El verdadero significado de la palabra «orwelliano»
Por Alejandro Gamero (@alexsisifo)
A menudo se describe la sociedad actual con el adjetivo de «orwelliana», debido a los paralelismos entre esta y el mundo desarrollado por George Orwell en su novela 1984. De esta manera, el término «orwelliano» ha pasado al vocabulario común para designar a las sociedades u organizaciones que reproducen actitudes totalitarias y represoras, como las representadas en la novela. Sin embargo, como indica Noah Tavlin en un vídeo creado para TED-Ed, usar la palabra «orwelliano» con este sentido no solo no logra transmitir el mensaje original de Orwell sino que incluso se corre el riesgo de caer exactamente en el sentido contrario.
Como indica Tavlin, el término «orwelliano» en realidad hace referencia a la importancia que desempeña el lenguaje en la formación de pensamientos y de emociones. A primera vista, en una sociedad totalitaria la sumisión de sus miembros se consigue a través del terror. Sin embargo, 1984 describe maneras mucho más sutiles y soterradas de someter a su población: a través de la propaganda y del lenguaje. El régimen elimina palabras del inglés para crear un dialecto oficial, la «neolengua», una simplificación del lenguaje que evita el desarrollo del pensamiento crítico.
Además, se cambia el nombre de las cosas para cambiar las ideas que se tienen sobre ellas. Así, el Ministerio de la Verdad se encargará de falsificar datos históricos y estadísticas, el de la Paz se encargará de dirigir la guerra y el del Amor torturará a presos y disidentes. Este irónico juego de palabras consistente en llamar a un concepto con el nombre que por lógica debería designar justamente a lo contrario es lo que Orwell denominó «doblepensar». Las palabras no se utilizan para transmitir significado sino para ocultarlo.
Cuando se consigue que el ciudadano interiorice la neolengua y el acto de doblepensar se logra que pase por alto su percepción de la realidad, que desconfíe de ella, para asumir la verdad oficial dictaminada por las autoridades.
La clave del término «orwelliano» es que, aunque este proceso descrito por Orwell parece propio de regímenes totalitarios, también puede ocurrir en sociedades democráticas. Bastaría con un uso del lenguaje por parte de las autoridades deliberadamente enrevesado o de eufemismos políticamente correctos para estar ante una sociedad orwelliana. Algo que, de hecho, ocurre en las sociedades modernas con el lenguaje publicitario, cuando impulsa determinados modelos de comportamiento como los más apropiados. O con la prensa, cuando simplifica o polariza la compleja realidad. O con Internet y su tendencia a la información debidamente masticada y digerida.
Es por eso que «orwelliano» no solo no es un sinónimo exacto de «totalitario», sino que está más presente en nuestro día a día de lo que pensamos. Dice Tavlin al hablar del uso de la palabra «orwelliano»: «Si hablan de un uso engañoso y manipulador del lenguaje están en lo correcto. Si hablan de vigilancia masiva y de gobierno intrusivo están describiendo algo autoritario pero no necesariamente orwelliano».
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En nuestras sociedades latinoamericanas actuales, encontramos con mayor frecuencia de lo acostumbrado y por supuesto de lo deseado, el uso de un neolenguaje tipo «orweliano» dirigido a manipular al contrario sea en el orden político, económico ó social; quienes estén interesados en esa manipulación sistemática, operan desde centros de poder simulados en inocuos organismos humanitarios, organizaciones sociales dirigidas a proteger los manidos «derechos humanos».
La justificación de la violencia contra la sociedad menos favorecida por la fortuna se nos ha hecho familiar y cotidiana porque hemos sido anestesiados por los medios que actúan al amparo de ese «neolenguaje» tipo «orweliano» que desfigura la realidad y camufla al manipulador.