El capital humano (2014), de Paolo Virzi
Por Miguel Martín Maestro.
El cine de Paolo Virzi no me interesa, ni me ha interesado, lo que ocurre es que si lees que en su reparto está el nombre de Valeria Bruni Tedeschi, algo, automáticamente, te invita a someterte a la experiencia, porque por muy mala que sea, al menos, tendrás el goce de admirar otra vez más a tan excelente intérprete, la hermana guapa e inteligente de las Bruni, alguien que, trabajando tanto (doce películas en los últimos tres años) es muy difícil de ver por España en pantalla grande.
Este año ha habido suerte, se ha podido ver en dos ocasiones a Valeria en la gran pantalla, probablemente este capital humano pueda exhibirse a la vista de la buena acogida del público en el reciente festival de cine italiano llevado a cabo en Madrid, pero no nos engañemos, Paolo Virzi no es Bruno Dumont ni Laurent Cantet, su cine está muy cerca de la TV movie, y su capital humano no tiene nada que ver con la cuestión humana de Nicolás Klotz, es cine predigerido, pretenciosamente profundo sin aventurarse pocos metros más allá de la orilla, y encima, es indignamente cruel con la parte más débil de su relato, es cine insustancial, que ni tan siquiera entretiene. Absurdamente pretende tratar temas trascendentes y su apuesta opta por lo fácil, lo simple, lo anecdótico, lo trillado.
El material de partida es interesante, la forma de plantear la historia tampoco es rutinaria, la misma historia vista desde tres puntos visuales diferentes y que se van cruzando a lo largo del relato, no es Rashomon, no hay tres versiones, sino una que se complementa con la visión de todos los intérpretes, un aspirante a crápula que quiere recoger los restos del canibalismo capitalista aumentando su patrimonio entregándoselo a un inversor de los de portadas de periódico y éxito social, a la sazón padre del novio de la hija, o eso creemos al principio, la mujer del broker, alma sensible, artista retirada cuya mayor actividad diaria es si va a Ferragamo o a Gucci a comprarse la prenda correspondiente, un pájaro bello que enseñar a los compañeros de sangría encerrado en una jaula de oro, un objeto decorativo amado pero no respetado, y la hija del aspirante a millonario fácil en la edad difícil de definirse personal y socialmente, asqueada de la voluntad paterna, enamorada de un outsider carne de presidio. Todo ello en una pequeña ciudad de provincias muy reconocible en España, hay tantas, donde todo el mundo sabe quién es quién, cerca de Milán, la urbe, la Babilonia de la Italia moderna.
Ahora bien, toda esa parafernalia de presentación, el juego de las tres historias sucesivas donde recreamos las mismas escenas desde diferentes cámaras y donde la mirada subjetiva cambia en función del personaje, se quedan en mero artificio barato, en cine de barraca, en drama romántico de perra gorda, donde la excelente labor de las tres actrices, Valeria Bruni Tedeschi, Valeria Golino y Matilde Gioli se viene abajo con la inestimable colaboración de una dirección plana y anodina y un elenco masculino histriónico, forzado, caricaturesco. De lo que pudo ser una gran película de mujeres a lo que se convierte en cine carnavalero, con ese final en cámara lenta digno de la extinta moviola de TVE (puestos a recuperar lo rancio y lo casposo, creo que a TVE sólo le falta la moviola y el zoom de Valerio Lazarov, doy ideas), una traca mojada que queda en mero petardo.
Por si fuera poco, la historia desbarra por todos los costados, el pobre niño rico que puede verse en la cárcel por algo que no sabe si ha hecho, el pobre niño pobre, carne de psiquiatra y de cárcel redimido por el amor, la joven idealista que cree en el contigo pan y cebolla, la madura millonaria flirteando con el director teatral, los millonarios y buitres carnívoros de la crisis remontando el vuelo mediante nuevos trapicheos que condenarán aún más a las jodidas clases medias… Mala película con mala conclusión. Mala película con enormes problemas de definición ética, un sinsentido moral que pretende ser moralizante con la fábula de que todo tiene un precio, hasta la vida humana. En definitiva, salvando los 30 minutos en que Valeria Bruni se come la pantalla como protagonista exclusiva, con independencia de que lo que cuente tenga algún viso de importancia, el resto de la película es una pérdida de tiempo. No se la recomendaría al peor enemigo, o sí, depende del día y del enemigo.
Calificación: 3
A mí, sin embargo, me pareció una película espléndida y creo que es lo mejor que se puede ver ahora mismo en el cine.
Precisamente a la Bruni, a la que admiro, me parece que es de lo más discreto del filme: ese irritante tono de voz con el que se empeña en actuar es ciertamente desconcertante y yo la encuentro como despistada y poco seguro y, realmente, no nos engañemos, creo que es más responsabilidad de ella que del director.
En cuando a la dirección plana: no lo veo así en absoluto. Paolo Virzi (es la única peli que he visto de él) pone la cámara para seguir a sus personajes. Es una cámara que no propone ni resuelve ni sugiere, solo está ahí para recoger las historias y los movimientos de los protagonistas pero eso, que no es poco, lo hace de una excelente manera.
No puedo salvar el final, por supuesto, creo que no es coherente con el resto del film, pero hasta esos diez minutos finales, la película tiene un ritmo irresistible, se ve con mucho interés y uno se ve arrollado por las situaciones y los desvelos de todos esos personajes.
Por cierto, siempre adoraré el cine italiano (y el francés) por el buen gusto en sacar a sus actrices luciendo palmito y la forma en que lo hace (y no de la forma burda y paleta en el que sigue haciéndolo nuestro cine nacional) y mi mención especial, en este aspecto y en el interpretativo, va para la joven Matilde GIoli, una belleza y, además, con talento.
Calificación: 7.