán al mismo destino. Comprobaremos que el arte fue para
Kandinsky un camino vital, en el que guardaba los diversos motores que le impulsaron: el alma,
la razón y el sueño.