Cómo ser Woody Allen y no morir en el intento
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Documental sobre Woody Allen producido por TCM
Por Hilario J. Rodríguez
Si un día me dijesen que Woody Allen prepara una serie de televisión y que no volverá a dirigir cine, no lo lamentaría en absoluto. Al fin y al cabo, ¿cuál es la diferencia entre sus películas y los episodios de Mujeres desesperadas? Prácticamente ninguna. Siempre se pueden apreciar las mismas obsesiones, los mismos personajes, la misma esfera social, los mismos escenarios, los mismos chistes… Reconozco, eso sí, que la reiteración de ciertos elementos es una seña de identidad que comparten las series televisivas y el cine de autor. La rutina y la familiaridad suelen ser los elementos que generan fans más incondicionales.
Me resulta curioso que, con el tiempo, Allen haya ido perdiendo público en Estados Unidos y ganándolo en Europa. Habrá quienes digan que un detalle así sólo pone de relieve que, mientras el público norteamericano se entretiene con baratijas, aquí defendemos la alta cultura. Yo no lo tengo tan claro. Basta con ver los ingresos de cualquier blockbuster en Madrid, París o Londres para darse cuenta de que también nosotros aplaudimos ante todo el cine comercial. Y películas como la sobrevalorada Match Point (2005) o Scoop (2006) han de conformarse con pasar por las carteleras sin dejar excesivas ganancias aunque sin tampoco provocar pérdidas.
Aplausos y abucheos
Cuando algún crítico europeo entrevista a Woody Allen, este último no sólo contesta de forma clara y concisa a las preguntas más conceptuales sino que además rechaza la categoría de maestro que se le quiere adjudicar. Según dice, «nunca he hecho una obra maestra como las de Akira Kurosawa, Ingmar Bergman o Federico Fellini». Estoy de acuerdo. Por si fuera poco, el talento del cineasta estadounidense ha ido a menos con el paso del tiempo. Desde principios de los noventa no ha dirigido nada de verdad reseñable, y ni siquiera ha dado muestras de evolucionar. Sin embargo, quedan espectadores que le siguen riendo las gracias y críticos que con cada uno de sus estrenos anuncian su recuperación, tras muchos años de estado comatoso.
Allen es el primero en maravillarse al comprobar cuánto se le sigue admirando en el Viejo Continente. Incluso los conciertos de su banda de jazz son un éxito en Italia, Alemania o Austria, donde se supone que hay un público exigente en materia musical. No importa si él mismo reconoce su mediocridad como clarinetista, porque sus actuaciones han dejado de ser en pequeños restaurantes neoyorquinos y ahora se celebran en auditorios y teatros europeos con llenos espectaculares. Teniendo en cuenta lo anterior, resulta natural que en adelante prefiera dirigir en Gran Bretaña, España y Francia.
Problemas con el ego
Woody Allen comenzó su carrera con mal pie. Cuando intervino como actor y guionista en ¿Qué tal, Pussycat? (1965), descubrió que nadie iba a darle el protagonismo que creía merecer. Gracias a la lealtad de los productores Jack Rollins y Charles Joffe, en adelante ha podido hacer lo que le ha dado la gana. Con ellos, consiguió que la United Artist le dejase tener control sobre el reparto, el guión, la dirección y el montaje de sus proyectos. Pero en lo años ochenta, con el declive del cine de arte y ensayo, tuvo que cambiar de pareja y de estudio. Empezó su relación con Mia Farrow, después de romper con Diane Keaton, e hizo sus siguientes películas para Orion Pictures.
Durante unos años, pudo trabajar con presupuestos más altos; el problema es que los ingresos seguían siendo los de costumbre. Entonces comenzó su peregrinaje por la TriStar Pictures o la Miramax Films, hasta conocer a Jean Domanian, con quien trabajó más de una década, para acabar querellándose contra ella y ella contra él. Lo cierto es que a estas alturas Allen ha dejado de tener cabida en el cine norteamericano, donde los estudios prefieren invertir en superproducciones que generan ganancias millonarias.
