Cuestionario literario: Javier Morales
En el país de la novela, Javier Morales ha hecho del relato breve su arte. Si bien en el 2013 con Pequeñas biografías por encargo abandonó el género del relato en favor de la novela breve, la trayectoria de Morales se define precisamente por el relato, un género que el escritor nacido en Placencia ejercita combinando las tres principales tradiciones literarias versadas precisamente en este género corto: la tradición norteamericana, la tradición argentina y la tradición rusa. “En España”, señalaba hace un par de años Morales, “el cuento es un género bastante minoritario”, si bien reconocía que en las últimas décadas y, podría incluso especificarse, con entusiasmo, en los últimos cinco años, la popularidad del género corto ha aumentado, especialmente gracias a la labor de algunos editores –véase Salto de Página o Baile del sol, donde Morales publicó su último libro Ocho cuentos y medio– que han apostado por la publicación de libros de relatos y por autores. Enfrentándose al banal y erróneo tópico, tan difundido en este territorio, de que el relato es el hermano menor de la novela, algunos editores han decidido apostar un este género en el que se inscriben las obras cumbres y los autores canónicos de países como Estados Unidos, Rusia y, especialmente Argentina. Publicado en el 2014 en Baile del sol, Ocho cuentos y medio es, seguramente y hasta el momento, la obra más destacable de Morales: en un explícito y a la ver formalmente implícito homenaje a Chejov, el escritor placentino propone una serie de relatos enmarcados en la cotidianidad. Sin excesos estilísticos y sin tramas complejas, Morales busca en la más absoluta normalidad, la grieta que provoca el desconcierto, tanto para el lector tanto para los personajes, que ven desbaratarse la rutina de sus propias existencias. La grieta, como mencionaba Alex Chico en una reseña de Lisboa, puede considerarse como el liet motiv de la obra de Morales, alguien que se adentra en temas del día a día como el matrimonio, el trabajo, los hijos o el suicidio –seguramente el tema más duro, junto al de la violencia, presente en su obra- buscando en cada uno de ellos los puntos de fricción, momentos de desajuste que provocan una grieta entre lo asumido y lo inesperado. En este sentido, es difícil no ver en Morales un eco cortazariano: en efecto, si bien desde una perspectiva neofantástica del género relato, Cortázar definía sus relatos como la improvisa introducción de lo extraño en lo aparentemente anodino de la existencia. Sin explicación, sin aparente lógica y, sobre todo, sin una justificación final que dote el cuento de un sentido único e inapelable, los relatos de Cortázar “condenan” al lector a permanecer entre dos interrogantes, lo condenan al desconcierto y a la duda. ¿Qué es aquello que obliga a los dos hermanos a abandonar su casa, ocupada inesperadamente por un algo cuya identidad se desconoce? Cortázar no contesta narrativamente a esta pregunta, como tampoco contesta Javier Morales ante las quiebras que él mismo abre en sus relatos. Los finales abiertos definen todos los relatos de Morales que, si bien rehúye del explícito compromiso socio-político en sus relatos, hace de su literatura un constante interrogante acerca de nuestro presente, tan incomprensible como necesitado de cuestionamiento.
¿Cuál es su idea de felicidad perfecta?
La felicidad, en sí misma, es algo que alude a la perfección. Por tanto es imposible conseguirla. Siempre me gustó esa frase de Bolaño cuando dijo que él había sido feliz todos los días de su vida, aunque solo fuese un poquito. Esa es mi ambición y, a veces, cuando estoy con las personas a las que quiero o en un momento en el que me siento rodeado de belleza (de cualquier tipo) tengo la impresión de haberlo conseguido.
¿Cuál es su gran miedo?
Tengo muchos, pero quizás el peor sea llegar a sentirme fracasado como padre.
¿Cuál considera que es la virtud más sobrevalorada?
En esta sociedad ultracapitalista, la ambición desmedida, la dureza que ha de mostrarse para triunfar en determinados ámbitos, lo que a la larga acaba deshumanizándonos.
