‘Cuentos orientales’, Marguerite Yourcenar
Por Víctor G. (@libresdelectura)
Dice la gente que ha visitado Oriente que al pisar sus legendarias tierras y vivir su florida cultura toda perspectiva que se tiene del mundo cambia, se abre, añade metros a una panorámica mental que hasta ese momento creía conocer sus límites. Cuando esto ocurre a los comunes mortales lo máximo que puede suceder es que se erice el vello, que caiga alguna lágrima o que se llene la cámara de fotografías. Pero cuando este encuentro tiene lugar en la mente de un genio, como lo fue Marguerite Yourcenar, es el mundo el que se trastoca. Su Literatura da un vuelco, y por consiguiente la Literatura en general, y por tanto, todos nosotros, y en definitiva, el mundo.
En Cuentos orientales encontramos una serie de relatos creados a partir de leyendas, canciones, mitos, textos con los que la autora tuvo contacto en algún momento de su vida y que le provocaron fundirse en su esencia, proyectarlos a través de su pincelada goteante de irrepetible calidad. Yourcenar pretende, a través de su trazo, dejar huella en la historia de un territorio que tiene los bolsillos rebosantes de irresistibles anzuelos culturales para un escritor.
Yourcenar enhebra su aguja de tinta con un hilo repleto de historias que ha leído u oído para confeccionar una costura que enmudece al lector, solo capaz, totalmente hipnotizado, de llegar hasta el punto final del relato. Es allí donde, como defendía Poe al hablar de relatos, crece esa semilla que debe depositar en el lector el buen cuento. Como lectores, es posible que acabemos una de las composiciones de Yourcenar y no entendamos qué ha querido decir exactamente, qué sentido tenía ese guion tan mágico realista. Pero esa es la esencia de toda enseñanza Zen: leerla, asimilarla, y dejarla nacer en nuestro interior, teniendo la certeza de que cuando más la necesitemos florecerá.