Camille hecha añicos

 

Por Beatriz Cobo

Camille, Museo Rodin, París
Foto: Beatriz Cobo

Uno de los rincones exquisitos en los que me gusta perderme cada vez que viajo a París es el Museo Rodin, un palacete de estilo neoclásico estructurado en pequeñas habitaciones y rodeado de un encantador jardín, entre cuyos setos y plazuelas nos sorprenden réplicas de las obras más emblemáticas del ilustre escultor, quien residió allí desde 1908. En mi primera visita en época universitaria descubrí la figura de Camille Claudel, alumna, colaboradora, amante y musa de Rodin, a la que el museo dedica varias salas.

La compañía TurliTava, especializada en un teatro de cámara, directo, cercano, y emocional, ha realizado durante varios meses una investigación sobre la apasionante vida y obra de la escultora francesa para ofrecernos – en el evocador Teatro de la Puerta Estrecha de Lavapiés– Camille, puesta en escena centrada en la parte más trágica de su historia: los treinta años que pasó recluida en el asilo de Montdeverges (Francia) por orden de su familia.

La vocación artística de Camille Claudel (1864-1943) se fraguó ya desde niña cuando jugaba a moldear arcilla. Desde que conoció a Rodin, en 1882, hasta 1892, fecha en que ella decide romper con una relación amorosa que se había tornado destructiva, ambos se vieron despojados ya siempre de calma y estabilidad.

Precisamente, la artista fue muy criticada por la relación que mantenía con su maestro: un hombre burgués, comprometido, bastante mayor que ella, que en determinado momento no dudó en aprovecharse de su trabajo y su creatividad. Camille, sumida en una gran depresión, comenzó a desarrollar crisis nerviosas, que la llevaron a destruir muchas de sus obras. Los médicos le diagnosticaron manía persecutoria y la consideraron una amenaza para sí misma. Sin embargo, sus cartas son el testimonio de una mujer serena y fuerte, a la que su familia temía debido a sus ideas modernas y comportamientos atrevidos. El poeta y dramaturgo Paul Claudel, con una carrera diplomática en alza, apoyó el encierro de su hermana por miedo a que su actitud escandalosa pudiera perjudicarle. En 2013 se ha conmemorado el 70° aniversario de su muerte.

“Todo lo que me ha sucedido es más que una novela, es una epopeya, la Ilíada y la Odisea y sería necesario un Homero para contarlo. No lo emprenderé hoy y no quiero entristecerle. Estoy en un abismo. Vivo en un mundo tan curioso, tan extraño. Del sueño que fue mi vida, esto es la pesadilla.”

Camille Claudel a Eugène Blot, Psiquiátrico de Montdevergues

Camille, TurliTava TeatroLa dramaturga Jana Pacheco, que también dirige el montaje, ha estructurado el texto partiendo de tres fuentes: las cartas que la artista escribió durante su encierro, el texto dramático Locas, de Sandra Massera, y el estudio de las esculturas de la artista. La pieza está concebida como un ‘monólogo a varias voces’, haciendo aparecer a través de Camille al resto de sus interlocutores. Por lo tanto, uno de los principales retos del equipo era encontrar acciones que dinamizaran el texto. Y aquí, la intuición, la organicidad, y las tablas de Vicky Peinado logran apresarnos con ella. La andaluza une su nombre al de otras excelentes e inolvidables actrices que se han atrevido a encarnar un personaje tan fascinante, como Isabelle Adjani o Juliette Binoche (esta última en una versión cinematográfica reciente, de 2013, dirigida por Bruno Dumont).

Pero no asistimos al tormento de una mujer loca, sino de una mujer encerrada, privada de libertad –según ella, injustamente–, una suerte de Segismunda sin esperanza, condenada a marchitarse sin el agua que es su arte, y en consecuencia, a morir en vida.

Hay hallazgos atmosféricos como la gotera en directo, la penumbra precisa, la frialdad de la estancia, la escenografía de pared desnuda y esencial que la propia sala favorece… Y un catre, una palangana, unas cuerdas, un cajón desvencijado, un vestido hecho jirones, y poco más. Sugerentes pinceladas de danza contemporánea –esbozadas por Chus de la Cruz–, arropan el drama.

Se echa en falta tal vez más plasticidad en escena, más juego -aunque fuese a nivel simbólico-  con los materiales e instrumentos con los que la escultora oficiaba su mise en scène cotidiana antes de que se los arrebataran.

El espacio sonoro, cuidadosamente diseñado, contribuye a retratar el universo agónico de Camille en su retiro. Aunque, ¡ay!, en ocasiones desearíamos que esa música etérea y melancólica nos envolviera con más potencia.

Una de las mayores sorpresas para quien no conozca esta sala es el singularísimo espacio del Teatro de la Puerta Estrecha, cuyo recibidor plagado de detalles de época nos hace viajar a un desván mágico, habitado por recuerdos de otros cómicos, de obras que pasaron en otro tiempo…; lugar que se presta de forma idónea a reivindicar la memoria de la artista y recrear su encierro.

 

Camille

Producción: TurliTava Teatro

Dirección y dramaturgia: Jana Pacheco

Texto Original: Locas, de Sandra Massera

Interpretación: Victoria Peinado Vergara

Escenografía y Diseño Gráfico: Nicolás Fryd

Espacio Sonoro: Manu Vega y Alfonso Sáenz (Sogorda y Surfea) y Fernando Epélde

Lugar: Teatro de La Puerta Estrecha. Calle del Amparo, 94 (Lavapiés)

Fechas: De viernes a domingo hasta finales de marzo

Horario: 20.30h.

One thought on “Camille hecha añicos

  • el 25 febrero, 2014 a las 9:05 am
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    Al diplomático, poeta, ensayista y dramaturgo Paul Claudel se le suele atribuir (en biografías, películas y obras teatrales sobre Camille) una responsabilidad que no tuvo, ya que sólo le llevaba 4 años, cuando la madre de ambos decidió por la fuerza ingresar a la escultora en psiquiátrico. La prueba está que hay mucha documentación de las afectuosas cartas que ella le escribió. La última que escribió, ya con 78 años, va dirigida a su hermano desde el asilo donde morirá poco después. Allí deja constancia de la auténtica tragedia de su vida: el desprecio de la madre. “Todos los días pienso en mamá. No la he vuelto a ver desde aquel día en que tomaron la funesta resolución de enviarme al asilo de locos! Pienso en ese lindo retrato que hice de ella a la sombra, en nuestro bello jardín. Aquellos grandes ojos en dónde se leía un dolor secreto, el espíritu de resignación que reinaba sobre toda su figura, sus manos cruzadas sobre sus rodillas en completa abnegación: todo daba cuenta de la modestia, del sentimiento del deber llevado
    hasta el exceso, esa era nuestra pobre mamá. No he vuelto a ver jamás ese retrato (ni a ella).Si oyes algo de eso, por favor cuéntame. No creo que el odioso personaje del que te hablo de vez en cuando (Rodin),
    haya tenido la osadía de atribuírselo, como mis otras obras, eso sería ya demasiado fuerte, el retrato de mi madre!”. Esta y otras cartas retratan el dulce carácter de Camille, capaz de comprender de esta manera a la mujer que destrozó su vida y que con crueldad ilimitada despreció, incapaz de visitarla con un mínimo de afecto.

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