Magical Girl (2014), de Carlos Vermut

 

Por Miguel Martín Maestro.

Magical-GirlQue algo se está moviendo, para bien, en el cine español, resulta incontestable, al menos para los gustos de quien escribe. Si ese movimiento es nuevo, original, trasvase o copia, cada uno que use su propio punto de vista. Hace un par de años Vermut hizo su primer largometraje, carne de festival y de “boca-oreja” desde entonces, Diamond Flash, felizmente recuperada por la plataforma digital Filmin y editada en dvd. Aquello no dejaba de ser un feliz descubrimiento a caballo entre el cómic filmado con un retrato de la maldad y de la venganza, mediando superhéroe con más caras que el más retorcido Batman. Ahora el lenguaje visual y la escritura de Vermut se han depurado, se han estilizado y se han perfeccionado, aquel primer éxito le ha permitido, seguro, contar con más dinero, y con mayor acceso a un elenco soberbio para su segunda película, en la que la presencia de José Sacristán absorbe la pantalla en cada una de sus intervenciones, incluso cuando tiene que aparentar un cuarentón profesor de matemáticas y es insultado de manera nada sutil por una alumna que le va a amargar la vida.

Si encima el festival de San Sebastián le concede la Concha de Oro, el futuro próximo de Vermut para su siguiente proyecto no debería tener problema alguno. Pero esto es España, y como al productor que interpretaba Jack Palance en Le mépris, cultura y España casi son un oxímoron. Leo a quien sabe hablar de la novedad que implica el cine de Vermut, y particularmente su Magical Girl en el panorama cinematográfico español, y uno, que sabe mucho menos, sin embargo, piensa que si encuentra un referente muy próximo en lo geográfico y en el tratamiento de los personajes, a mí, sin que ello suponga demérito alguno para la película de Vermut, las imágenes me evocan a Javier Rebollo, a su La mujer del piano y El muerto y ser feliz. Es una asociación que me vino a la cabeza viendo la película, sintiendo esa dificultad inicial de su primera media hora donde lo árido y lo inconcreto se adueñan de una historia marcada por un diagnóstico fatal de la adolescente protagonista. No hay que olvidar que Rebollo ya ha sido homenajeado por otros directores madrileños más jóvenes y con menos películas a cuestas que él, sin ir más lejos en Los ilusos de Jonás Trueba, y no es de extrañar, Rebollo, como Vermut, renuevan el arterioesclerotizado discurso oficial en un cine que se ha visto superado por los acontecimientos, se ha quedado sin público y sin financiación, y sus propuestas no sirven ni para la grande ni para la pequeña pantalla.

Magical Girl no es una película fácil, como no lo era Diamon Flash, apenas cinco personajes sustentan toda la narrativa, y rara vez podemos hablar de situaciones en las que coincidan más de dos de ellos, como aquellas temibles clases de instituto cuando ya habías decidido estudiar letras y tenías que enfrentarte a las combinaciones de cinco elementos tomados de dos en dos, Vermut utiliza esta técnica para irnos presentando a los personajes e irnos anunciando las relaciones paradójicas y fatales que se irán estableciendo entre todos ellos, por azar, por maldad, por venganza. El juego del poder y de la dominación, el uso de una supremacía física o psíquica sobrevuela toda la película. Hay que tener cuidado durante la primera media hora porque se corre el riesgo de no superar el reto y verse un punto desbordado por la propuesta y autoexcluirse de la profundidad del conjunto.

magical girlNo es cine masticado y de presentación, nudo y desenlace, es cine que exige de la colaboración y de la imaginación del espectador para ir rellenando huecos, sobreentender los saltos temporales que han condicionado la vida de los personajes de la historia. La adolescente que desea un regalo especial para lo que va a ser su último cumpleaños (Alicia Pollán), el padre en paro, Luis, (Luis Bermejo), profesor de literatura que malvive vendiendo los libros de su biblioteca y que se escandaliza de que un libro de Cela valga lo mismo que un manual de bricolaje, “aquí compramos libros al peso, y al peso es al peso”, y al que resulta imposible reunir los 7.000€ que cuesta el traje de un personaje de un anime japonés con el que sueña su hija (la magical girl del título), o el joven matrimonio formado por un psiquiatra y su desequilibrada mujer (la niña que humilla a Sacristán, interpretada por Bárbara Lennie, en este caso algo por debajo en su interpretación de lo que suele ser su presencia en pantalla, pero con una indudable y necesaria carga erótica), cómo ese matrimonio subsiste a duras penas entre la enfermedad de ella, su escasa colaboración para medicarse y su mentira permanente, en la que el pasado juega un papel tan importante como decisivo para el desarrollo de la historia, y por último el desparejado, Damián, pero uncido irremediablemente a Bárbara, el profesor de matemáticas que, como aquél Pacífico Pérez de la obra de Delibes, cumple una larga condena y se ve arrojado a la calle donde le espera, nuevamente, Bárbara, la niña que pasó a mujer y que le viene hundiendo la vida paso a paso en una relación de sumisión a la que no puede negarse y que le obliga a hacer de ángel vengador de la mujer cada vez que ésta es ultrajada, sea verdad o mentira.

La película gana en profundidad, ambigüedad, negrura, según va avanzando, la trama pasa de cierto costumbrismo sobre la crisis y el mazazo de una enfermedad incurable, a un episodio de chantaje y posterior venganza premeditada. Nada es lo que parece ni nadie puede escapar de su destino, el ser que parece más curtido y desequilibrado es capaz de desencadenar una némesis de proporciones inimaginadas, es la mujer marcada, con una cicatriz durante media película que nos enseña su alma partida, su doble identidad, su doblez entre lo frágil y lo cruel, sólo apaciguada por la presencia del marido, con quien convive en duda permanente tanto sobre la enfermedad, el pasado y el presente, “ni una mentira más”, dirá él en la enésima reconciliación, como si a un tigre se le pudieran borrar sus rayas. Como la tarjeta en blanco que significa la posibilidad para Bárbara de saldar el chantaje con Luis, el padre de la niña manga, sabemos que, una vez que Bárbara llame a Damián, cualquier cosa es posible. Sacristán, soberbio, llenando la pantalla, usando la voz como uno de los grandes, quebradizo y entregado, pero duro y frío como el pedernal, recogerá metafóricamente esa tarjeta en blanco que le fue entregada a Bárbara, y una vez que reciba el encargo ya no habrá descanso. Las almas entregadas a otra es lo que tienen, los tiempos del amor cortés y galante fueron sustituidos por el lenguaje de la venganza. Como el superhéroe de Diamond Flash, Sacristán aparecerá de la nada en un ambiente que no le corresponde, hay un toque de ángel vengador, de emisario funesto en su presencia una vez que se viste con traje y corbata. El día de la ira ha llegado, unos maquinan y otros ejecutan sin preguntar, incluso a sabiendas de ser utilizados, la magia es lo que produce, la imposibilidad de entregar lo que se tenía porque ya no lo tienes.

Indudable oferta a recomendar, película de ironías del destino, de piezas que desaparecen y resurgen en recónditos pasajes del alma, para aquellos que piensan que el pasado es pasado y se puede olvidar, Magical Girl demuestra que todo lo que haces termina volviendo, antes o después, lo que desequilibraste en su momento se volverá en tu contra cuando no lo esperes o no lo imagines, aunque te hayan dicho que te perdonan, no te fíes, basta recordar un mal momento para que el perdón desaparezca y se convierta en dolor.

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