¡El próximo best seller será mío!
Por Jesús Gil Vilda.
La empresa española Tekstum dice ser capaz de analizar “el sentimiento y las emociones que produce la lectura de un libro estudiando mediante inteligencia artificial miles de opiniones y valoraciones de sus lectores en blogs, redes sociales y reseñas en tiempo real”. ¡Big Data Mamma! ¡Música para mis oídos! Corro ahora mismo a suscribirme a los servicios de Tekstum para montarme mi propia editorial. Si soy el primero y corro más que ninguno lograré el primer best seller de la era post-editor-de-carne-y-hueso, antes de que los demás también se hayan suscrito. Espera un momento… Eso es precisamente lo que debo evitar.
Como en estos tiempos que corren publicar un libro no cuesta nada (al diseñador gráfico no le pago -bastante satisfacción supone ver su trabajo realizado-, lo mismo con el corrector -cómo lucirá en su currículo haber corregido un best seller– y la impresión sale por cuatro duros, si es que hace falta), con el dinero que gane con el best seller, que yo mismo habré escrito con ayuda del algoritmo matemático de Tekstum mediante el método científico de ensayo y error (es decir: escribo un borrador, lo meto en Tesktum, me dice lo que no emociona al lector, lo reescribo, lo meto en Tekstum, y así…), compraré la empresa Tekstum y de este modo nadie logrará ya nunca publicar un best seller y el sector editorial se convertirá en un monopolio gobernado por un servidor. ¡Brillante idea! Lo que no entiendo es cómo no se les ha ocurrido a Marc Santandreu y Marc Martínez, cofundadores de Tekstum. Umm… Algo parecido suelo preguntarme cundo salgo del banco después de haber hablado con mi asesora de inversiones: “Y si lo tiene tan claro, ¿cómo no se ha hecho rica ya?”.
Debe de haber un error en mi maléfico plan. Algo deben de estar ocultándome Marc y Marc. Eso del Big Data no debe de ser coser y cantar. Pero algún beneficio tendrá, seguro. Algoritmos complejísimos manejando las esperanzas, anhelos, deseos, frustraciones, pasiones y vicios de millones de lectores… Computadoras de potencia abisal enterradas en la corteza terrestre consumiendo millones de frigorías… Todo ha de ser tipificable y mesurable, claro que sí. Los seres humanos nos creemos especiales pero no lo somos. Nuestros mecanismos internos, nuestras reacciones ante la narración de un relato deben de ser fácilmente clasificables. También el relato en sí mismo; estructura, dimensiones de los personajes, subtramas… responden a unas proporciones universales. Será como la máquina de hacer películas de la Disney. El secreto mejor guardado de la Disney no es el cuerpo incorrupto de San Walt, sino una máquina de inteligencia artificial, en plan churrera de emociones, capaza de producir guiones sin cuento de una potencia cautivadora de varios millones de kilotones.
Tal vez me haya excedido en mi visión empresarial. Pero una comodidad que seguro Tekstum nos proporcionará a los editores (cuando haya constituido mi SL) será poder prescindir de los lectores de editorial, mayormente escritores y/o periodistas frustrados que aseguran tener un olfato, un criterio, un sentido estético, y que quieren cobrar por leerse un libro y resumirlo. ¡Habrase visto! Es ésta una función poco relevante en una editorial y que definitivamente podría asignarse a una máquina. Me ahorraría el tener que leer informes de lectura larguísimos donde se desmenuza la voz narrativa, terceras personas omniscientes y cosas por el estilo, digresiones, tono, y que al final solo te dice lo que quieres oír: si el lector se huele que hay que cargarse un libro, se lo cargan, si se huele que el autor es amigo del editor, lo ensalza. Prefiero una máquina que me diga “SÍ” o “NO” y a lo sumo algunas gráficas para ilustrar los miles de millones de cálculos realizados. Como buen empresario que seré, buscaré siempre una opinión objetiva. Algo que solo un gran algoritmo tipo Deep Blue podrá darme. Se acabaron las veleidades de autores y lectores de editorial. Pronto, gracias a Marc y Marc, no los necesitaremos. Pronto, y voy un paso más allá, los libros los escribirán máquinas.
Ahora mismo me bajo a hablar con mi asesora de inversiones (este trabajo nunca lo podrá hacer una máquina) para constituir la SL. El business plan debe de estar chupado y el venture capitalist a la vuelta de la esquina.
Permanezcan atentos a las listas de ventas.