Aguas tranquilas (2014), de Naomi Kawase
Por Miguel Martín Maestro.
Emoción profunda, impacto visual, pliegues y recovecos múltiples, la vida en estado puro, la última película de Naomi Kawase produce toda una catarata de sentimientos sin caer en el dramatismo ni en lo plañidero, la vida y la muerte se confunden permanentemente en esta película notabilísima, para mí una de las conmociones cinéfilas del 2014. Sentido y sensibilidad absoluto en una película con la que me siento cómodo en su visión, absolutamente absorbido por la fuerza de sus imágenes y la profundidad de su realidad, notoriamente inspirada en una forma de ver la vida, y su fin, heredera de las filosofías orientales. El relato es poliédrico y divergente, como la realidad de los adolescentes, a medio formar en lo personal y en lo colectivo. Kawase acierta de pleno con su propuesta robinsoniana, personas como islas pero envueltas e insertas en la naturaleza, obligadas a relacionarse para no desaparecer.
EL MAR.- En esta película de Kawase la constante presencia del mar da entrada a un personaje imprescindible en la historia, acogedor y amenazante, subyugante en su fuerza indomable, imposible de controlar por el hombre, el mar es esa madre que los dos adolescentes protagonistas de la película, Kaito y Kyoko, echan en falta por muy diferentes razones. El mar se convierte en inesperado protagonista y demiurgo, lo mismo se enfada que se relaja, igual quita la vida que anuncia el inicio de un nuevo ciclo, de la oscuridad de un mar embravecido a la transparencia de unas aguas cristalinas del pacífico en la isla de Amami, ambivalencia de unas aguas que repelen y que acogen haciendo parecer a los nadadores sumergidos seres completamente anfibios. La calma después de la tempestad, jóvenes rodeados de un líquido amniótico que tranquiliza su permanente inquietud e intranquilidad. El mar es, al tiempo, refugio y solución. En los problemas, sus aguas oscuras y frías pueden invitar al suicidio, pero cuando sale el sol invitan al amor.
LA NATURALEZA.- Kawase mantiene una línea argumental apreciable en su filmografía, la naturaleza por encima del hombre, y la relación, en este caso armónica, de los personajes con su entorno. Animales, mar, árboles, paisaje, cultivos, todo en un orden natural donde la mano del hombre no debe interferir, servirnos de la naturaleza pero no transformarla a nuestro servicio. Cuando la naturaleza reacciona no podemos dominarla, sea un mar desatado en su furia o un tifón que atraviesa la isla, y en el desorden provocado por la naturaleza no podemos sino aceptar lo inevitable, los personajes viven y se relacionan con su entorno natural con plena armonía, los vaivenes de la naturaleza inciden también en el comportamiento de Kaito, incluso los que le rodean llegan a sospechar que sus reacciones puedan ser intempestivas, irreflexivas, indómitas. La naturaleza se acepta y se contempla, se disfruta como un regalo, no deja de haber un cierto misticismo en la propuesta, una espiritualidad que emana sin estridencias, un rayo de luz que ilumina y calienta un rostro al atravesar las ramas de un árbol centenario puede ser una invitación al nexo religioso o una metáfora de una despedida.
LA MUERTE.- No esconde la dureza de la vida la última película de Kawase, donde la muerte y la desesperación se hacen muy presentes en la primera mitad de la película, ya sea la aparición de un cadáver flotando en una playa y que sume en el desconcierto a Kaito, ya en la crudeza de la muerte de una cabra a manos de un pastor-pescador, el anciano que es el contrapunto vital a la juventud de la pareja protagonista, con un degollamiento mostrado plenamente en primer plano por la directora al inicio de la película hasta el último suspiro del animal mientras el anciano acaricia al mismo. La muerte en la luminosa, emocionante y también terrible escena del tránsito vital de la madre de Kyoko, una larga escena donde lo trascendente se funde con lo atávico y con el estudio antropológico. Una muerte en paz que, pese a aceptarse con absoluta madurez y tranquilidad por la paz y espiritualidad que emana de su concepción, no deja de causar dolor en el marido y la hija. La muerte se transforma en una gran fiesta de despedida, en el fondo de dicha escena emana un alto componente religioso y tradicional, y Kawase no lo oculta, los habitantes de la isla participan con sus cánticos y bailes ancestrales en esa despedida que dibuja una sonrisa en la cara de la propia moribunda.
EL SEXO.- Jóvenes, atractivos, algo más que amigos, la relación casta de Kaito y Kyoko podría desembocar en manos de otro director en un empalagoso pastel de hormonas juveniles en pleno desarrollo, y sin embargo Kawase dibuja dos personajes contrapuestos en su deseo, ella anhela esa primera experiencia con alguien a quien ama, mientras que Kaito se muestra ajeno al deseo, estamos ante la representación del “hombre frígido”, el que sufre en propia persona la carga derivada de los reproches pendientes de su madre, aquel que confunde sexo con suciedad, con promiscuidad, que no acepta una ruptura familiar y yerra la mira y el destino airado de sus reproches. Dos escenas marcan la relación erótica de los jóvenes, ambas de una luminosidad y belleza increíbles, las dos son subacuáticas: en la primera Kyoko bucea vestida con el uniforme escolar, con una alegría que en la superficie no muestra; en la segunda ambos jóvenes, juntos, realizan un recorrido similar, alegres como nunca antes en la película, y desnudos, compartiendo un futuro luminoso para reabrir el ciclo de la vida, porque la película es vida y muerte. La inquietud juvenil, el agarrarse a lo que sea para mantener la esperanza de los adultos y la reflexión y serenidad del viejo pescador, todas las etapas tienen su retrato y tienen su porqué, cada una tiene sus incógnitas y sus sinsabores, en cada una la expectativa en un futuro mejor es muy diferente.
Japón, Francia, Corea del Sur, Bélgica y Holanda son los afortunados países donde se ha estrenado comercialmente esta película, tiene que ser muy frustrante para un productor tan arriesgado como Miñarro y su Eddie Saeta, enfrentarse a un enemigo tan ciego y más poderoso que el mar que abre la película sobresaliente de Kawase como es la incultura propia de este país, no en vano, cuando se produce el estreno, Miñarro ha echado el cierre a su proyecto, esperemos que de manera temporal, aunque pretender hacer cine alejado del lenguaje televisivo en España conduce al fracaso y a la ruina, haber producido a Guerín, Kawase, Weerashetakul, Alonso… por decir a alguno, colocaría a Miñarro, en un país por ejemplo como Francia, en el Olimpo del circuito de cine de autor, aquí como se sigue despreciando al cine y mucho más al cine de autor, el resultado es el que es. Si por algún azar llega a ustedes, no lo duden, disfruten de esta maravilla.