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La guerra se ha definido como la política conducida por otros medios; sin embargo, no todas las armas químicas usadas en la guerra tienen la destructiva forma de una bomba –pueden ser armas tan pequeñas como una pastilla. El premio Nobel de Literatura de 1972, Heinrich Böll, escribió desde las trincheras de la Segunda Guerra Mundial a sus padres, contándoles sobre el arma secreta del Führer para lanzar soldados más bravos a la batalla.

Böll describió el uso de una píldora llamada Pervitin, cuya estructura molecular resulta ser la misma que el crystal, una poderosa metanfetamina usada en nuestros días con fines recreativos. La droga era muy popular en los años 30, por lo que su reputación llegó a los altos mandos de los ejércitos de Hitler y fue producida por millones para abastecer a los soldados en los distintos frentes. En sus cartas, Böll describe el Pervitin como un “auxiliar del estado de alerta”, pues la sustancia era utilizada en las largas jornadas en las trincheras, al igual que por los pilotos de la temible fuerza de aviadores alemana.

La metanfetamina (no confundir con la piedra de cocaína o crack) era sólo uno más dentro del arsenal de estimulantes del Reich, entre los que se contaba el alcohol, que era distribuido generosamente en las barracas de los soldados alemanes. Según un reporte de la BBC, Hitler mismo recibió una inyección diaria de metanfetamina desde 1942 hasta su muerte en 1945.

Los efectos iniciales de la metanfetamina son intensamente placenteros y son una poderosa fuente de energía –pero el pico de la intensidad, a través del abuso de la sustancia, es más difícil de alcanzar, por lo que el usuario consume mayores cantidades para obtener un resultado cada vez menor; sus efectos secundarios incluyen ansiedad, confusión, insomnión, trastornos del carácter, y comportamiento agresivo además de alucinaciones auditivas y visuales.

[Huffington Post]