Lorenzo Silva se pasa a las novelas de amor con “Música para feos”, su último trabajo
«Lo de estar con alguien es muchas veces una ilusión: muchas parejas que ves paseando por ahí hace años que no están el uno con el otro, en realidad. Tú y yo no necesitamos pasear juntos para estarlo. Yo te siento aquí, como si estuviera contigo desde siempre. Como si siempre fuera a estar».
Actualidad editorial:
Lorenzo Silva rompe con la pauta de novelas policíacas que han marcado los últimos años de su carrera literaria para entregarse a una historia cuyo eje central es el sentimiento amoroso. Música para feos (Editorial Destino, 2015) es ante todo una historia de amor a contracorriente, pero también de profundo cambio y superación, que muestra cuan importante es el hecho mismo de estar enamorado, así como la alegría y enorme fuerza que éste puede llegar a conferir. Pero puestos a ampliar miras, esta crónica puede tener un enfoque aún más complejo y determinante, el que se esconde tras el protagonista masculino, y que está relacionado con ciertos episodios violentos que durante los últimos años afectan al ser humano.
«Mientras se me secaba el sudor y paladeaba mi gin-tonic, regresó la conciencia, y la conciencia era que iban a dar las cuatro de la mañana, que tenía veintinueve años muy pasados y un sex-appeal de gama media-baja, y que nada aconsejaba dilapidar tan pobres activos con un tipo con más ayer que mañana al que a saber por qué parecía haberle llamado la atención».
La verdad es que nunca se sabe donde puede comenzar una historia de amor. Mónica y Ramón se conocen en un sórdido local de la eterna noche madrileña, donde ambos parecen estar fuera de lugar. A sus veintinueve años ella no pasa por el mejor momento de su vida, ni en lo personal, ni en lo laboral, y lo que es peor, tampoco ve visos de superación. Él es un hombre más bien cerrado, de pocas palabras, que entrado en los cuarenta, se obstina –en lo que podría parecer un alarde de seducción– por ser un misterio para ella y no revelarle la actividad a que dedica su tiempo. Tras una noche torpe de alcohol, y contra todo pronóstico, ella nota que algo extraño ha empezado a revolotear en su estómago. Quedan en volver a verse en una semana, solo pendientes del mensaje de confirmación que tendría que mandar ella. Estaba en su mano: si quisiera, no tendría por qué verle de nuevo, nunca; al fin y al cabo, la imaginación y la gente acaban casi siempre por mentir. Sin embargo, siete días después se reencuentran y la química, a veces tan esquiva, se manifiesta plena. La cosa ya no tiene remedio.
«Lo que esperamos no siempre resulta estar a la altura, pero los instantes de espera, cuando la ilusión aún se mantiene intacta, y cuando se tiene la intuición de que se espera algo que vale la pena y que podría llegar, son de las pocos espacios de placidez y plenitud que conoce el alma humana».
Mónica es, desde el primer momento, la voz principal y descubridora de una historia de amor en la que cada episodio viene marcado por la música, por canciones que en muchas ocasiones expresan lo que ambos no se atreven a decir con palabras. Aunque se ha enamorado y abierto completamente a Ramón, éste todavía pretende mantener ese halo de misterio que envuelve su vida y su trabajo. Ella es la narradora de esta relación que tan intensamente vive en primera persona. Desde su mirada lúcida y apasionada, el lector participará no solo de sus emociones y sentimientos sino también de la curiosidad por ese callado misterio que envuelve la vida y el oficio del hombre que ama. El silencio en torno a esa ocupación es clave para que la lectura avance de manera paralela al factor sorpresa y a las tensas indagaciones y descubrimientos de la mujer. El amor que siente Ramón, así como su personal historia, la irá conociendo el lector por reflejo, a través de Mónica y de sus palabras, de sus disquisiciones y de los cabos que consiga ir atando.
«Quien sólo te folla te da la libertad de puntuarle y olvidarlo; quien acierta a amarte, y a provocar que le ames, antes o después será tu cárcel».
Las novelas de amor pueden convertirse en todo un reto cuando se busca no caer en los tópicos más evidentes que han marcado al género durante los últimos años. Lorenzo Silva ha conseguido en esta ocasión evitar no solo el característico tono melodramático, sino también la afectación sensiblera o el erotismo gratuito tan habituales, para levantar una trama llena de resquicios o reflexiones a los que aferrarse y dejar a un lado posibles prejuicios en torno al tema. Aunque el amor ha surgido en más de una de sus novelas, quizá no de forma tan expresa, aquí se convierte en motor de avance y causa principal de la búsqueda que inicia la protagonista. Es precisamente ahí donde mejor puede apreciarse el toque indagador, casi detectivesco, del que Silva no puede ni quiere desprenderse.
Dos personas solitarias y desencantadas, dos perdedores resignados, dos mundos dispares y muy diferentes… Solo el amor parece poder llegar a unirles. Acabe como acabe, lo que más importa en una historia de amor es vivirla hasta sus últimas consecuencias. Y eso es lo que consigue esta novela, hacernos sentir una experiencia literaria tan impresionante que difícilmente se puede olvidar. Pongan una suave música de fondo y déjense llevar.
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Música para feos. Lorenzo Silva. Ediciones Destino, 2015. 220 páginas. 18,00 €
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