Cuestionario literario: Francisco Bescós
Conocí a Francisco Bescós en Los Diablos Azules de Madrid; me lo presentó, si no recuerdo mal, el periodista y escritor Eduardo Laporte. Junto a ellos estaba también Juan Gómez Bárcena y, poco después, se unió el editor de Salto de Página Pablo Mazo así como la escritora Aixa de la Cruz, que acaba de publicar Modelos animales. Desde entonces he vuelto a coincidir con Paco –nadie lo llama Francisco- Bescós en más de una ocasión, conversando sobre literatura entre copas de cerveza; siempre pensé que Paco estaba metido en el mundo literario, aunque en verdad él nunca mencionaba nada acerca de una posible obra publicada. Durante mucho tiempo di por hecho que él era un escritor, sin embargo erraba, o al menos así me dijo Paco, entre risas, cuando se enteró de mi convencimiento. Se definió como publicista, puesto que no solo se había licenciado en Comunicación Audiovisual y Publicidad en la universidad de Navarra, sino que trabajaba desde hace tiempo en una agencia de publicidad. Si bien no pudo negar su pasión por el arte de la escritura, negó absolutamente ser escritor, y lo negó también meses después cuando sostenía entre sus manos El baile de los penitentes, su primera novela con la que había ganado el Premio Internacional de Novela Negra Ciudad de Carmona. De la misma manera que no sorprendió la incursión de Bescós en la novelística, tampoco sorprendió que en su primera novela experimentara con el género negro, un género con el que Bescós se sentía particularmente cómodo, ya sea como lector ya sea como autor, puesto que ya se había adentrado en él en más de un relato –alguno publicado, otros inéditos. En efecto, a pesar de tratarse de una primera novela, nada tiene de novato Bescós, ganador del Concurso Internacional de Relatos Policíacos de la Semana Negra de Gijón con un relato, también inscrito en el género negro, Hombres de negocio. Por ello, sin incurrir en la falacia de considerar el relato el hermano menor de la novela y sin repetir el inaudito tópico de que la escritura de una novela es el salto que debe dar todo autor en su proceso de maduración, es posible hablar de la madurez narrativa de Bescós y, en concreto, de su habilidad para adentrarse en un género tan manido y aparentemente tan de moda –algún día habrá que plantearse que una cosa son los géneros literarios y otra cosa las políticas del mercado dirigidas a crear tendencias, incluso en literatura- como el género negro. Siguiendo en parte la senda marcada por Lorenzo Silva con su ya antológico personaje Virginia Chamorro, Bescós confiere el protagonismo en su novela a Lucia “la Grande”, una mujer de grandes dimensiones y, sobre todo, de gran carácter e iniciativa. Bescós rompe así la tradición clásica del protagonista masculino, pero también rompe el estereotipo de la atractiva investigadora, para proponer un personaje al que resulta muy difícil encontrar referente literario. Asimismo, Bescós aleja la acción del ámbito urbano para trasladarla Calahorra donde, la noche entre el jueves y el viernes santo, en medio de una aglomerada procesión es asesinada una niña de origen gitano. Con estilo rápido y descripciones escuetas pero de contundencia visual –muchos han visto ecos del estilo cinematográfico de Tarantino, aunque no se debe olvidar que Bescós, como publicista, domina el lenguaje visual y el de la inmediatez-, el autor de El Baile de los penitentes construye una trama en la que la realidad del pequeño centro – ¿por qué las novelas que no se circunscriben a la ciudad son definidas como “novelas rurales”?- se ve alterada por los trágicos hechos, convertidos inmediatamente en objeto de interés de una prensa ávida de novedades y detalles tendencialmente escabrosos. Asimismo, el marco de la Semana Santa permite al autor adentrarse en el lado más desconocido que envuelve la efervescencia religiosa, una efervescencia que pone en contacto religiosidades distintas y grupos sociales alejados. De hecho, no es casual que la víctima elegida por Bescós sea una niña de catorce años de etnia gitana. Francisco Bescós trasciende el género y hace de la novela negra un retrato crítico de una realidad que, aunque cueste reconocerlo, es la nuestra.
¿Cuál es su idea de felicidad perfecta?
Lo más parecido al mito de la felicidad que encontraremos en el mundo real es una existencia en la que la suma de momentos alegres supere a la suma de momentos tristes. Por tanto, mi idea de la felicidad es tan matemática que se podría expresar con la siguiente fórmula: cervezas – antidepresivos = >1.
¿Cuál es su gran miedo?
Me aterra pensar en los cinco últimos minutos de mi vida. Los minutos del balance. Me dan tanto miedo que a veces pienso que todo lo que hago está destinado a sobrellevar esos cinco minutos con éxito. Intento superar esta fobia. De momento, no lo he conseguido.
¿Cuál considera que es la virtud más sobrevalorada?
La sinceridad. Creo que la sinceridad desatada es el síntoma de una dolencia emocional o de una evidente falta de civismo.
¿En qué ocasiones recurre a la mentira? (en el caso que confiese mentir)
En tantas que me resultaría imposible enumerarlas. Pero todas mis mentiras se deben a motivos razonables.
¿Se muerde la lengua antes de expresar determinadas opiniones por temor al qué dirán?
