25 años de Twin Peaks
Este 8 de abril se cumplen 25 años desde que la serie de televisión Twin Peaks se transmitió en la cadena ABC. Dirigida por David Lynch, Twin Peaks rápidamente se convirtió en un programa de culto, primero recibiendo gran aclamación de la crítica y luego perdiendo el apoyo de la cadena, para terminar sólo después de dos temporadas, aunque luego sería llevada al cine.
El misterioso asesinato de Laura Palmer, una hermosa chica con un lado salvaje, desencadena una serie de eventos dramáticos en un pequeño pueblo de Washington, donde las fuerzas de la luz y la oscuridad se debaten en su eterno conflicto. Un detective del FBI, con una extraña metodología basada en el budismo, la compasión, la telepatía y el chamanismo, es el encargado de investigar el caso y ver desde sus ojos foráneos las fascinantes particularidades de un pequeño pueblo: el olor de los abetos, el sabor del pay de cereza, la frescura del café negro por la mañana y la simpleza de sus habitantes (muchos de ellos con una doble vida), todo con una sensibilidad zen.
La madeja del crimen se va tejiendo y destejiendo e involucra a numerosos personajes del pueblo, desde el ambicioso dueño del hotel más grande de Twin Peaks, Ben Van Horn (y de un prostíbulo en la frontera canadiense), hasta un psicólogo basado en Terence McKenna, el Dr. Jacobi o el mismo padre de Laura Palmer, Leland, sonriente y delirante en su bipolaridad, poseído por una música invisible, y muchos otros. A lo largo de sus dos temporadas, Twin Peaks explora o parodia temas en lo límites de ordinario, como la comunicación extrasensorial, la ufología, la teosofía, la posesión, las sociedades secretas y por supuesto la inocencia y la pasión adolescente en su caída ante las fuerzas del mal y la corrupción del mundo moderno, todo envuelto de la perturbadora y melíflua música de Angelo Badalamenti, que establece el tono, entre crestas enamoradizas y valles embrujados.
Twin Peaks se convierte en un espacio psicogeográfico habitado por encantamientos, cobra su propia mitología y los personajes se vuelven entrañables exageraciones de la sociedad y la esoteria estadounidense. Como sugiere la frase popular: “pueblo chico, infierno grande”, el pueblo de Twin Peaks es el escenario ideal para explorar el oscuro corazón surrealista de Estados Unidos, lo bizarro se glorifica y trasciende en una original trama que podría describirse como una telenovela cósmica, una farsa ocultista o una especie de cuento de hadas noir, en el que las bellas princesas del pueblo inhalan cocaína en orgías con asesinos controlados por poderes ocultos y sucumben al llamado del bosque, desde donde emana una misteriosa e irresistible energía. El asalto de lo inexplicable en un diner/el misterio cotidiano: el jabón cósmico que inunda los pasillos.
David Lynch explota a sus anchas —en el día a día de dos temporadas— su particular culto a lo raro, permitiéndose escapes oníricos y constantes parodias de la televisión estadounidense. Algunos de estos frescos oníricos que se abren: la dimensión hipnagógica de un gigante extraterrestre con las claves de la muerte de Laura Palmer; un salón-cabaret másonico interdimensional (la logia negra) en el que el enano hace su baile y todo es un signo ominoso de elegante teatralidad; el vuelo de los búhos que “no son lo que parecen” o una partida de ajedrez que se desarrolla en el mundo real, eterno duelo mayéutico entre dos mentes o una serie dentro de la serie, Invitation to Love. Las pinceladas de humor son también memorables como el terrorífico vegetal Leo Johnson hipnotizado comiendo comida para bebé viendo la telenovela dentro de la telenovela, el superpoder mutante de Nadine, quien entra en un estado regresivo y se convierte en una adolescente de 40 años con más fuerza que todo el equipo de futbol americano, o los secretos koans que emiten los troncos de la Log Lady.
Quizás lo más notable de la serie es cómo se subvierten los arquetipos dramáticos de una historia, en particular los clichés de una telenovela y de una historia de crimen y suspenso, y enrarecidos se transmutan en secuencias hiperestilizadas, sofisticada y absurdamente melodramáticas, que revelan un extravagante folclor y nos hablan de la naturaleza humana con una belleza irreal. Twin Peaks pasará a la historia como una serie única llena de personajes memorables que fue capaz de imprimir la visión metafísica de Lynch a un género que operaba sobre esos terrenos sin conciencia de hacerlo, y abrir todo un espectro de posibilidades a un medio que en ese entonces no había dado muchos saltos de imaginación (y de verdadera calidad: entretenimiento inteligente). Una serie quizás demasiado avanzada para su audiencia y su tiempo.
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Fuente: Pijama Surf