El último dinosaurio, el lúcido testimonio de Hunter S. Thompson
Por Anna Maria Iglesia
@AnnaMIglesia
El último dinosaurio
Hunter S. Thompson
Ed. Gallo Nero, 2013
Calculó su vida en páginas, en las páginas que regularmente escribía bolígrafo en mano durante la noche; sería su ayudante quien, por la mañana, pasaría a máquina las 5 hojas que Hunter S. Thompson solía dejar escritas. No llegó nunca a utilizar el ordenador, no le gustaba el silencio de la nueva tecnología: el bolígrafo y la máquina de escribir pronto se convirtieron en sus más fieles compañeros de viaje. En el ordenador resulta demasiado fácil borrar para volver a escribir, afirmaba Hunter S. Thompson en una entrevista, mientras señalaba una vieja máquina de escribir: tras horas sentado frente a las viejas y ruidosas teclas, “me gusta pensar que”, confiesa en magistral periodista, “está correcto”. “Nunca des marcha atrás”, aconseja el autor de Miedo y asco en Las Vegas, y nunca “rescribas mientras estás trabajando. Sigue como si fuera definitivo”. Hunter S. Thompson nunca retrocedió; en el periodismo todo retroceso es una derrota y Thompso lo sabía. No bastaba con relatar los sucesos, el periodista debía ser testigo de ellos, debía convertirse en un protagonista más de la historia que posteriormente relataría en su columna. Thompson no solo borró la distancia que separa la redacción del escenario de la noticia, sino que, con su estilo “puro gonzo” -así lo definió en su día Tom Wolfe– borró la frontera genérica que separa el periodismo de la narrativa. “Siempre he pensado” afirmaba Thompson en el año 2000, “que el periodismo es como un pasaporte y que yo pretendía hacer cosas más elevadas. Novelas”; el joven periodista aspiraba, en los lejanos años sesenta, “llegar a ser un escritor de verdad”, objetivo que consiguió sin nunca abandonar el oficio de periodista. Discípulos privilegiados de la obra de Truman Capote, la generación de la que formaba parte el propio Thompson escapó de un periodismo que, en los años sesenta, no podía seguir siendo el “trabajo tan ruin” en el que se había convertido; los “nuevos periodistas” traspasaron los límites convencionales que el periodismo había marcado hasta entonces en el intento de redefinir un oficio que por entonces parecía agotado. Fue entonces cuando no sólo cambió la forma estilística de los artículos, no sólo la búsqueda del material abandonó el sedentarismo y la inercia que la había dominado, sino que los nuevos periodistas mostraron que “en un artículo, en periodismo”, recuerda Tom Wolfe en sus memorias, “se podía recurrir a cualquier artificio literario, desde los tradicionales dialoguismos del ensayo hasta el monólogo interior y emplear muchos géneros diferentes simultáneamente, o dentro de un espacio relativamente breve… para provocar al lector de forma a la vez intelectual y emotiva”.
Hunter S Thompson nunca dejó indiferentes a los lectores; sus textos impregnados de realidad y de cruel, pero necesaria, sinceridad describieron, en palabras de Corey Seymour, “de un modo perspicaz la política, la cultura y los deportes, al igual que lo que queda del Sueño Americano en el apocalíptico cambio de siglo”. Nada escapó de su mirada: Thompson nunca dejó nada atrás, en el silencio de lo no relatado, no dudó en sumergirse en el oscuro y desconocido mundo de los Ángeles del Infierno o en perderse en Las Vegas para describir el fracasado sueño americano teñido de excesos, de miedos y de ascos. Su estilo claro, directo y, en ocasiones, socialmente incómodo era su distintivo, su firma en cada uno de sus textos, pero también en cada una de sus manifestaciones públicas. Para muchos Thompson era políticamente incorrecto, para otros, sin embargo, fue la imagen del periodista sin pudor, aquel que no se esconde y no esconde lo incómodo tras hipócritas pantallas. Como indica el propio título del libro editado por Gallo Nero, Thompson fue El último dinosaurio y prueba de ello es esta extraordinaria recopilación de entrevistas realizada por la editorial de Madrid.
Si bien suele decirse que a lo largo de una entrevista, es el entrevistado quien se retrata a través de cada una de las preguntas que realiza, mientras en el entrevistado puede esconderse tras la retórica de las respuestas, en esta ocasión El último dinosaurio traza un retrato de aquel gran periodista llamado Hunter S. Thompson. A través de las entrevistas, el periodista norteamericano relata con el mismo impúdico realismo su trayectoria profesional, marcada por la constante crítica a la sociedad norteamericana y al poder. Nada queda de aquel prometido sueño americano, la realidad que descubrió Thompson en cada uno de sus textos está muy lejos de aquella vacía promesa, un espejismo tras el cual se esconde la nada. En estas entrevistas, la personalidad de Thompson se hace evidente en cada una de sus respuestas; lejos de la falaz retórica de lo “políticamente correcto”, el entrevistado se confiesa “un verdadero adicto a la adrenalida; nunca consigo hacer nada sin la presión de una fecha de entrega imposible”. Y así, víctima de la presión de la entrega, en 1970 Thompson escribió para el Scarlan’s Monthly, El Derby the Kentucky es decadente y depravado, artículo considerado el origen del periodismo a lo gonzo que Thompson nunca dejó de practicar. Escrito desde la adrenalítica subjetividad, desde la presión por la entrega, al periodista le bastó una única y continuada sesión de escritura para tener terminado el artículo, unas anotaciones que, escritas en primera persona, describían sin la aparente objetividad del estilo académico la decadencia del Derby. Ese artículo marcó la carrera profesional de Thompson, quien, confiesa en una de las entrevistas, no dudó en volver a sumergirse en la depravación, en este caso, la depravación política durante la campaña electoral de 1972. “Llamé a los guardias nazis chupapollas o algo así, y para conseguir entrar en la Casa Blanca tuve que prometer que no llamaría a nadie nazi chupapollas”, relataba Thompson a lo largo de una entrevista de 1977 para el High Times; en ésta y en todas las otras entrevistas reunidas en El último dinosaurio, el periodista y escritor no sólo relata sus métodos, no sólo rememora las anécdotas vividas, sino que traza el retrato de un periodista cuyo principal objetivo es el de relatar las sórdidas realidades que se escondían, y todavía hoy se esconden, tras la fachada de un sistema político, económico y social completamente agotado. Thompson era ya consciente de que el sueño no era más que un recuerdo lejano, ahora, mirando hacia atrás y recordando las palabras del propio Thompson –“no estoy seguro de que vayamos a llegar al año 2000 ni tampoco de si haríamos bien en llegar”- cabe sólo preguntarse si en verdad ese sueño nunca llegó a ser real.
Con El último dinosaurio, Gallo Nero ofrece a sus lectores el testimonio lúcido, sincero y honesto de uno de los grandes del periodismo. Hunter S. Thompson convirtió su profesión en un ejercicio de libertad: “la libertad es un reto”, afirmaba, “tú decides quén eres según lo que hacer”. Frente a la duda, Thompson siempre supo que dirección tomar, pues, haciendo apropiándose de la lección de Hemingway, era consciente que el camino del periodismo es el camino de la verdad, aquel que uno emprender consciente de que “tienes que llevar razón en tus opiniones”.