Por Rubén Romero Sánchez

El amuleto, Emilio Porta, Atlantis Ediciones, 176 páginas.

«La mayor maldición del hombre es no poder descubrir la verdad porque la verdad no es más que una categoría del lenguaje», dice el narrador de esta sorprendente novela o «nivola» de Emilio Porta. Porque qué es El amuleto sino una suerte de novelización del pensamiento del autor que se interroga sobre muchos de los temas de actualidad (los atentados del 11-M, el conflicto palestino-israelí) y, sobre todo, sobre el ser, el dasein heideggeriano, el devenir del hombre por el mundo y su compromiso ético como base de su naturaleza social. Y lo hace a la manera unamuniana pero sin la socarronería del viejo rector, moviendo a sus personajes como peones de ajedrez igual que Victor Hugo despliega su arsenal decorativo de historiador arrepentido para después dejar que la acción se desarrolle mientras su voz propia guía al lector a través del entramado de su armazón teórico.

El Amuleto. Portada impresa.

El Amuleto, de Emilio Porta

Pero no es esta una obra elitista ni que aspire, en su autocomplacencia erudita, a ordenar el caótico mundo en el que vivimos. Al contrario. A través de la vida de Cimbalé Entwonga, un niño subsahariano que llega con su madre a España en patera y que, gracias a su inteligencia, talento y perseverancia, consigue convertirse en un escritor de éxito que alcanza, incluso, un sillón en la RAE, Emilio Porta desgrana en capítulos que se enlazan con los puramente narrativos, en los que se funden la voz de un narrador omnisciente y del propio Cimbalé, apuntes de su concepción de la política, de la libertad, del amor, del arte, del proceso creativo, de la literatura (hay hasta un canon poético disfrazado de conversación entre Cimbalé y sus alumnos en la tradición de un Juan de Mairena redivivo) o de la ficción como mecanismo para re-construir la realidad y la historia a la manera de Max Aub, y consigue lo que siempre es tan difícil y sobre todo en estos tiempos de brindis al sol, cátedras apologéticas de discursos totalitarios y vacuidades vociferantes amparadas por los grandes grupos empresariales de dominación: abrir vías de reflexión y diálogo, mediante pequeños ensayos que se podrían estudiar por separado de la novela pero que incluidos en ella la dotan de densidad y profundidad, todo ello sin perder un ápide de la humildad que impregna el relato, desde el origen desconocido del protagonista (no sabe cuándo ni dónde nació, lo cual también forma parte del entramado simbólico de la novela, donde la abstracción de muchos lugares y situaciones sitúan la acción en una intemporalidad que difumina géneros) hasta la propia concepción de la vida, del arte y de él mismo que tiene Cimbalé.

Emilio Porta, experimentado narrador, poeta que no ejerce de personaje y hombre renacentista por antonomasia debido a un currículum en el que figura que menos ser probador de Fangio ha hecho de todo, entre otras cosas fundar junto con Enrique Gracia Trinidad la primera red social de escritores en español del mundo, Netwriters, consigue una inusitada amenidad a través de la estructuración de la narración en secuencias cortas con constantes saltos temporales, así como mediante diálogos frescos en la tradición de un Sánchez Ferlosio o un Galdós en su última etapa simbolista y abstracta, al cual también le emparenta el cariño que muestra a todos sus personajes.

El Amuleto no es una obra que se baste a sí misma, sino que es una guía de reflexión personal que sirve como pretexto para la formulación de ideas propias que tampoco concluyan en el enunciado de ninguna verdad, porque si algo se desprende de sus páginas es que no hay verdad absoluta ni falta que hace, y que la verdad la vamos construyendo entre todos mediante las aportaciones individuales a la sociedad como sujetos activos, no sólo desde el mundo de la cultura, la política o el arte, sino desde nuestra propia forma de desarrollarnos en el mundo. 

Inclasificable desde cualquier punto de vista, El Amuleto no deja de ser un libro didáctico (las notas al final son guiños a amigos personales del autor y explicaciones a supuestos lectores jóvenes a los que presenta a Pessoa, Girondo o Pavese) transmutado en novela que puede ser leído como texto de pensamiento político o social repleto de complicidades con el lector. En definitiva, literatura no convencional porque no se atiene al dictado, y literatura de calidad porque hace preguntas en lugar de dar respuestas.