
Foto: Josian Pastor
Aitana Monzón (Tudela, 2000) es autora de los poemarios Salve (Espasa, 2025), La civilización no era esto (IV Premio Espasa es Poesía, 2021) y Dormir à la belle étoile (Amarante, 2019). Actualmente trabaja en una tesis doctoral sobre poesía estadounidense. Salve es el motivo por el que nos visita hoy y sobre el que nos da su Primera Impresión.
Los procesos editoriales muchas veces tienen que ver en la demora de las publicaciones
Javier Gilabert: ¿Cómo fue el proceso de escritura? ¿Ha cambiado tu forma de trabajar con respecto a otros libros?
Aitana Monzón: Nada que ver con La civilización no era esto, desde luego, pues lo escribí en apenas unos meses. En este caso, hasta que Salve ha salido a la luz han pasado varios años. Los procesos editoriales muchas veces tienen que ver en la demora de las publicaciones. Pero también influye en que la escritura ha sido repensada, lenta sobre todo, he tenido muchas dudas sobre qué textos enseñar y cuáles no. Eso, creo, lo da la edad. Las preguntas, quiero decir. Una serenidad que no existió con el anterior libro y que me acompaña ahora en lo que escribo. Borro mucho, me cuesta escribir, aguanto hasta que he tomado las notas necesarias. No es algo mecánico en mí el proceso de escritura.
¿Qué papel desempeña la estructura o la disposición de los poemas en el volumen? ¿Fue algo deliberado o más intuitivo durante el proceso de creación?
Partía de la experiencia previa de La civilización no era esto: un poemario dispuesto a modo de escritura teatral con una estructura esencial para su desarrollo. En el caso de Salve, la disposición de los poemas fue dada por una intuición diría que estética. El libro lo abre y cierra un monólogo dramático (no estrictamente eso, pero algo así como una voz en off que introduce al lector en una atmósfera determinada). Necesitaba que hubiese, como en el caso de La civilización, un hilo del que tirar. Lo demás dependió del oído o de la temporalidad en que los poemas fueron esbozados. Los más largos se agrupan bajo el título de «Sarabandas» por la música que me acompañó conforme los componía. Luego están los poemas que conversan con la pintura, que quedan recogidos en «La mano: la palabra», igual que los poemas más íntimos, concretos y breves que aparecen en «Termina el habla» (título que iba a dar, originalmente, nombre a todo el contenido). Por no hablar de los poemas últimos, algo así como esbozos, ejercicios, esquemas que me sirven como precedente a la escritura, a hacer mano y oído.
Los símbolos que rigen mi universo creativo son los mismos
¿En qué medida veremos en él —o no— la Aitana Monzón o de tus anteriores obras?
Esta es una buena pregunta. Yo nunca veo en mis poemas presentes resquicios de la Aitana anterior, pero desde fuera parece estar clarísimo. Aparte de, como ya se sabe, la construcción léxica o semántica de la escritura de cada uno, supongo que los símbolos que rigen mi universo creativo son los mismos. Siempre he pensado en la obra de un autor como el perfeccionamiento de una misma (o varias) idea, obsesión, imagen.
Te pongo en un aprieto: si tuvieras que quedarte solo con tres poemas de Salve, ¿cuáles serían?
¡Tampoco es muy difícil! Siempre tengo la sensación de que todo, en el fondo, es prescindible. Sin embargo, por la emoción con la que los escribí, su luz o su ritmo, su contexto, salvaría del fuego a «Memento imaginal», «Excelsior» y «Oda a Agrigento ante el hueco del olivo». Bueno, tal vez sí que ha sido un aprieto porque «Bohu» fue, realmente, la chispa inicial derivada de una lectura sobre la Cábala.
Estás trabajando en una tesis doctoral sobre poesía estadounidense ¿qué líneas principales explora? ¿Qué autores o movimientos te resultan más relevantes en tu investigación?
Mi investigación se centra en la poesía nativa americana, bastante maltratada dentro del canon. Estudio la influencia de las leyes federales de expropiación de las tierras indígenas, la violencia contra la mujer, la influencia del catolicismo, la memoria histórica, las identidades y escrituras híbridas, la visión generosa del espacio y la naturaleza, la filosofía ojibwe y un sinfín de conexiones más. Hay autores que me resultan interesantes: N. Scott Momaday, Heid Erdrich, Gerald Vizenor, Joy Harjo, Louise Erdrich, Linda Hogan, Gordon Henry…
He rehuido siempre la categorización geográfica
¿Ha influido esta investigación en la escritura de Salve? ¿Qué poetas estadounidenses te han marcado especialmente y cómo se refleja esto en tu obra?
