Por primera vez en la Semana Negra
Por HELENA COSANO. La primera vez siempre tiene algo ceremonioso, incluso retrospectivamente nostálgico, siempre será única e irrepetible.
Hoy inauguro est blog de Club-Culturamas. No es solamente mi primera entrada aquí, sino la primera en toda mi vida. Nunca antes había escrito un blog. “C’est le premier pasquicoûte”, pues como dicen los franceses, lo más difícil es dar el primer paso o poner la primera piedra: la primera vez. El resto, siguiendo el impulso inicial y por inercia, parece fluir. No me creía capaz de hacerlo, la tecnología me parecía una barrera insuperable y el mundo virtual me inspira el mismo terror que una jungla llena de bestias y alimañas anónimas al acecho en una noche sin luna. Pronto, espero, me acostumbraré, se instalará el hábito, luego la rutina, y escribir en este blog terminará siendo algo tan trivial como el café de la mañana.
Pero la primera vez siempre merecerá ser recordada: sábado 6 de julio de 2013, muerta de frío en un hotelito de Gijón, en el Principado de Asturias.
También es la primera vez que asisto a la Semana Negra. Y la primera vez que me veo acreditada como “prensa”, lo cual me honra pero no deja de sorprenderme, hasta el punto de que, siempre que veo la tarjetita oficial con mi nombre y “prensa”, tengo la sensación de que se trata de un error.
La Semana Negra, para los que son aún tan vírgenes como yo, es el festival literario más famoso de España. Como nos cuenta la Wiki: nació en 1988 gracias a la iniciativa del escritor Paco Ignacio Taibo II y se celebra anualmente en Gijón. Está organizado por la Asociación Cultural “Semana Negra” gracias a las subvenciones del Ayuntamiento de la ciudad y del Gobierno del Principado de Asturias, además de diversos patrocinadores privados. Comenzó dedicado exclusivamente a la novela negra, pero se ha ido ampliando a la ciencia-ficción, la fantasía, el cine documental, los cómics, la poesía o la novela histórica. Luis Paraja es el director desde el año pasado, sustituyendo tras un cuarto de siglo al escritor mexicano Paco Ignacio Taibo, el fundador. Ayer, viernes 5 de julio, se inauguró la vigésimo sexta edición del festival.
Para nosotros, la aventura comenzó a las 9:45 de la mañana en el hall del Hotel Husa de Madrid, en la Estación de Chamartín, al parecer “como todos los años”, para coger juntos el Tren Negro camino a Gijón. Ya en el hotel, fue para mí muy grato encontrarme con viejos amigos, algunos a los que no veía desde hacía varios años, que me fueron aleccionando sobre lo que me esperaba. Prácticamente todos habían participado otras veces en la Semana Negra, algunos habían asistido TODOS los años desde que en 1988 se fundó el Festival: Yampi, el músico, me contó que lleva 23 años asistiendo a la Semana Negra, y que no es el más veterano. Está empíricamente demostrado: la Semana Negra es especial. Es el único festival literario capaz de crear esa crónica adicción.
El denominado “Tren Negro” es toda una institución: Me contaron que otras veces había sido un tren especial para los participantes del evento, un tren antiguo de madera que hacía soñar con otros tiempos. Este año es un tren compartido con viajeros “normales”, pero dos vagones son nuestros y solo nuestros. En ellos comienza la fiesta. Nos distribuyeron el primer número gratuito de “A quemarropa”, el diario de la Semana Negra, y un ejemplar de “Mongolia”, que yo leí entonces por primera vez y que recomiendo a todos encarecidamente, porque me provocó uno de los ataques de risa más estrepitosos de mi vida. Música, pintura, charlas con autores, fotógrafos, periodistas, algunos venidos de muy lejos. Es un mundo paralelo de arte y creatividad, con gente llena de ideas y de buen humor, personas variopintas, que han viajado desde diversos puntos no sólo de nuestra Península, sino del mundo: conocí a varios escritores argentinos, un francés, una austriaca, algún uruguayo, etc… Recordaré con especial cariño la guitarra de Yampi, y cómo me impresionó observar la forma de hacer retratos de Félix de la Concha, en el tren en marcha y mientras conversa con los autores.
