Velázquez y la familia de Felipe IV
Por María J. Pérez.
Hasta el 9 de febrero de 2014
Cuando hablamos del museo del Prado es inevitable asociarlo a la figura de Diego de Velázquez y su obra como parte integrante de su colección. De esta manera, Javier Portús, comisario de la actual exposición sobre el pintor, muestra una determinada faceta y un momento específico de su trayectoria, con el objeto de acercarnos, una vez más, a su personalidad y genio.
Bajo el título de “Velázquez y la familia de Felipe IV”, la muestra acoge los últimos once años de producción pictórica de Velázquez, en el que se dedicó, casi en exclusividad, al retrato y al servicio del rey Felipe IV -como pintor de corte-, además de la continuación de su obra a través de sus sucesores, Carreño de Miranda y Martínez del Mazo.
Obras nunca vistas anteriormente en España, que abarcan dos de las etapas menos difundidas de Velázquez: el segundo viaje que realizó a Italia, y los retratos femeninos e infantiles de la familia de Felipe IV a su vuelta a Madrid, nos muestran la genialidad del pintor barroco.
El retrato en Velázquez: técnica y maestría
El Siglo de Oro, un momento espléndido en la cultura del país, es el marco donde Diego Rodríguez de Silva y Velázquez (1599-1660) desarrolló su arte hallando sus referentes en las colecciones reales y en las obras de los pintores tras sus viajes a Italia. Asimismo, su influencia atrajo a naturalistas, impresionistas y generaciones posteriores de artistas.
De gran rapidez en la ejecución pictórica, Velázquez convierte el retrato en una interpretación magistral con una técnica naturalista, el dominio compositivo, junto el uso de una gama cromática muy restringida y el trazo suelto lleno de detallismo y precisión.
Un recorrido por el retrato y la cultura cortesana
Dividida en seis secciones, la exhibición reúne 29 retratos, que arrancan, con el título “De Roma a Madrid”, en el segundo viaje del artista sevillano a Italia -de 1648 hasta 1651- en la que, además de tener la misión de adquirir obras de arte y contratar fresquistas, realizó doce retratos, cuatro de los cuales están en la exposición.
El primero que compone la muestra es la versión que Velázquez trajo a Madrid del Papa Inocencio X, del Wellington Museum de Londres. Un retrato que rompe todos los esquemas existentes hasta entonces confiriendo a la imagen –en tonos encarnados y nacarados-, un aspecto terrenal e impetuoso consiguiendo establecer una comunicación directa con el espectador.
Le acompañan dos retratos cardenalicios en los que plasma con intensidad la personalidad de Camillo Massimo, y Camillo Astalli Pamphilj, así como en el de Ferdinando Brandani, (barbero del Papa o banquero).
Aunque los retratos cortesanos papales y españoles comparten recursos compositivos, la diferencia entre unos y otros estriba en la distancia emocional de estos últimos respecto a la sensación de vida que despiertan los primeros mediante recursos que exaltan la empatía.
Esta distinción la podemos observar en el caso de los dos lienzos que cuenta también esta sección de Felipe IV, donde su rostro refleja inexpresividad y forma una barrera infranqueable entre el rey y el público.
Los once retratos restantes de Velázquez corresponden a la etapa en la que el rey contrae segundas nupcias con Mariana de Austria, tras el fallecimiento de su primera mujer y la de su hijo Baltasar Carlos y reclama el regreso de Roma del pintor para cubrir la gran demanda de lienzos surgida por este acontecimiento y el nacimiento de los nuevos descendientes.
Como metáfora de un proceso de cambio se representa a María Teresa, única hija del rey cuando se casó con Mariana de Austria, con el detalle de mariposas en la cabeza, en la segunda sala: “Las dos primas”, que comparte con la nueva reina (algunos de los cuadros proceden del Kunst Historisches Museum de Viena y del Metropolitan de Nueva York) en la que se utiliza una gama cromática más amplia y cálida.
Una concentración de Margaritas con vestidos de diferentes colores invade la sección tercera de la muestra. Originales del artista y versiones realizadas en su taller y por Martínez del Mazo conviven juntas para invitarnos a realizar un ejercicio visual de comparación entre unas y otras, quizás bajo un prisma en el que intervienen perspectiva y profundidad.
Junto a la Infanta Margarita, un Felipe Próspero realizado a base de rojos y blancos bajo una atmósfera cargada de misterio, permite traslucir, mediante su imagen y los detalles que lo acompañan, las esperanzas de sucesión dinásticas que se malograron con su muerte en 1661.
Y no podía faltar la obra cumbre de Diego de Velázquez, Las Meninas o la familia de Felipe IV (1656), con el extraordinario aparato escenográfico y su complejidad compositiva y narrativa que, aunque permanece en su lugar habitual, es parte fundamental de la muestra a la que se dedica el cuarto apartado.
Otras Meninas, las atribuidas a Martínez del Mazo, yerno del artista, se presentan por primera vez en España venidas de Kingston Lacy (Gran Bretaña) como parte de las dos últimas secciones dedicadas a las obras realizadas en el taller de Velázquez y a sus sucesores del Mazo y Carreño.
Estos artistas, partiendo de propuestas de su maestro, modernizan la iconografía real con un estilo más barroco e integrando, como escenario, los ámbitos palaciegos.
Así es el caso de Mariana de Austria, (1666) de Martínez del Mazo, representada con gran boato, vestida de negro y con un papel en la mano, como símbolo del poder que ostentaba como regente o el de Carreño de Miranda, que se enfrentó a los modelos con mayor libertad que su mentor, entre los que destacan los dos cuadros de Carlos II, al que interpreta con un desvalimiento implacable.
La exposición invita a repasar uno de los momentos más brillantes y con mayor personalidad de este genio de la pintura universal, Diego de Velázquez, en una magnífica lección de talento que nos descubre su evolución creativa y versatilidad técnica, a la vez que la crónica de una familia real y los lazos diplomáticos que se articularon en la corte española a través de una espléndida interpretación del retrato.
Muy interesante. Voy a verla fijo.
Pocos países pueden presumir de un genio de esta categoría.
La exposición es magnífica y este artículo describe estupendamente su significado como crónica de la familia real de Felipe IV.
Alicia
Como siempre Interesante! Hay que visitarla. Muchas gracias!