Geografías íntimas
Geografías íntimas
Ana María Briongos
Laertes
Barcelona, 2015
164 páginas
Por Ricardo Martínez Llorca
Tras su estancia en Afganistán, a quien debe gran parte de su educación sentimental, Ana María Briongos (Barcelona, 1946), escribió uno de esos libros notables, Un invierno en Kandahar (Laertes). En él se relata una experiencia de aprendizaje en un país completamente desconocido para nosotros, pues el relato se ubica en los años sesenta y setenta. Tras una incursión hippie por Asia, la autora nos habla del territorio que escogió, de sus paisajes, de su gente, de sus leyendas; del amor y el odio en territorios extremos, de la amistad y de la melancolía.
Décadas después, Ana María Briongos se detiene a observar el pasado con algo que uno llamaría ternura, de no ser porque esta palabra resulta demasiado cursi para lo que Briongos consigue: sensaciones, pasiones, reflexiones, un cuaderno de apuntes con leves huellas de memoria, para hacer las paces con el mundo. En ocasiones comienza la estampa con el caos, para apurar hasta sacar entre él un detalle de belleza. O se atreve a ser únicamente lírica o nos desafía con el hecho de que viajar es como el lenguaje hablado o la sonrisa, algo únicamente humano.
Estas son algunas de las cosas que la autora recuerda para huir del presente: todo lo que represente levedad por efímero o porque no está anclado al suelo; volverse agua y mojar las manos en los ríos; las buganvillas en flor, la tertulia rodeando las llamas o a la sombra de una gran acacia; la infancia con su sabor a flan; la naturaleza alejada de la contaminación aunque sea por milímetros; un tono de bohemia que comulga con lo pastoril; los pequeños sabores y todo lo que se aprende por el olfato; las diversas representaciones del misticismo que ha dado cualquier cultura; la paz, los campesinos y los artesanos; Rabindranath Tagore; los valles; lo que tiene que ver con la botánica pero no con la ciencia; Asia y la India, el país simbólico de los contrastes y las diferencias; contemplar cordilleras y las múltiples formas de la sana locura; la medicina natural; tomar conciencia de que la mirada es el alma; los secretos que guardan los demás y toman posesión de sus gestos; la lluvia y la sequía y el diluvio; los espejismos como trasunto de la imaginación; el Mediterráneo; los cantos de los almuédanos; la bruma que escampa y la bendición de vivir; el tiempo que transforma las imágenes y, por supuesto, la inocencia de los niños.