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Célebre monólogo de Woody Allen: El alce (The Moose, 1965)
Envejecer juntos
De igual manera que entiendo la popularidad de algunas series televisivas, entiendo -pese a lo dicho hasta ahora- la popularidad de Woody Allen. Eso sí, no entiendo que alguien quiera ver la misma serie un año tras otro o que aplauda Match Point cuando no pasa de ser un remake sin imaginación de Delitos y faltas (1989). Las series y los cineastas desaparecen si no se renuevan o si no se renueva el público que los apoya. Uno se hace mayor y pide cosas nuevas. Allen, no obstante, tiene suerte de que en Europa su público de toda la vida haya decidido quedarse a su lado en lugar de crecer.
Woody Allen
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Edipo reprimido (Oedipus Wrecks, 1989), de Woody Allen (parte de la película colectiva Historias de Nueva York)
*Publicado inicialmente en el suplemento Abcd de las Artes y las Letras del diario Abc en octubre de 2007 y posteriormente en el libro Emotion Pictures (El genio maligno, Granada, 2009)
Dentro de uno años, nadie sabrá quien es Hilario J Rodriguez, pero todos conocerán a Woody Allen. El ego de Rodriguez debe andar por las nubes cuando presupone que lo que él cree es la verdad absoluta.
Estimado Jon Nada,
La verdad es que si me pillas otro día, con menos adrenalina en el cuerpo, paso y me conformo con creer que sólo eres un colgado, pero es que hoy me has cogido con el ritmo cambiado y no voy a poder contenerme.
Me gustaría dejarte claro que en el ejercicio de la crítica o de la simple opinión, nadie te consulta si eres japonés o chino cada vez que emites un veredicto sobre si un rollito de primavera o un poco de sushi te gustan más o menos, ni menos te condenan ni te etiquetan, a no ser que te rodees de gente bastante cuestionable. Está claro que no tienes que estar de acuerdo con mi opinión, lo único que me gustaría dejarte claro es que, quizás si no eres capaz de escuchar opiniones distintas de la tuya, deberías quedarte solo en casa, sin asomar siquiera a internet, ponerte las pelis de Woody Allen, las buenas y las malas, hacer un poco de onanismo sobre tus apetencias o inapetencias, sonreír y pensar que ahí afuera te toca ser algo más demócrata si quieres que te tengan en cuenta para algo. La vida, y el cine y la obra de Woody Allen, es bastante más compleja de lo que te imaginas. Y te digo esto no sin una sonrisa, porque en el fondo siento cierta simpatía hacia los colgados (eso sí, los de los cómics o las pelis, cuanto más lejos, mejor).
En una crítica demoledora que Anthony Burgess hizo de MONSIEUR QUIXOTE, la novela de Graham Greene, acababa diciendo: “que por mucho que yo diga, es indiscutible la grandeza de Greene y la importancia de su legado”. Algo parecido le puedes aplicar a Woody Allen de mi parte, aunque no lo comparta con personas irascibles y exaltadas que sólo saben descalificar e insultar cuando las manecillas del reloj no van en su dirección.
Atentamente, compañero.
Hilario J. Rodríguez
Un trabajo bastante complicado, todo artista es complicado, y sobre todo si se habla de Woody Allen como en su documental el cual creo cumple con las expectativas aunque muestre solo un poco de la emoción real de Woody, pero en parte así es él, es su mejor personaje, un director, actor, escritor, cómico, trágico, sobre todo melancolico e inteligente personaje del cine que sigue causando controversia.
Notable trabajo el de Hilario J Rodríguez para dar su opinión sobre el trabajo de Woody Allen y sobre el comportamiento de sus seguidores, y , de paso, ver si puede desacreditar algo de la fama y el talento de este cineasta de Brooklyn.
En mi caso me ayuda a reafirmarme en mi propia opinión que es , justamente, opuesta a la suya.
Eva Jiménez