Bleak House Inn. Diez huéspedes en casa de Dickens, Care Santos (ed.)
Por Arcadio García
Bleak House Inn. Diez huéspedes en casa de Dickens.
Care Santos (ed.), Pilar Adón, Elia Barceló, Óscar Esquivias, Marc Gual, Ismael Martínez Biurrún, César Mallorquí, Elena Medel, Francesc Miralles, Daniel Sánchez-Pardos, Marian Womack.
Fábulas de Albión, Madrid, 2012. 256 páginas. 19, 50 €
No me voy a andar con rodeos: si de verdad fuesen ustedes inteligentes dejarían lo que tienen entre manos, por importante que sea (dejo a la cabal consideración del lector la posibilidad de no seguir al pie de la letra esta recomendación en caso de dedicarse a oficios cuya interrupción entrañe peligro a terceros: cirujanos, controladores aéreos, o agentes de los TEDAX) y saldría a la carrera en busca de un ejemplar de Bleak House Inn, y acto seguido me refugiaría en casa y no vería la luz del día hasta acabar de leerlo.
¿Por qué leer Bleak House Inn? Para empezar, porque se trata de un maravilloso acto de justicia literaria mediante el que rendir homenaje a uno de los escritores más importantes de la literatura universal: Charles Dickens. Bleak House Inn constituye un intento feliz de saldar una deuda contraída con el autor de Grandes Esperanzas, la lectura de cuyas obras contribuyó de manera decisiva a que la literatura ocupara en la vida de muchos de nosotros el lugar hegemónico que ocupa. En ese sentido, los once autores que aparecen en Bleak House Inn se convierten involuntariamente en una suerte de sinécdoque de un todo constituido por la comunidad de lectores.
Para entender la naturaleza de este homenaje hay que remontarse al pasado. En el lapso de tiempo que fue de 1859 a 1867, Dickens publicó unos especiales navideños que acabarían alcanzando gran popularidad. Lo hizo en All the Year Round, revista de la que era fundador y máximo responsable, y entre cuyas páginas acabarían viendo la luz, por entregas, obras tan importantes como Historia de dos ciudades o Grandes esperanzas. El proyecto navideño consistía en reunir a una serie de autores más o menos conocidos, cada uno de los cuales aportaba una narración corta cuyo argumento debía estar relacionado con la consigna o, si se quiere, leitmotiv que Charles Dickens indicaba a partir del primer relato que abría la antología. Así fue como Dickens concibió el maravilloso personaje de la señora Lirriper y su singular casa de huéspedes, que toma su nombre de una de las más célebres novelas dickensianas —traducida al español como Casa desolada— en los que se inspira el libro que nos ocupa, alumbrado por la editorial Fábulas de Albión.
Bleak House Inn se ciñe a ese mismo formato. Un elenco de diez narradores talentosos reunidos por la escritora Care Santos, que además de las tareas de edición se reserva el relato que cierra el libro. Los once autores parecen haber escrito en estado de gracia. Obviamente se manejan con estilos distintos pero poniendo de relieve en todo momento un control absoluto de la narración y un dominio del oficio y del lenguaje más que suficiente para salir airosos de la empresa. En esta ocasión, la maravillosa Mrs. Lirriper y su casa de huéspedes se traslada al siglo XXI, circunstancia que no es obstáculo para que se produzca uno de los grandes aciertos que se detecta en cada una de las once narraciones: a pesar de que casi todas ellas se desarrollan en un contexto contemporáneo, y no eluden en ningún momento la alusión a los principales señas de identidad de la época (Internet, Facebook, Twiter, Skype) los relatos no dejan de poseer la clásica reminiscencia victoriana tan propia de Dickens y de la literatura inglesa del XIX. Las semejanzas no acaban aquí, para que el homenaje sea completo, se rescata la tradición del relato fantástico y de fantasmas típicamente dickensiano y se traslada al siglo XXI sin incurrir en la menor disonancia anacrónica. Así, las situaciones fantásticas se suceden y se alternan con la aparición de una galería de fantasmas de toda índole, la mayoría de los cuales hacen las delicias del lector.
El nivel medio de las narraciones es excelente, y de una variedad tal que cada lector encontrará un relato que se ajuste a su criterio. En lo que a este crítico atañe, cabe destacar La tienda de Madame Chiang, de Elia Barceló, aunque solo sea por su referencia al mito fáustico. O la construcción de un personaje como Roque Robredo, el inefable y socarrón profesor que aparece en La última víctima de Trafalgar, de Óscar Esquivias. Mención especial merece Cuento de verano, la desternillante y libérrima adaptación que César Mallorquí lleva a cabo del clásico Cuento de Navidad. O El inimitable, el relato de Care Santos, donde el lector tendrá la oportunidad de conocer pasajes reveladores de la vida de Dickens, en los que el escritor inglés se ve abocado a un acto de justicia metaficcional con uno de sus personajes, y en el que se produce la aparición de un fantasma que, paradójicamente, se presta a serlo por el más humano de los motivos. En suma, un libro delicioso que depara un lectura feliz, a la conclusión de la cual uno se pregunta por qué el placer que provocan los libros de cuentos no se corresponde en España con sus ventas.