Después de la nieve
Después de la nieve. S.D Crockett. MacMillan. 296 pp. Lanzamiento en España el 30 de abril.
Me quedo sentado en mi puesto, arriba en la colina, detrás de la casa. A la espera. Al acecho.
Abajo todo quieto.
El valle parece desnudo con tanta nieve, se ve la casa gris y solitaria. Nada más. Al lado el río helado. Debo pensar qué hacer. Todos no están.
Llevo puesto el cráneo de Perro.
Perro me dirá qué hacer. Perro me ayudará.
La casa vacía, ¿no, Perro?
No te muevas de las rocas y estate calladito, Willo.
Perro tiene razón. Como siempre.
La chimenea debe estar apagada. Lo sé porque los demás se han ido y yo llevo el día entero en la colina. Nadie ha podido alimentar el fuego. Se los han llevado, hay huellas en la nieve. Todos no están.
Padre.
Magda.
Los demás.
No sé por qué.
¿Qué hago, Perro? Dime.
Encontré a Perro entre los brezos, un invierno. Estaba frío y muerto. Tenía el pelaje sarnoso. Antes fue negro, grande, viejo, y el líder de la manada en los Rhinogs, lo sé de ver a Perro en la colina. Blanqueé sus huesos en una roca detrás de la casa. El cráneo estaba allí en verano, sin color, los dientes colgaban de su mandíbula tan fuerte. Empezó a hablarme, no sé cómo.
Entonces supe que entre nosotros hay conexión. Cosí su cabeza a mi sombrero y até unas piedras en las cuencas para ser sus ojos. Padre no quería curtir su piel, decía No vale la pena, pero se lo pedí y lo hizo, y después cosí la piel hecha jirones a mi chaqueta. Así Perro me mantiene caliente y me dice qué hacer.
En Farngod tengo una cueva secreta y me voy allí con él antes de cazar. Siento fuerte el poder del perro: su astucia, sus oídos que todo escuchan, su mirada fría. Todo lo que sabe la montaña, y sabe mucho por ser vieja, en mi guarida secreta. Y también en mí. Por eso cazo muy bien liebres.
Padre me decía, Eres fuerte como un espartano, Willo, podría haberte abandonado en mitad de la nieve y habrías sobrevivido sin problemas.
Padre dice que somos como esquimales y cuando habla de esquimales le creo, porque nació antes que yo y sabe qué es un esquimal.
Padre guarda en su caja un libro con cosas de antes, si lo saca puedo verlo y mirar fotos de esquimales. Tienen caras raras, no las nuestras.
A veces los mayores se sientan junto al fuego, cuentan historias sobre los viejos tiempos, antes de la nevada. Entonces tenían coches y camiones, y cosas como electricidad y baños calientes y agua saliendo de las paredes.
Siempre lo mismo en sus historias.
Pero eso son viejos tiempos, luego el mar todo hielo, y la nieve cayó y cayó y cayó sin parar nunca. A los mayores recordar viejos tiempos les gusta. Para que los niños no olviden, dicen, pero si hablan tanto es para no olvidar ellos. Hazme caso.
A veces me siento en un rincón con la calavera puesta. Me sé de memoria las historias pero a Perro igual le apetece escucharlas, como los niños pequeños en primera fila con la boca colorada y abierta como bebés de pájaro. Oír historias les gusta.
A mí solo si los mayores dicen cosas de verdad, como lo que ocurre en la ciudad y en los campamentos de ladrones. Ellos siempre al lado de los tendidos eléctricos. Eso da más emoción, no escuchar ancianos endebles y escuálidos hablando que si comida y que si baños calientes. Para qué lo digo, supongo que tú también escuchas a tu puñado de viejos aburridos.
Con Padre es otra cosa. También tiene recuerdos aburri- dos de los viejos tiempos en la cabeza, pero es Padre, por eso tengo más tiempo para él que para los demás.
A veces pone sus brazos en mí y dice lo mucho me quiere y lo mucho me parezco a Madre y todo eso. Me hace sentir raro dentro. No me importa si dice esas tonterías, pero esa sensación sopla en mi cabeza como un viento fuerte y caliente. Da ganas de llorar, eso no me gusta y le digo, Aparta. Casi siempre lo hace.
Pero es Padre, ya lo he dicho, y a un padre se le respe- ta. Madre murió cuando yo un bebé llorica en pañales. Por aquí es normal cuando la nieve arrecia y el aliento se congela en el aire. Ahora es Magda quien vive con Padre, en nuestro lado de la casa. Magda cuida a los niños pequeños, su trabajo es lo peor. Yo les rompería la crisma a todos.
Pam. Pam. Pam.
Pero yo sería igual de molesto cuando pequeño y Magda cuidó de mí, así que me cae bien, y a veces también pone sus brazos en mí igual que Padre. Con ella mejor porque solo lo hace si no mira nadie y así los demás chicos no dicen, Llorica, llorica.
Yo a los lloricas, pimba, pimba. Tal vez por eso no caigo bien. Y qué. Cazo muchas liebres y quién va a toserme.
No quiero pensar en eso. Lo importante ahora es dormir en la casa para no congelarme, aunque es muy fría y a Perro le da miedo. Tengo troncos en el trineo y le digo a Perro, Deja de preocuparte, mientras asomo entre las rocas.
Abajo todo sigue quieto.
A Padre le gusta que los árboles crezcan libres y por eso hay muchos pegados a la puerta, así que la casa solo se ve desde la colina. Es vieja pero las paredes de piedra son muy firmes. Es difícil poner así esas piedras con huecos cuadrados para las ventanas. La gente de antes era muy lista.
Magda se quejaba mucho, que si las ramas golpean las ventanas, decía. Pero los mayores dijeron en la reunión, Los árboles son buenos porque ocultan la casa. Nadie debe saber que estamos aquí, salvo el granjero Geraint. Llevamos aquí casi tres años sin problemas, así que Magda ya no se queja.
Espero no tener un niño pequeño escondido en el desván. No quiero un niño llorica si soy el único que queda.
Me duelen las tripas al pensar eso. Lo de ser el único. Pero no debo ser blando. Muchos chicos son blandos, sobre todo con las chicas en la reunión de Barmuth. Hacen buá buá por ellas pero por poco tiempo, porque la chica siempre lo cuenta y yo me entero.
A mí las chicas, nada. Magda dice que ya me importarán, que una chica es lo que necesito. No sé por qué lo dice. Tengo los brazos, las piernas y todos los dientes. No me falta nada, y menos una chica.
Lo que necesito, Magda, es una pistola. Eso quiero decirle. Un cuchillo sí tengo. Padre me lo dio el año pasado, a él se lo dio Geraint. Un cuchillo para mí solo, con él cazo muchas liebres.
Pero no tengo pistola.
Geraint no me conseguirá una pistola. Es un simple granjero. Sabe mucho de ciervos y pieles, pero sin papeles, no hay pistola. Geraint consiguió papeles y tiene una pistola para él. Una vez nos dejó empuñarla a Alice y a mí. Con licencia consigues lo que quieres.
Tener una pistola es bueno, más si estás solo. Algún día la conseguiré. Sé dónde. Nadie sabe que una vez pasé al otro lado de Farngod por la carretera del tendido eléctrico. Llegué al campamento de ladrones. Tenían una pistola y la robaré si vuelven en verano. Conozco su campamento como mi mano y puedo recorrerlo de noche, silencioso como un zorro. No sabrán nunca que estuve allí. No hasta descubrir que la pistola no está.
Robar a un ladrón me da mucha risa.
(…)