Barcelona como capital artística a principios del siglo XX
Por Carlos Toribio.
Barcelona, zona neutral
Parc de Montjuïc s/n Barcelona
Hasta el 15 de febrero
Durante el siglo XX, la capitalidad artística se ha movido entorno a tres ciudades principales: París, Nueva York y últimamente Londres, pero durante cuatro años, esta capital del arte fue la ciudad de Barcelona, entre 1914-1918, ya que aprovechó que España sería neutral en la Gran Guerra, para así ocupar una posición privilegiada y así de paso enriquecer a nivel artístico la capital catalana. Por este motivo, la Fundació Miró muestra el dinamismo cultural de Barcelona con un despliegue de casi medio millar de piezas, sobresaliendo la pintura, el dibujo y la escultura, pero con un peso espectacular de la fotografía (se ha considerado oportuno el conservar las dimensiones originales, sin ninguna ampliación), carteles, revistas y cine, que irá ganando protagonismo en la época debido al auge de la cultura de masas, todo bajo el comisariado de dos expertos de la época y de la forma de crear del momento: Fèlix Fanés y Joan M.Minguet, bajo el título “Barcelona Zona Neutral 1914-1918”.
En muchas ocasiones se ha hablado que el siglo XX no da comienzo realmente hasta la llegada de este conflicto belico, ya que comporta la eclosión de la primera guerra industrial y tecnológica, pero España optará por la neutralidad, ya que su ejército no se encontraba preparado para tal magnitud. Pero es aquí, cuando la ciudad de Barcelona aprovechará para ser el centro de la llegada de artistas exiliados y sobre todo ocupar una posición estratégica para estar en el medio del comercio y el transporte de mercancías. Se llevará a cabo una gran transformación con el desarrollo del puerto de la ciudad y de las fábricas textiles y metalúrgicas.
El contexto europeo artístico, durante esos años, con la irrupción de la guerra, genera la radicalización de Dadá, pero también habrá el retorno al conservadurismo y al orden geométrico. Con la guerra se crea un estado de ánimo donde ya no se quiere más desorden, así habrá cierto rechazo entorno a la forma de crear del cubismo. El gran artista de la época (el gran monstruo del siglo XX), Picasso, quedará al margen del conflicto, pero su gran amigo Braque es llamado a filas, e incluso el malagueño lo acompaña hasta la estación. El Braque que se va, y el Picasso que se queda ya no serán los mismos. En estos años, Picasso tendrá gran relación con los Ballets rusos y Jean Cocteau, además de sus contactos con Diaghilev y Satie. En el recorrido de la Fundació Miró, en un momento del recorrido se trata la figura del malagueño y los ballets, ya que en 1917 será la última vez que Picasso pintaría en Barcelona.
Todo este cambio que transformará la ciudad condal en un hervidero de artistas (llegan desde Francia artistas como Picabia, Gleizes, Laurencin, Robert y Sonia Delaunay, Arthur Cravan…), llega el momento culminante con la gran muestra cultural de 1917, cuando se inaugura en el Palau de Belles Arts la “Exposición de arte francés” (muestra que reunió más de 1500 obras) y sobre todo porque relevó a los importantes salones de arte de París, todo a causa de la I Guerra Mundial. Así, el público pudo contemplar obras de Courbet, Daumier, Degas, Gauguin, un joven Matisse y también al gran Cézanne, gran inspirador de Joaquím Sunyer. Con este intercambio de influencias, el retorno de artistas catalanes entre ellos Gargallo o Manolo Hugué, y este montaje, hicieron posible la renovación artística de la ciudad, además de ir ganando peso futuros iconos del siglo, como Joan Miró.
Una vez dentro de la muestra expositiva, en la sala 2, saluda al público la obra “Dinamismo delle colline di Adrianopoli” de los futuristas Balla, Marinetti y Cangiulo, encontramos esta oda de diferentes artistas a la gran figura de Cézanne. Sobresale las piezas del mencionado Sunyer, que había vivido en París, que éste influenciará la obra de Barradas, Togores y de un joven Miró. Por tanto, podemos apreciar como la modernidad pictórica se consolida.
Estos años, en la ciudad catalana también tuvo un gran papel la galería Dalmau, que realizó de puente entre la forma de crear parisina y Barcelona. Ya en 1912, la galería montó una importante exposición de arte cubista, sobresaliendo el polémico cuadro “Un descendant l’escalier” de Marcel Duchamp (había sido vetado en el Salón des Indepéndants de la capital francesa). Vemos por tanto, que entre 1915-1917, la Dalmau realiza diferentes exposiciones de una nueva forma de crear.
