Luces de Antimonio
Heberto de Sysmo y Okoriades Varacri
Ediciones Ateneo Blasco Ibáñez, Valencia, diciembre 2011
Por Gregorio Muelas Bermúdez
Luces de Antimonio es una antología poética escrita a cuatro manos por dos autores emergentes de la nueva poesía valenciana, Heberto de Sysmo y Okoriades Varacri, pseudónimos literarios de José Antonio Olmedo López-Amor y Juan Antonio López-Amor Martínez respectivamente, sobrino y tío. Este nexo familiar ofrece a esta primera obra de los autores una armoniosa unidad dadas las muchas complicidades que se establecen entre ambos y la influencia mutua que se aprecia en ciertas composiciones, así como el gusto compartido por lo esotérico como instrumento válido para trascender lo mundano.
Más allá de las ideas y sentimientos propios de cada autor, ambos obran el milagro alquímico, el mismo título da cuenta de ese interés común por la magia y el misterio que dimana de la palabra como fuente inagotable de saber, de transmitir con pasión contenida, si por tal podemos entender el continente que ofrece el infinito marco de las palabras, los hechos y deshechos que anidan en el corazón y el alma humana.
De poesía lenitiva podríamos calificar el enciclopédico esfuerzo de los autores por transcribir su universo creativo, pues el hecho de expresar con rabia o con dolor las experiencias sirve de consuelo. Como si de un acto de exorcismo se tratara se acusan las injusticias de un mundo que se deshumaniza a pasos agigantados, qué mejor forma de frenar esa creciente deshumanización que levantar diques merced a la cultura contra el furioso mar/ mal de la ignorancia. El mundo duele y es un dolor ambiguo por cuanto a veces nos regocijamos en él y otras lo conjuramos con alivio.
Heberto de Sysmo inicia su antología con un beso huracanado como “maravilloso gesto para decir te quiero”, bello proemio de una poética que es un canto de amor a la Poesía y que culmina en otro beso, en esta ocasión más casto pero igualmente divino, al decir de ella que “es el beso de Dios a los hombres”.
Heberto es consciente de la condición efímera del ser humano y de la utilidad de la palabra como eficaz instrumento para trascender su telúrica inmanencia, pues sólo aspiramos a una inmortalidad de carácter nominal. Así en él la eterna duda se plantea de forma diferente, ya no es la levedad del ser y su insoportable hermetismo la que aparece en primer término, sino una cuestión más humana, un principio sin el cual seríamos simples autómatas: sentir o no sentir, esa es la cuestión.
Heberto traza un amplio mapa temático, desde lo puramente humano, como el amor o el desamor, paradigma de ello serían los bellos y barrocos sonetos “Lance de amor” y “Retrato de oleaje” en el primer caso, y “Desengaño” y “Tempestad de lágrimas” en el segundo; hasta lo más sacro, como en “Por si hay algún dios” donde en la duda se revela la existencia o “Padre nuestro”, un canto de sumisión, de humildad y despojo de todo aquello que nos hace pecaminosos. También podemos apreciar una interesante vertiente meta-poética por cuanto hace alusión a la génesis del poema o plantea un amplio mosaico de ideas acerca de la propia poesía, como sucede en poemas como “Carlitos” o “Las palabras”, donde como diestro orfebre declara que se decanta por lo clásico, con un claro dominio de las formas fijas, sin desdeñar por ello el verso blanco y hasta el verso libre en otras composiciones de amplia resonancia y hondo calado. Amante de los juegos de palabras, sabe aunar conceptismo y barroquismo en iguales dosis, y nos seduce con acrósticos y hasta un poema reversible dando buena muestra de su abundante ingenio.
Por su parte, Okoriades Varacri comienza con una antipoética en la que declara sin rubor que no es poeta, pero cómo podría no ser poeta aquel que dice tanto, aquel que ama la palabra y reconoce su poder terapéutico, su indubitable valor como ingenio de denuncia. Anti-poeta tal vez, pero poeta al fin y al cabo, poeta si se quiere de lo oculto, crítico mordaz de la pantomima, de lo políticamente correcto, que habla desde la tramoya del gran teatro del mundo, que detesta la opulencia y la hipocresía y apuesta por la esencia del ser humano acusando con denuedo a todos aquellos que perpetúan la comedia de la vida. Su poesía es una decidida apuesta por una sabia vuelta a la humildad más pura, desprovista de servidumbres y egolatrías.
Okoriades es un poeta que canta, ebrio de amor, a lo que permanece oculto en la sombra o detrás de las apariencias, y que deliberadamente renuncia a la rima haciendo alarde de un dominio del lenguaje poético que le sirve para expandir su voz hacia regiones convulsas, y de un lirismo evocador, con versos sencillos e incisivos: “todo Amor, vivirá/ más allá de esta muerte/ porque de Amor/ está formado el Universo”. Imágenes cósmicas, versos satíricos y ritmos apasionados se suceden a través de unos poemas que ponen en tela de juicio el mundo en el que vivimos.
Un libro complejo que habla desde un yo poemático que trata de hallar certezas a través de sus versos y lo hace con un lenguaje elegante y barroco pero nada hermético en el caso de Heberto, y desprendido y airado en el caso de Okoriades, en suma hondo y descriptivo, que se interroga constantemente sobre el valor de la poesía, la posición del poeta en el mundo y su facultad para poder cambiarlo.
Un título sugerente que trata de arrojar luz sobre las oscuridades del alma poniendo en solfa la grandeza y miseria del ser humano, dos formas de entenderlo y de expresarlo y no obstante afines. Una lectura muy recomendable en este principio de siglo que nos augura un futuro incierto.