Publicidad y televisión, una relación de amor-odio
POR M.A. La publicidad forma parte de la televisión desde los años 60. Los primeros spots agrupaban e hipnotizaban a las familias como pequeñas películas de intriga y los eclipsaban con sus canciones pegadizas. La costumbre de levantarse del sofá a la llegada de los anuncios es mucho más reciente. Una de las razones por las que cogimos “manía” a la publicidad eran los interminables pases en medio de un film y, especialmente, a cinco minutos de terminarse.
Tanto bajaban los índices de audiencia con el zapping, que las agencias de publicidad tuvieron que inventarse nuevos métodos para que aunque el espectador cambiara de canal, absorbiese publicidad. De allí salió el product placement o, para entendernos, cuando los mismos actores de las series intentan convencernos de que siempre beben leche de esa marca o lo bien que van algunas maquinillas de afeitar. Este método también adoptó otro formato, y es camuflar productos en las series pero de tal forma que la marca en cuestión se leyera perfectamente.
La evolución de la publicidad va relacionada con la televisión pues a ella le debe su auge y su caída. Las empresas invertían mayor parte de su presupuesto en la pequeña creación audiovisual que definiría su nuevo producto y, hoy en día, tan solo las grandes marcas lo mantienen y cuando hay un anuncio nuevo, la sorpresa es de muchos.
Un factor que jugó una mala pasada a la publicidad fue la retirada de los anuncios en la programación de TVE. Hecho duro en un principio pero innovación desde el otro punto de vista, pues, si nos fijamos, las marcas que realmente quieren llegar al público de la cadena, lo consiguen igual.
Así pues, la publicidad y la televisión tienen una relación de amor-odio que seguro se mantiene muchos años más, de una forma u otra. Y sino, siempre nos quedará Internet.