Periodismo prostituido
Por PACO GÓMEZ ESCRIBANO. El periodismo nunca es libre. Los poderosos, sabedores de la repercusión mediática que provocan las noticias en los medios de comunicación, siempre se adueñaron de los mismos porque se aseguraban poder y dinero. Esto ha sido siempre así y es difícil cambiarlo.
La carrera de periodismo es preciosa y el oficio es quizá uno de los más nobles, muy vocacional. Pero el periodista de vocación se estrella una y otra vez con los intereses particulares del el medio para el que trabaja. Unos y otros no se diferencian mucho entre sí, ya que cada uno sirve a unos intereses. Por tanto, cambiar de empresa no es la solución.
Durante la época de Zapatero, por poner un ejemplo, daba bastante asco escuchar la SER o cualquier otro medio de Prysa. Ahora, sin embargo, da gusto. Sabido es que Prysa siempre fue afín al PSOE, como El Mundo y la COPE son fieles al PP. Pero la cosa no es tan simple, ya que los intereses se diversifican. Se deben demasiadas pleitesías.
Así, un periódico, nunca permitirá publicar una noticia negativa que ataña a una institución con la que “convenga” llevarse bien. Tampoco difundirá malas noticias de empresas que son anunciantes y, por tanto, buenos clientes. Por tanto, la información que nos llega a los ciudadanos está bastante sesgada y teledirigida. En la mayoría de los casos, no nos enteramos ni de la mitad de las cosas que pasan.
Ante este panorama son muchos los periodistas que abandonan la profesión y se dedican a otras cosas. Conozco a bastantes que se han pasado a la ficción e intentan dedicarse a ser novelistas, ya que en una novela se puede poner lo que se quiera, se pueden cambiar nombres y, en definitiva, tomarse las licencias literarias que se precisen. Claro, que vivir de la Literatura en este país en el que la gente apenas lee, es una quimera bastante guapa.
Pero también son muchos los que, a pesar de cómo está el patio, permanecen en sus puestos de trabajo, asegurando las lentejas, y en muchos casos el caviar, al grito de “sí, mi amo”. Son los prostituidos del oficio. Son los que cambian ese concepto tan extraño de “libertad de expresión” por ese otro tan manido de “ande yo caliente, ríase la gente”. Llegan a hacerse verdaderos expertos en retórica para terminar siendo más papistas que el Papa. Y los ciudadanos, una vez más, tan contentos, creyendo a pies juntillas en la libertad y en la democracia, cuando la verdad es que estamos más controlados que en una novela de Orwell.
No somos na…