Las mágicas mentiras de Zadie Smith para narrar
Zadie Smith es una novelista inglesa nacida en 1975. Sus dos primeras novelas (White Teeth y The Autograph Man, traducidas ambas al español como Dientes blancos y El cazador de autógrafos, respectivamente) supusieron un éxito inmediato de ventas y crítica. Pero las mieles del éxito no llegaron fácilmente para Smith, quien transitó por diversas vocaciones antes de encontrarse plenamente convencida de que lo suyo era ser escritora, específicamente como escritora de novelas.
Periodismo, filología inglesa, danza e incluso cantante de jazz y comedia musical fueron algunas encarnaciones tempranas de Smith, de padre inglés y madre jamaicana. De hecho, actualmente trabaja con su esposo, el poeta Nick Laird en un musical sobre Franz Kafka.
Pero ha sido gracias a la calidez y sabiduría de su trabajo que Smith se posicionó como una escritora sumamente poderosa en lengua inglesa, y sus lectores y traducciones se han multiplicado proporcionalmente.
En mayo del 2014, Smith recibió el prestigioso premio Moth, durante el cual pronunció un hermoso discurso de aceptación titulado “Storytelling is a magical, ruthless discipline”, una oda y un resumen acerca de su pasión por contar historias, la cual se remonta a la escuela primaria. La solitaria niña Smith comenzó a ganar aceptación entre sus compañeros a partir de una pequeña historia: en una torre cerca de un parque infantil de su barrio, Smith afirmaba que vivía “una mujer joven y trágica, prisionera de un Dios que no quería que la chica se casara con su verdadero amor, Superman.”
La historia no tenía mucho sentido, admite Smith, pero a sus compañeros no les importaba y la historia seguía creciendo, incluyendo variantes y escenas donde la trágica joven lanzaba al cielo señales de humo: las nubes, mensajes para que Superman, su amor, la salvara. Pero en algún punto de la historia era necesario que los niños se pusieran una tachuela en la suela del zapato, y “mientras más gente pusiera tachuelas en su zapato, mayor el sonido que hicieran al caminar, y mientras más fuerte fuera el sonido al caminar, el — Oh, no me acuerdo. Debe haber habido una lógica para ello”, confiesa Smith, “pero ahora no puedo recordar lo que era.”
Cuando una compañera escéptica del creciente éxito literario de la pequeña Zadie amenazó con decirles a todos que su cuento era una estafa, Smith le puso el pie y la niña cayó al piso. Sin embargo, su enemiga no la delató. Lo que sintió después a continuación muestra que la magia y la brutalidad efectivamente se dan cita en el trabajo de vivir las historias que otros llamarían mentiras:
Llorando, sucia, yacía derrotada en el suelo, y la mirada que me lanzó nunca la he olvidado. Era una pregunta horrorizada: ¿Qué clase de persona es esta? Vino la enfermera; Anupma fue llevada a la sala médica para curarse, y hasta donde sé nunca me delato, ni tampoco en lo concerniente a mis mentiras ni a mi brutalidad esporádica. Por lo menos se me permitió pasar a clase sin ser molestada. Me reuní con mis compañeros de curso en la sala. “¿Qué es ese sonido?”, preguntó la profesora mientras entrábamos a clase. Tap tap tap. Me tomó un segundo volver en mí. Tachuelas en todos los zapatos.
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