Con todos estos elementos, Barcelona es testimonio de los cambios culturales, y el montaje expositivo, a través del arte, quiere atestiguar como fue Barcelona el centro del recorrido artístico. La muestra museográfica se divide en nueve ámbitos, concluyendo con el film “Armas al hombro” de Charles Chaplin, que realizó una visión satírica de la guerra y poniendo un toque de humor a la exposición.
La exposición comienza dando un toque documental del conflicto, sobresaliendo el dato de dieciséis millones de muertos y veinte de heridos. En esta primera sala se han colocado fotografías inéditas que documentan la masacre de muertos y mutilados en el campo de batalla y también gana importancia el hecho de ser la primera guerra mediática, además de tecnológica, relacionado con exhibición de carteles y postales.
Dejando atrás las obras influenciadas por Cézanne, se llega a una de las salas más interesantes de la muestra por diferentes motivos. Aquí se le hace un reconocimiento a las fotografías de Brangulí, explicando las diferencias existentes entre burgueses y proletarios que sufría Barcelona en aquella época. Además, vigilando la sala hay el retrato de Miró con uniforme de soldado realizado por Enric C. Ricart que contempla de cara el Hispano Suizo del medio de la sala, y en un rincón, se puede leer el ejemplar de “Solidaridad obrera” y la revista “Iberia” de 1917, revista importante y seguida por los artistas de la época, como la obra “Joan Miró a l’estudi” del mismo Ricart, donde hay un ejemplar encima de la silla dentro del taller.
Con “Iberia” y los magazines se llega al ámbito cuatro, tratando la supuesta “neutralidad” de Barcelona, pero realmente había una separación entre aliadófilos y germanófilos. Es aquí donde se vislumbran dibujos inéditos de Josep Clarà que los comisarios encontraron tras buscar en el Archivo Nacional de Cataluña. En la “Ciudad de Marfil” se hace referencia al movimiento típico que afloraba en territorio catalán, con el auge del noucentisme de Clarà y Casanovas. Barcelona en estos momentos, con la llegada de exiliados y extranjeros, también llegaban especuladores, contrabandistas y prostitutas, creando una gran aurea de vida nocturna en la ciudad. Por encima del resto, sobresale la obra “La Sibila” de Anglada Camarasa, con su rostro fantasmal que crea una dialéctica visual con el espectador cara a cara. Justo en frente, hallamos la única cerámica de la muestra, obra de Xavier Nogués y Francesc Quer, pieza típica del noucentisme.
Anteriormente se ha citado Brangulí, que en varios ámbitos tiene toda la fuerza de la exposición porque con sus pequeñas fotografías ilustran como nadie el ambiente de Barcelona, y aquí se coloca “Quiosco de bebidas iluminado de noche en la Rambla”, que nos evoca a la obra de Hopper, “Nighthawks”.
De la figura de la Sibila, con toda la intención posible, pasamos a la exposición de arte francés de 1917, pasando de los bajos fondos de la ciudad al estallido principal cultural de estos cuatro años. En la primavera de 1917 se lleva a cabo el “Salon des Artistes Français”, con un impresionante cartel creado para la ocasión por Lucien Simon. Esta muestra consistía en una selección de tres salones de París, aunando todo tipo de creaciones (pintura, escultura, arquitectura y artes decorativas). Era una exposición con un gran peso mediático dirigido al gran público, magnificando la imagen de “grandeur” francés, pero también era una exposición política. En esta sala se expone la obra de Sisley, que adquirió el MNAC, “Le Tournant du Loing” (1892). Durante el recorrido hay varios momentos de relación entre la muestra y la nueva sala de arte moderno que hace unos meses inauguró el museu d’art nacional.
De la grandilocuencia del salón, a las obras de los grandes artistas exiliados que llegan a Barcelona y hacen de Tossa de Mar el epicentro de sus creaciones (allí vivían Picabia, Gleizes, Laurencin, Sacharoff) y también se hace referencia al combate de boxeo entre el poeta Arthur Cravan (hermano de Lloyd) y Jack Johnson.
Para finalizar la exposición, de manera muy acertada se trata los elementos del auge de la cultura de masas del momento, sobresaliendo los carteles, revistas (muy interesante el ejemplar de “TBO” de 1918, en relación a la muestra que se puede contemplar actualmente en el Museu de Granollers sobre esta publicación), las fotografías de acontecimientos deportivos, para acabar con la ironía humorística de Chaplin, auténtico icono mediático del momento.
La exposición pone punto y final con el 1918, año que finaliza la guerra, París volverá a ser protagonista de capitalidad artística y Barcelona será un reducto de lo que fue. Así comienza a nacer un nuevo arte de vanguardia, con movimientos como Dadá y su Cabaret Voltaire de Hugo Ball en Zúrich, el futurismo de Marinetti o más adelante el Surrealismo. Duchamp cogerá la batuta en este nuevo arte y Miró en la sombra se irá haciendo hueco para convertirse en uno de los grandes del siglo XX.