¿En qué ocasiones recurre a la mentira? (en el caso que confiese mentir)
Los escritores mentimos siempre, ja, ja, somos mentirosos patológicos, por lo tanto no te creas nada de lo que digo en este cuestionario. Ahora en serio, cuando considero que una mentira puede evitar que alguien lo pase mal y que lo que estoy ocultando no es importante.
¿Se muerde la lengua antes de expresar determinadas opiniones por temor al qué dirán?
Depende del contexto. Más que por temor, hay veces en las que me da mucha pereza tener que discutir con alguien, sobre todo cuando mi interlocutor muestra una intolerancia que impide cualquier diálogo civilizado.
¿Cuándo fue la última vez que tuiteó o publicó algún comentario en las redes sociales con plena libertad?
Ayer mismo, ja, ja. No suelo cortarme en las redes sociales, aunque como te decía antes, tampoco caigo en los debates estériles con gente que no merece la pena.
¿Qué es para usted la libertad?
Una aspiración, algo inalcanzable. La posibilidad de intentar ser uno mismo sin dejar heridos en el camino.
¿Siente que ser una persona reconocida públicamente le resta libertad con respecto a la persona anónima?
Bueno, no creo que sea demasiado conocido. En cualquier caso, en los círculos en los que me muevo mi faceta “pública” no me resta libertad, al contrario, es un acicate para llegar a más gente.
¿Hablar y expresar públicamente opiniones políticas o silenciarlas?
Compartirlas y expresarlas, por supuesto, es un derecho que ha sido muy difícil de conseguir a lo largo de la historia y que siempre estará amenazado. Con todos sus defectos, en España vivimos en una democracia y debemos intervenir en el debate público. Las redes sociales han abierto grandes posibilidades en este sentido.
¿Activismo público o compromiso privado?
Lo ideal sería que ambas facetas fueran de la mano. Por ejemplo, no resulta muy coherente que uno alerte sobre los límites ecológicos del planeta y luego se mueva en coche hasta para comprar pan. Por otro lado, no creo que yo sea un activista en ninguno de los dos ámbitos, público o privado, y tampoco aspiro a ser ejemplo de nada ni ser un moralista, qué horror. Me contradigo todo el rato. Creo que era Voltaire quien decía que quien no se contradice al menos cinco veces al día es un tonto.
¿Informarse o ser informado?
Informarse, claro, quizás por deformación profesional. Trato de pensar por mí mismo, sin ideas sectarias o preconcebidas, aunque supongo que no siempre lo consigo. En este país nos movemos mucho por las consignas y por avalar incondicionalmente todo lo que dicen “los nuestros”, aunque no siempre lleven razón.
¿Qué es para usted y qué valor tiene la información?
La información es básica para construir una sociedad democrática, para ser libres y ejercer la crítica. Cercenar este derecho significa amputar la democracia y debemos estar siempre muy alerta porque la amenaza del poder para restringirla está siempre ahí. Lo hemos visto con las medidas antiterroristas, como si hubiera que elegir permanentemente entre la seguridad o la libertad, lo cual es una falacia.
La cultura, ¿cuestión de esnobismo o conocimiento transversal?
Cultura y esnobismo son un oxímoron, ¿no?, una contradicción en los términos. La cultura debería hacernos más empáticos, abiertos y receptivos a lo que ocurre a nuestro alrededor. De ahí que siempre deba ser un conocimiento transversal
¿Todo es cultura? O, mejor dicho, ¿qué no es cultura para usted?
A veces los límites están claros, cuando por ejemplo hablamos de algunos programas de la televisión que desde luego son la antítesis de la cultura, o de lo que debería ser al menos. Pero en otras los límites son más difusos y lo que ahora pensamos que no es cultura a la larga lo será. Como ya voy teniendo una edad, recuerdo las discusiones hace años con algunos amigos culturetas en torno a las series. Las despreciaban y me miraban por encima del hombro porque a mí siempre me han apasionado (las buenas, claro). Algunos de ellos hoy están a la última en cuanto a las series y ya no leen, dedican su tiempo libre a consumirlas, me dicen. Y ahí es donde está la clave: la cultura no se consume, se vive y se disfruta. Volvemos al esnobismo.
