Cuestionario literario: Gabriela Ybarra
Definir El comensal de Gabriela Ybarra como una novela del duelo sería injusto para esta primera novela que trasciende los géneros literarios, redefiniendo la narrativa del “yo”, tan en auge en los últimos tiempos como desigual en sus logros, y reuniendo, a partir de dos hilos narrativos independientes pero perfectamente hilvanados y entrecruzados, la historia personal con la historia colectiva. El ambiente familiar y la realidad social se entremezclan construyendo un relato que va más allá tanto del tema de la muerte, centro aparente de El comensal, como del duelo al proponerse como una reflexión narrativa, alejada de todo sentimentalismo y de toda retórica, acerca del ser humano, de sus límites y de su contexto. Ybarra se enfrenta, por un lado, a la muerte de su abuelo, empresario de Vizcaya asesinado por ETA en 1977 y por otro lado, a la muerte de su madre por cáncer. E Ybarra se enfrenta a estas dos muertes desde la imaginación y el recuerdo, reconstruyendo una muerte, la de su abuelo, no vivida en primera persona y recordando, desde aquella serenidad del dolor de la que ya hablaba Victor Hugo, la muerte de su madre. La imaginación y el recuerdo se entrelazan en la textura narrativa del libro de tal manera que cada uno de los fallecimientos contiene el otro: en el relato de la muerte de su abuelo, relato que Gabriela Ybarra conoce principalmente a través de su padre, se inserta la experiencia de la enfermedad de su madre, a quien describe como una mujer consciente del final de su vida, una mujer que se enfrentó al hecho de que su vida se agotaba. Ybarra mira a la cara a la muerte como lo hacen su abuelo y su madre, unidos precisamente en la consciencia de su próxima finitud: “lo más que me pueden hacer es darme dos tiros”, decía el abuelo de la escritora, palabras de preludio y palabras de preparación, de una preparación que Ybarra reclama. “Lo peor que te puede pasar es morirte perdido, sin encontrarle un sentido a esos días finales”, señalaba la escritora en la entrevista que le realizó Inés Martín Rodrigo; en las palabras de Ybarra, además, se esconde uno de los ejes de la novela: la necesidad y la importancia de encontrar sentido a la propia existencia y a los hechos vividos. En la búsqueda de sentido aparece así el sentimiento de comprensión y de empatía, sentimiento aparentemente difícil, pues ¿cómo tratar de comprender a quienes asesinaron a tu abuelo? Ybarra, en un magistral ejercicio de clarividencia, se acerca al conflicto vasco interrogándose acerca del individuo, del ser humano como un ser no predestinado, sino como un ser que se forma y se conforma en un determinado ambiente y en unas determinadas circunstancias. “No son monstruos”, afirma Ybarra con respecto a los etarras, “hay una serie de circunstancias que te llevan ahí y que nos podrían llevar a cualquiera. Y eso da muchísimo miedo”, añade. Y es precisamente el miedo provocado por la consciencia de que todos podemos teóricamente susceptibles de caer en determinadas circunstancias y, por tanto, la consciencia de que el mal no nos es forzosamente ajeno, lo que lleva a Gabriela Ybarra a reflexionar sobre la necesidad de aceptar la propia existencia, la necesidad de aceptar la vida y el contexto en que nos ha tocado vivir sin recriminación ni rechazo. Y en esta aceptación, aparece el sentimiento de la empatía, un sentimiento que se plasma en la escritura que sitúa al yo de la autora en el yo del otro, una empatía que obliga a la dolora aceptación de ese otro, pero también de uno mismo. “Me cuesta aceptarles, porque asumir su humanidad significa que yo también podría llegar a hacer algo así”, afirma Ybarra al contemplar unas fotografías de los etarras, ejemplificando ese ejercicio de empática reflexión que, lejos de la complacencia y con un carácter crítico, se interroga acerca del ser humano, reclamando precisamente esta reflexión. Por todo ello, El comensal no es, o no es sólo, una novela del duelo: El comensal es, por un lado, una novela que al mirar a la muerte mira al individuo, una novela que, en verdad, más que de la muerte habla del sentido de la vida y del papel que todo sujeto debe jugar en ella.
¿Cuál es su idea de felicidad perfecta?
Desayunar en la cama.
¿Cuál es su gran miedo?
La enfermedad.
¿Cuál considera que es la virtud más sobrevalorada?
Ser bueno en cálculo mental. He hecho muchos test para acceder a trabajos y a universidades en los que se daba una importancia desmedida a esta habilidad.
¿En qué ocasiones recurre a la mentira? (en el caso que confiese mentir)
Cuando contar la verdad supone dar muchas explicaciones que no llevan a ninguna parte.
¿Se muerde la lengua antes de expresar determinadas opiniones por temor al qué dirán?
A veces. Sobre todo si mi opinión no está formada del todo.
¿Cuándo fue la última vez que tuiteó o publicó algún comentario en las redes sociales con plena libertad?
Creo que nunca, ni siquiera en la época del Myspace y del Fotolog.
¿Qué es para usted la libertad?
No tener preocupaciones.
¿Siente el ser una persona reconocida públicamente le resta libertad con respecto a la persona anónima?
A mayor anonimato, mayor libertad. En mi día a día me siento bastante libre, pero a la hora de hablar en público intento ser prudente.
¿Hablar y expresar públicamente opiniones políticas o silenciarlas?
Si se tiene algo importante que decir, hablar.
¿Activismo público o compromiso privado?
El activismo público sin compromiso privado es un horror.
¿Informarse o ser informado?
Los dos, pero sobre todo informarse.
¿Qué es para usted y qué valor tiene la información?
Me ayuda a comprender mejor el mundo y a crearme una opinión.
La cultura, ¿cuestión de esnobismo o conocimiento transversal?
Conocimiento transversal.
¿Todo es cultura? O, mejor dicho, ¿qué no es cultura para usted?
No todo es cultura, pero tampoco sabría dónde trazar la línea entre lo que es y lo que no es cultura.
¿Sus referentes culturales son literarios, musicales, artísticos, cinematográficos…?
Sobre todo literarios, pero en mi formación también han sido importantes los trabajos de artistas como Sophie Calle, Vainica Doble e Iván Zulueta.
¿Un autor para releer?
Virginia Woolf.
¿Un autor recién descubierto?
Últimamente he disfrutado mucho con Niebla fronteriza de Hasier Larretxea, Meteoro de Mireya Hernández y la saga napolitana de Elena Ferrante.
¿Una película, una obra de teatro o un espectáculo recientemente visto y que no olvidará?
El documental Stories We Tell de Sarah Polley en el que la directora trata de buscar respuestas a los enigmas de su familia. Me gustó mucho porque explica muy bien la importancia que tienen las narrativas personales y familiares a la hora de construir nuestra identidad.
La creación, ¿un arte, una pasión o un ofició que se puede aprender?
Siempre se pueden aprender cosas nuevas y mejorar, pero tiene que haber un mínimo de talento innato.
¿Todos podemos escribir un libro?
Sí, pero la mayoría serán ilegibles.
¿Todos podemos publicar?
No.
¿Todos podemos ser artistas?
Tampoco.
El éxito, ¿personal o profesional?
Personal primero y profesional después, pero creo que van de la mano.
El éxito, ¿fama, dinero, reconocimiento o no necesariamente?
El éxito es estar satisfecho con lo que se tiene.
¿Cuál considera que es su gran logro?
Caerme bien y estar a gusto con la persona que soy. No siempre ha sido así.
¿Cuál es su lema?
Sencillez.