La camarera Lynn (2014), de Ingo Haeb

 

Por Miguel Martín Maestro.

la-camarera-lynn-cartelLynn Zapatek busca su lugar en el mundo, convencida de que todo es mentira, desde su vida hasta la de los demás, que lo que te han contado como verdades incuestionables no son más que excusas para no preguntar y asumir sin cuestionar, por eso su obsesión compulsiva por limpiar trata de eliminar todas las capas de medias verdades que la rodean. Aparentemente ajena a sentimientos propios y extraños, se refugia en un caparazón artificioso que no la impide tomar iniciativas extravagantes, como acosar a su gerente para propocionarle un sexo que, para ella, aparenta no ser ni deseado ni placentero, sino simplemente repetir un acto que lleva a cabo la gente normal o limpiar con cepillo de dientes los resquicios de cualquier habitación del hotel en el que trabaja.

Ese Hotel Edén funciona como un hábitat específico para Lynn, buscando, o deseando encontrar su verdadero lugar, conocer su verdadera personalidad, el hotel contiene el grado de impersonalidad suficiente para pasar inadvertida y la variedad de sujetos suficiente como para compararse y valorar su forma de ser con lo que sus ojos y sus sentidos advierten en las habitaciones. El edén de Lynn será descubrir las “anomalías” de los demás para asumir las propias, Lynn decidirá, para conocerse, esconderse en las habitaciones de los clientes y entrar en su intimidad. Satisfecha la curiosidad y encontrando vías para que sus días sean diferentes uno tras otro, Lynn podrá afrontarse como persona y enfrentarse o aceptar lo que no le gusta.

La vida de Lynn es una agenda vacía, una agenda en la que la única cita reseñable es la semanal con su terapeuta y lo que ella llama “una cita de una hora con un amigo”. La vida de Lynn es obsesivo compulsiva, una repetición esquemática para hacer transcurrir un día tras otro desde que abandonó el psiquiátrico, una llamada semanal de teléfono a su madre diez minutos antes de las noticias, sexo un día a la semana con el jefe e ir y venir del trabajo, por eso, descubrir que existe un mundo debajo de las camas de los hoteles es el descubrimiento de una nueva forma de vida para Lynn, eso y la posibilidad de enamorarse, o, al menos , de sentir algo especial por una persona nueva, aunque el conocimiento provenga del pago previo por los servicios prestados.

El blanco y el gris de la libreta que lleva Lynn se llena de colores a partir del momento en que decide conocer la intimidad de los otros y hacer suyo aquello que le gusta de los demás, que suele ser lo menos conocido o lo menos confesable. La libreta en blanco pasará a estar llena de recuadros en los que, con un código de colores personal, se rellenen los vacíos mediante las experiencias nuevas. Lynn sería la Amelie Poulain cercana, compensada y creíble, la mujer normal alejada de músicas de Yann Tiersen y animalitos simpáticos, una buena chica con un problema de identidad y de relación, quizás porque el resto de personas que la rodean no están mucho más sanos que ella.

La película es el retrato psicológico perfecto de un personaje fuera de molde, que se siente extraño y fuera de sitio, pero que en su evolución irá consiguiendo definirse, aceptar su diferencia con normalidad, alegrarse, en definitiva, de ser diferente, porque al final, no hay mayor alegría que no parecerse a casi nadie y demostrar que, tus diferencias, no te hacen peor que la mayoría de la gente que suele esconder sus carencias o sus miserias debajo de las alfombras, justo ahí donde Lynn prefiere mirar para identificarse, la vida no es lineal ni las personas, vivan l@s rar@s.

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