Nunca lo hago por temor al qué dirán. Lo hago por temor a la desdicha que causarán innecesariamente.
¿Cuándo fue la última vez que tuiteó o publicó algún comentario en las redes sociales con plena libertad?
Con plena libertad sólo se canta en la ducha. Las redes sociales son una plaza pública, y estar en público nos inhibe o nos transforma. Quienes saben comunicar bien en redes sociales son conscientes de que están mostrando la imagen de sí mismos que exactamente quieren mostrar. En redes sociales el autor se convierte en una marca (exactamente igual que en el anaquel de una librería). Mis comentarios en redes sociales responden a la necesidad de construir esa marca, que también es parte de una obra. Lo que pasa es que a veces nos equivocamos y no somos coherentes con esa construcción. Una vez que uno aprende esto, sí que postea con una cierta libertad, que no me atrevería a llamar “plena libertad”.
¿Qué es para usted la libertad?
Tomar decisiones sin que éstas vengan condicionadas por causas ajenas a uno mismo. O sea, un imposible. A veces se dan experiencias que nos acercan más o menos a la libertad, como ser comprendido y respetado (no necesariamente apoyado), votar, conocerse a uno mismo, tener salud…
¿Siente el ser una persona reconocida públicamente le resta libertad con respecto a la persona anónima?
Creo que esta pregunta corresponde al cuestionario de Fernando Sánchez Dragó, se le ha debido colar aquí por error.
¿Hablar y expresar públicamente opiniones políticas o silenciarlas?
Siempre que uno disponga del tiempo necesario para defenderlas, expresarlas.
¿Activismo público o compromiso privado?
Los activistas públicos demasiado insistentes corren el peligro de descubrir un buen día que les ha salido un púlpito bajo lo pies. Defiende lo que quieras en público, pero no des la impresión de que te crees moralmente superior por hacerlo.
¿Informarse o ser informado?
Informarse bien después de ser informado.
¿Qué es para usted y qué valor tiene la información?
Es la aguja del pajar. Se puede clavar en cualquier ojo; incluso en el propio. Es aquella palabra de la que hablaba Gorgias, que sirve para envenenar o para embelesar.
La cultura, ¿cuestión de esnobismo o conocimiento transversal?
Ambas cosas. La cultura es como el rock: requiere conocimientos y actitud.
¿Todo es cultura? O, mejor dicho, ¿qué no es cultura para usted?
Entre lo que claramente es cultura y lo que claramente no es cultura existe una vastísima tierra de nadie. Todos aquellos que se han internado en ella para trazar una frontera con la que separar ambos territorios han fracasado. Yo celebro su fracaso: esa tierra de nadie es el espacio más divertido que se le ha brindado nunca a un creador.
¿Sus referentes culturales son literarios, musicales, artísticos, cinematográficos…?
Más de diez años de dedicación a la publicidad te enseñan a picotear en todas las meriendas. A todo eso, añadiría la divulgación científica como una gran fuente de inspiración para mí.
¿Un autor para releer?
Roald Dahl.
¿Un autor recién descubierto?
Don DeLillo.
¿Una película, una obra de teatro o un espectáculo recientemente visto y que no olvidará?
No es tan reciente, pero mencionaré la adaptación al teatro que Tomaz Pandur hizo del Infierno de Dante Alghieri.
La creación, ¿un arte, una pasión o un ofició que se puede aprender?
Todo el mundo puede incrementar cualquier talento mediante aprendizaje. Pero ese talento siempre tiene un potencial limitado. Yo nunca llegaré a ser Faulkner por mucho que me empeñe. Para mi mezquino consuelo, también hay unos cuantos individuos que ni dejándose la piel llegarían a ser Francisco Bescós.
¿Todos podemos escribir un libro?
Si mañana yo, con mis nulos conocimientos de arquitectura, levanto un inestable edificio de 5 plantas, ¿usted viviría en él? Pues eso. Todos podemos escribir un libro. La pregunta es quién será el descerebrado capaz de leerlo después.
¿Todos podemos publicar?
Es un hecho que hoy, con la edición digital, todos podemos publicar. Dentro de poco, ni siquiera el haber publicado un libro aportará la dosis de orgullo con la que sentirse pagado por tanto esfuerzo (porque de dinero ni hablamos). Llegado ese momento, tendremos que detenernos a analizar qué tipo de lectores hemos conseguido reunir ante nuestras obras. Presumiremos de la calidad de nuestros lectores. Será extraño: los lectores serán más valorados que los escritores.
¿Todos podemos ser artistas?
Quizá. Sólo necesitamos un crítico que nos alabe por motivos más o menos delirantes.
El éxito, ¿personal o profesional?
Es que siempre me tomo mis profesiones como algo personal, hasta que me aburro de ellas.
El éxito, ¿fama, dinero, reconocimiento o no necesariamente?
Para una persona como yo, cargada de inseguridades, el reconocimiento es importante. El dinero también, y explicar el porqué resultaría pueril. La fama me da igual, se la dejaría a los futbolistas.
¿Cuál considera que es su gran logro?
Tiene que ver con mi familia. No voy a decir más, quebrantaría mi lema.
¿Cuál es su lema?
«No des el coñazo».