¿Sus referentes culturales son literarios, musicales, artísticos, cinematográficos…?
Todos ellos y me gusta que sea así. La cultura, como decías, es transversal, y no entendería mi forma de ver el mundo sin el cine que he visto, por ejemplo, sin que por eso yo me considere un cinéfilo. Uno no puede abstraerse del mundo en el que vive.
¿Un autor para releer?
Hay centenares. Pero si tuviera que recomendar un autor y un libro, así, a bote pronto, sin duda sería El Danubio, de Claudio Magris. Un libro inclasificable y cuya lectura nos ayuda a entender lo que somos. Más necesario que nunca.
¿Un autor recién descubierto?
No diría que recién descubierto, pero quizás John Williams y su novela Stoner (Baile del Sol). Una historia sencilla en torno a un profesor de inglés, contada con brillantez, con una prosa sobria, que indaga en lo más hondo de nuestros anhelos y frustraciones, en el significado de la vida.
¿Una película, una obra de teatro o un espectáculo recientemente visto y que no olvidará?
Por diversas razones voy poco al teatro, aunque me encanta. Voy más al cine, pero reconozco que en los últimos tiempos no he visto ninguna película inolvidable, como demuestra mi respuesta. Sin embargo, hablando de series, sí hay varias que mantendré en mi retina durante mucho tiempo. Por citar algunas, Los soprano, The good wife, Boardwalk empire y Mad men.
La creación, ¿un arte, una pasión o un ofició que se puede aprender?
Pues todo a la vez. Es imposible escribir, que es de lo que mejor puedo hablar, sin pasión y sin oficio. Se puede aprender la técnica, sin duda, conocer las herramientas, pero requiere mucho esfuerzo y muchas lecturas. La creatividad depende de nosotros, es nuestro tesoro, y también se puede estimular.
¿Todos podemos escribir un libro?
Como decía antes, con tesón claro que se puede. Otra cosa es que el resultado sea bueno. Pero el mero hecho de haberlo conseguido, de haber trabajado con honestidad, ya es un mérito.
¿Todos podemos publicar?
Ahora, con internet, la publicación está al alcance de todo el mundo, lo que no quiere decir que lo que se publique merezca la pena. En este sentido, y con todas sus limitaciones y errores, las editoriales sirven como filtro y como el primer “crítico” de nuestro trabajo. Aunque también es verdad que cada vez más están condicionadas por el mercado, al menos las grandes.
¿Todos podemos ser artistas?
Todos tenemos esa capacidad, pero luego hay que desarrollarla. ¿Por qué unos lo consiguen y otros no, en igualdad de condiciones? La verdad es que no lo sé. Supongo que eso es lo que nos hace singulares y no meros robots.
El éxito, ¿personal o profesional?
Lo deseable sería que coincidieran, aunque el éxito personal y el profesional no suelen ir de la mano. El éxito personal abarca muchas facetas. Si hablamos de la escritura, por ejemplo, el éxito consistiría en escribir la obra que uno ambiciona, aproximarse al menos. Como son pocos quienes viven de la escritura, lo más normal es que haya que ganarse la vida de algún modo y compatibilizar la literatura con otra actividad, con otra profesión.
El éxito, ¿fama, dinero, reconocimiento o no necesariamente?
Cuando veo lo mal que lo pasan millones de personas en este planeta, que huyen del hambre o de la guerra, o viven en una dictadura, me siento un afortunado en lo material, la verdad. No necesito grandes cosas. Tampoco la fama. Aunque sí el reconocimiento de la gente que valoras y cuyo talento aprecias.
¿Cuál considera que es su gran logro?
Levantarme todas las mañanas y pensar que las cosas podrían ir a mejor.
¿Cuál es su lema?
Como decía Frank Bascombe, el protagonista de El periodista deportivo, de Richard Ford, “vive y deja vivir”.