Leningrado tiene setecientos puentes
Por José Gutiérrez Román.
Leningrado tiene setecientos puentes. Mar Sancho. Tropo Editores, Zaragoza, 2012. 176 páginas. 17 €.
Alguna vez he leído o he oído decir (incluso podría haberlo soñado) que las palabras al entrar en contacto con la memoria y la imaginación pueden llegar a emitir ondas electromagnéticas. O lo que ya sabíamos: que la literatura tiene la capacidad de traspasarnos cuando visitamos las páginas de ciertos libros. Y eso es lo que sucede precisamente con los cautivadores relatos que ha reunido Mar Sancho en este volumen, que sus historias (en forma de onda) siguen cruzando por el lector después de haber cerrado el libro. En Leningrado tiene setecientos puentes hallamos un nexo común en casi todos sus cuentos: el impulso irrefrenable que sienten sus personajes hacia algún tipo de acto clandestino. Así, por ejemplo, nos encontramos con un tipo solitario que cada domingo acude al aeropuerto para robar una maleta; con el geólogo que se desvía de su camino y se adentra en Jericó sin saber por qué y para qué; con un pastor que, en la España franquista, hereda unos manuales para aprender ruso y que hace de ello el centro de su vida; también deambulan por sus páginas un anciano que en secreto regresa a su país de nacimiento para zanjar un amor infantil; un “hombre topo” que, al inicio de la postguerra, vive oculto en el sótano de su casa y que a escondidas sube al hogar; el niño que en mitad de la Patagonia pedalea en busca de otros paisajes más allá de su habitual decorado; la mujer que se hace pasar por hombre para cumplir con un encargo; el grupo de amigos que traslada el cadáver de un amigo hasta su pueblo natal fingiendo que está vivo o una joven que, en plena guerra fría, se ve manejando un extraño artilugio que genera ondas milimétricas (otra vez las dichosas ondas). Todo un abanico de atractivos relatos, cuya ambientación nos lleva desde Bombay o Alaska hasta los austeros pueblos de Castilla. Cualquier lugar es propicio, parece decirnos su autora, para contar historias que a la postre son universales y que tienen que ver con la introspección en uno mismo, la recreación del pasado o el deseo de adentrarse en la vida por un camino nuevo, fuera de la costumbre. Todo aquel que haya intentado escribir alguna vez un cuento sabe que aquí es donde radica su mayor dificultad, en dotar de verosimilitud no solo los aspectos más inverosímiles de la vida, sino también los más cotidianos. Y Mar Sancho lo logra con la precisión de esas “ondas milimétricas” que nos traspasan sin nosotros darnos cuenta. Una curiosidad: hay tres relatos que comparten la temática del testamento y los herederos, algo que no sabemos si es una coincidencia o una elección deliberada, pero que en todos los casos genera un punto de inflexión en la vida de sus personajes. Como se dice en uno de los cuentos: “Hay momentos, instantes apenas, en que de repente dejamos de saber quiénes somos y tampoco hay nadie a nuestro lado a quien preguntárselo”. Los dieciocho relatos que componen este libro inciden en ese delicado momento a través de una prosa elegante, con dosis de humor y una mirada perspicaz. Esta es la valiosa herencia que recibirá quien se acerque hasta las páginas de este libro.