“El devorador”, de Lorenza Ghinelli
Por Emilio Bueso
Una serie de misteriosas desapariciones de niños desencadena una trama de intriga en la que el único testigo es un autista, un chaval tan traumatizado por lo que ha visto que apenas consigue comunicarse con su psicoterapeuta. Una psicoterapeuta que además está implicada personalmente en el caso… Con estos mimbres se plantea la trama principal de El Devorador (Suma de Letras, 2012), pero lo que realmente hace de este libro una pieza única y de gran interés no es el argumento, sino una serie de propiedades que no puede subrayar con facilidad la mercadotecnia editorial y que nadie está señalando en España, donde la novela está pasando injustamente desapercibida.
Para empezar, hay que destacar aquí la voz joven, poderosa y valiente de una italiana del 81, Lorenza Ghinelli, que se revela en su ópera prima como una de las prosistas más virtuosas que ha dado la nueva narrativa de terror europea. La influencia de los principales cultores norteamericanos resulta bastante inevitable, cierto, pero no son ni la sombra de Matheson ni la de Lovecraft las que van a marcar las diferencias aquí, no… Aquí lo que rompe y rasga es el impulso poético salvaje, personal y desquiciado de la autora.
Parece que a Ghinelli se le tuerza algo horrible en la voz cuando irrumpe lo sobrenatural en escena, que de pronto deja de hablar la chica nueva que ha puesto su nombre en la cubierta y toma el teclado un perturbado en pleno ataque… Este libro parece haber improvisado el tratamiento del miedo mediante el uso del lenguaje de un demonio furioso, tiene momentos capaces de dislocarte el pensamiento: la tierra parece abrirse y mostrar el útero negro que esconde en su interior, existen precipicios al acecho en el fondo de este universo fangoso, donde una voz terrorífica es amplificada por las cajas armónicas del vacío final. El Devorador vive en los abismos angostos del alma. El que mira más allá de sus ojos morirá mil veces, cayendo boca abajo en su cielo. En su remolino.
Y así cada embestida. A cual más lisérgica e hiriente. Este libro tiene unos momentos mágicos, en los que se produce el abordaje de lo imposible a través de la plástica de lo inadmisible. El conjunto puede hacer que hasta el lector más resistente termine soltando amarras y alucinando.
Por aquello de que una novela buena no es la que te hace pasar un buen rato, sino la que desata las correas de tu cabeza.
Con el permiso de gente como Haghenbeck, Starobinets o el propio Stephen King, uno de los candidatos más sólidos del 2012 al Premio Nocte a la mejor novela extranjera. Una novela de horror cósmico a la italiana, de ritmo endiablado, de atractivo inusual, que ya se ha traducido a seis idiomas y que pronto llegará al cine.
Menuda pintaza que tiene. No sabíamos que fuera a ser con toque sobrenatural, y con eso y la reseña que habéis escrito, la novela nos llama mucho la atención.