Estilo y estilete
Amour fou. Marta Sanz. La Pereza Ediciones, Corp. Miami; Florida. 142 páginas. 15.19 dólares.
Por Francisco Balbuena
En esta perturbadora novela, Amour Fou ─prólogo de Isaac Rosa─, la escritora Marta Sanz ejercita una muestra más de su maestría técnica de hálito lírico en su brillante trayectoria literaria. Para contarnos su historia se sale de los campos tantas veces binados en la novelística y, con base en un bastidor todavía sin cañamazo, renglón a renglón establece un patrón de petit point. A partir de ahí, todo un relato deslumbrante se dibuja en distintas voces que entretejen el paño del mundo, el encaje de varias vidas que muy bien pudieran ser muchas vidas que todos hemos sentido o conocido.
En efecto, como en el arte del bordado a petit point, hay dos hilos conductores del argumento que se cruzan y que van formando un relato de amores perros, de amores perdidos, de amores rencorosos, de amores limpios, de amores sublimes, de amores dudosos, de amores a trasmano y, sobre todo, de amores locos. En realidad hay más de dos hilos, porque esta novela forma un bordado de primor, no un vulgar tejido de aspillera.
El primer hilo corresponde a Lala, profesora de instituto, progresista, rebelde, enfurecida contra las injusticias y los abusos de que ha sido objeto, abusos públicos y abusos íntimos. El segundo es Raymond, un artista en todos los sentidos; un tipo equívoco, presuntuoso, inquietante, un pobre hombre con más peligro que una navaja cabritera y que cuenta su propia versión de su pasada relación sentimental con Lala. También encontramos el hilo de Adrián, el marido de Lala, abogado de pleitos pobres; un sujeto íntegro pero a quien sentimos con puntos débiles o vulnerables. Y está el hilo de Eliza, hija de papá, elitista y demente; circunstancialmente pobre porque le gusta vivir bien, y cocinera de la guía Michelín porque le encanta dar de comer con saña. En el presente Eliza forma pareja con Raymond, pero anteriormente mantuvo un romance con Adrián, y quizá tuvo una hija con él.
Acompañando a estos cuatro hilos de distintos colores, se extienden las hebras del entorno en tonos de tornasol. Pertenecen a otros muchos personajes que en conjunto nos proyectan el tapiz al fresco de una sociedad un tanto dolida, desquiciada, alterada, hosca, desnortada; una sociedad llena de cicatrices, como Sanz muy bien se encarga de que lo notemos con su estilo y su estilete.
El estilo de escritura es fundamental en toda la obra de Marta Sanz; en consecuencia, ningún párrafo suyo de prosa o verso de poema aparece expósito de autor. Que aprendan esas generaciones de yogurines y petitsuisses de la narrativa: como en un Stradivarius, el novelista ha de poseer una pieza que se llama alma. Que aprendan esos editores que piensan que publicar una novela es un mero ejercicio de pederastia con inocentes. Marta Sanz posee la gracia divina de la forma en la palabra, la dureza de la rabia y del dolor; innumerables legiones de otros, tiernos y delicados, en cambio, redactan esaboríos trucos del almendruco. Basta poner la mirada sobre los textos de Sanz para que se la reconozca a veinte mil leguas de viaje literario, y por ello se la disfruta. Su estilo es proteico, poético, procaz, protónico, proterozoico, procreador, profético, promiscuo, profanador y prometeico. Como a quien les habla le gusta escribir con óleo, así Sanz escribe con todos los humores concebibles del cuerpo humano y además con los humores burlones del espíritu.
El estilete de Amor Fou es el instrumento cortante con el que su autora va trazando los hilos de su trama. Son hilos que se perciben rasgados con el filo de una daga a través de las carnes de Lala, de Raymond, de Adrián y de Eliza. Sus relaciones amorosas les han infringido tales heridas. Esta es una historia cruenta y negra, puesto que no hay locura de amor que transcurra entre cincuenta leves sombras grises. Esta es una historia desasosegante para el lector, además de su recompensa liberadora para entender el mundo que se borda en el cañamazo de nuestra actual existencia.
Ese lector puede llegar a la conclusión, por ejemplo, viendo a Lala, a Raymond, a Adrián y a Eliza en su trajín de petit point, que las vidas que se cruzan en una relación sentimental para luego proseguir cada una por su camino se hacen todo el daño posible; del mismo modo que, en sentido contrario, las vidas o hilos que transcurren paralelas salvan su amor. Pero asimismo tal lector puede especular que el otro, el otro hilo que nos acompaña, quien va a nuestra vera y a nuestro par de sentimientos, posee una carga de perturbación que al mínimo roce tangencial en las profundidades de su ser nos producirá un daño insoportable, al igual que nosotros también le heriremos. Tengamos en cuenta que las bordadoras siempre han compuesto sus labores en los planos de una geometría euclidiana. Sin embargo, Marta Sanz con su Amour Fou nos deja entrever, inquietantemente, de acuerdo a la moderna geometría de Bernhard Riemann, que esos hilos paralelos en alguna parte por venir también se cruzan. Nadie está loco sin una ofensa, pero nadie ama a otro sin un destino.