“¡Tengo una idea! ¿Y si el año que viene cantamos en inglés?”
Por: Daniel Arrébola
Pues sí. Ya van seis. Ayer Suecia volvió a ganar el Festival de Eurovisión en una edición redonda, no sólo en su número que hace 60, sino también en el sello de calidad y espectáculo ofrecido por la ORF, la televisión austriaca encargada este año de transmitir esta fiesta. 365 puntos fueron más que suficientes para que Mans Zelmerlow, con su original y enganchoso tema Heroes, se alzara con el laurel eurovisivo que, en forma de micrófono, se van pasando año tras año triunfador tras triunfador del certamen.
Más de 200 millones de tele-espectadores (que se dice pronto…demasiado pronto para la estigmatizada fama granjeada en los últimos años contra el festival) asistieron a todo un abanico melódico-visual formado por 27 países. Tres minutos, como viene siendo habitual, tenía cada televisión pública para defender en el Wiener Statdhalle sus propuestas, unas rebosantes de mejores intérpretes que otros, mejores canciones y mejores escenografías pero todas, al fin y al cabo, lo suficientemente interesantes como para atraer en el sofá de casa a una buena porción de europeos…y australianos, que este año se estrenaban en competición con el conocido Guy Sebastian y su tema combinado de pop-soul. Y es que, a pesar de hallarse en las antípodas, el Festival de Eurovisión acoge a todos sin prejuicios ni miramientos como ya bien indicaba el acertado eslogan de este año “Construyendo Puentes”, el cual no sabemos muy bien si venía cargado de cierta ironía por aquello de aprovechar el sito entre Malmoe y Copenhague, ciudades que albergaron las dos recientes ediciones de esta fiesta.
Rusia logró la medalla de plata con la generosa voz de Polina Gagarina que, no obstante, quedaba en una anécdota al lado del trío de tenores Il Volo capaces de llevarse sin despeinarse para su Italia el bronce de la noche. ¿Y España con nuestra Edurne? Pues eso…lo que ya advertíamos y nos cegábamos en aceptar: un puesto 21 con quince pírricos puntos que nos sonrojaron mucho más de lo que pudo sonrojar la propia Edurne a un buen puñado de europeos, mostrando su excitante figura. Porque, efectivamente, en Eurovision no es suficiente, ni siquiera demasiado importante, llevar a nuestro bellezón dulce y con buena voz. Es necesario llevar un tema que se anticipe al resto, una promoción metódica meses atrás y, por qué no decirlo, que la suerte también abrigue.
Por lo demás un poco lo de cada año: Íñigo en la narración de TVE intentando que se nos haga menos nostálgica la pérdida del añorado Uribarri; la diáspora del Este repartiéndose juntos una buena bolsa de puntos; algún que otro portavoz de puntuaciones pasándose de graciosete…Y en los posts-análisis de la noche una frase de consuelo que nos suena -y no sabemos si a música- demasiado: “El año que viene deberíamos cantar en inglés”.