También es la primera vez que visito Asturias. Apenas he viajado por el norte de España. Conocía por fotos los hermosos paisajes verdes que recuerdan Suiza o el Reino-Unido, pero no esperaba una diferencia tal de temperatura: tras los calores sofocantes de Madrid y el fresquillo seco del tren, la sorpresa fue el frío húmedo que nos abrazó al pisar tierra firme. Nos dio la bienvenida una banda de músicos, y nos dirigimos al hotel, que, según me dicen, es tradicionalmente el Don Manuel para los autores. Los de prensa: al Hotel Castilla. En mi caso, comparto habitación con una encantadora periodista mejicana que me explicó como si tal cosa que redacta cuatro crónicas diarias y que siempre se levanta a las tres de la madrugada para trabajar.
¡Qué hermosa ciudad es Gijón! Tras un paseíto turístico por sus calles peatonales, quedamos todos en el hotel Don Manuel, y de allí nos trasladamos a la recepción que nos ofreció el Ayuntamiento para darnos la bienvenida. Y de allí, ¡al festival! La sede, este año, es el Naval de Gijón, un recinto fantástico de más de 50.000 metros cuadrados, aunque al parecer el emplazamiento ha estado rodeado de polémica. Anuncian a más de cien autores, treinta librerías y un millón de asistentes. Y, citando a Daniel Arjona en “El Cultural.es”, entre la muchedumbre habrá que estar ojo avizor para no perder la pista de escritores como Dolores Redondo, Alicia Giménez Bartlett, Elia Barceló, Andreu Martín, Emilio Bueso, Antonio Skármeta, Fernando Marías, Frank Thilliez, Carlos Salem, Guillermo Saccomanno, Harkaitz Cano, Cristina Fallarás, Howard Chaykin, Ignacio del Valle, Javier Calvo, Lorenzo Silva, Luis Artigue, Javier García Sánchez, Luis Sepúlveda, Joe Haldeman, José María Merino, Juan Madrid, Noemí G. Sabugal, Juan Miguel Aguilera, Petros Márkaris, Laura Fernández, Rafael Reig, Simon Scarrow o Susana Vallejo.
No me lo esperaba así. Lo imaginaba más parecido a las Ferias del Libro, es decir: más formal, más serio, menos divertido. Pero lo más característico de este festival es sin duda la inusual simbiosis de actos culturales con diversos eventos lúdicos, que le dan un aire alegre de feria popular, con música de todo tipo, terrazas al aire libre, mercadillos con objetos exóticos, churrerías y “gufrerías”, bebidas y tapas, mariscos, con lo que actos culturales “serios”, como conciertos, charlas literarias, presentaciones de libros o recitales, se suceden armoniosamente entre rifas, churros y copas.
Al fin, tras música de banda, cortaron la cinta y el Festival quedó oficialmente inaugurado.
Siguieron para nosotros horas de paseos entre las carpas, ojeando y comprando libros, bebiendo, picando y conversando hasta altas horas de la noche. ¡La Semana Negra ha comenzado! Es una fiesta, y ya comprendo por qué crea adicción. Ya soy un poquito “menos virgen”. Y mañana, que ya no será mi primera vez, seguiré contando.
Cuando una escritora cuenta un viaje como tú lo cuentas nos hace viajar a todos los lectores. Y vivir. Ese es el don de la buena literatura: hacer surgir las imágenes de las palabras. Qué crónica tan luminosa – y alegre – para una semana tan “negra”, aunque tan llena de color. Gracias, Helena, por hacernos coger el tren de las letras, tu tren, lleno de imaginación y buena escritura. Hoy Madrid – y el resto de España – tiene, a través de Culturamas y tu narración, una espléndida ventana abierta a la cornisa norte de los sueños. Buen comienzo. Muchas gracias por llevarnos a Gijón y a un evento clásico, pero siempre nuevo, sin haber tenido que movernos de nuestros personales “asentamientos”. Crear memoria, incluso en los que no viven directamente las situaciones, solo lo puede hacer un buen escritor.