Sí y no. Es cierto que cada vez veo más similitudes en mi escritura o mi proceso de escritura con la autora que investigo. Se crea un vínculo, quiero pensar, íntimo, inesperado y muy fructífero —no me refiero a lo propiamente académico porque eso, al fin y al cabo, es un algo objetivo y distante. Sin embargo, diré que quien más me ha influido en los últimos años ha sido Louise Glück, a quien he investigado paralelamente a la tesis. Después de la carrera quedé un poco decepcionada con la poesía norteamericana, no sé por qué (en realidad sí lo sé, y no tiene nada que ver con la literatura). En cuanto a Salve, una de las lecturas imprescindibles ha sido T. S. Eliot, Lawrence Durrell (siempre detrás de la oreja). No me gusta hablar de poesía «estadounidense». He rehuido siempre la categorización geográfica, incluso en poetas españoles. Prefiero referirme a poetas, en este caso, de habla inglesa. Otro autor palpitante ha sido Cesare Pavese que, por cierto, sabía mucho de Whitman, Dickinson y los demás.
Prefiero pensar en la poesía como en una espiral donde no existen límites ni fronteras
¿Existen conexiones entre la poesía estadounidense y la española contemporánea?
Mucho más de lo que pudiera parecer. Y esto es algo que me ha reconciliado más de una vez con mi proyecto doctoral. Por eso prefiero pensar en la poesía como en una espiral donde no existen límites ni fronteras. He encontrado muchas referencias a Lorca, Cernuda, Neruda, (me salgo de España por cercanías terrestres), Paz o Vallejo en la literatura nativa americana. Y en cuanto a las conexiones coetáneas, se fomentan cada vez más las colaboraciones entre poetas por medio de instituciones, másteres, cursos de verano, festivales…
Estar a muchas cosas y a ninguna en especial refleja mi manera de ser
¿Qué crees que aporta cada tradición a tu escritura?
A mí, la verdad, viveza. Me estanca leer libros que dan una y mil vueltas al mismo tópico clásico (por otra parte, inevitable), o a la misma metáfora dentro de una tradición. Es un gesto bonito de perpetuidad y ciertamente necesario para futuros investigadores. Sin embargo, tengo la manía de querer esconder a toda costa símbolos de diferentes tradiciones para que el lector quiera (o no) averiguarlas. Realmente todo esto es una fruslería, porque solo me sirve a mí como vocación para escribir. No lo sé, creo que estar a muchas cosas y a ninguna en especial refleja mi manera de ser. No metódica, sino incansablemente curiosa.
Por último, como lectora, ¿de quién te gustaría conocer su “Primera impresión”?
La propuesta que Nicolás Mateos Frühbeck hace con Tránsil, ganador del XL Premio Hiperión 2025, me parece valiente, muy bien trabajada formal y estéticamente. Como es su primer poemario publicado, me gustaría mucho que tuviese las puertas abiertas a los diálogos fructíferos de aquí a la eternidad.
***
Tres poemas de Salve
Memento imaginal
forma es vacío. aceptas
no mirar a lo que no
sucede.
tal vez eso que buscas
se colme en su dolor.
pero el dolor no existe;
tampoco el pensamiento.
todo es idea de algo
que vino y no se deja
tocar. forma es vacío
entonces.
[Shahn, Handball]
Excelsior
termina el habla
ahora
lo que veo lo que oigo:
ha pasado un puñal
y su fulgor
aturde
Oda a Agrigento ante el hueco del olivo
No puede ser
que acabe aquí el deslumbramiento.
Tres pilares hendidos.
Tres palabras precisas
que no alcanzo a saber.
Me permito ahora que no me
escucha nadie
doler como se duele:
en lo solo del limo.
El verdor de mis brazos.
Cómo acude la piel a herirse con la roca.
Cesar en el intento de llenar
los ojos de hermosura.
Pienso
(no pienso.
Pensar es existir)
el borde de las ramas saliéndose hacia el mar.
Pero mi voz no es
un mar ni un borde
ni un olivo:
todo eso importa a la belleza.
Yo no sé.
No puedo no decir
cómo abrasa el dolor
con el lance del mundo.
Mirar así las aguas,
tan lejos, obstinada
en lo blanco
–como en Melville–
obstinada en mis dedos
colmados de hermosura.
¿Esto fue
acaso pudo ser aquí un cuerpo
entre los pólenes vencido?
Nada busco. Yo
no sé si busco.
Ni qué.
Tan solo tres
palabras
que llevarme a la boca.
Palpar en estos brazos
–en su piedra–
el surco
solícito del tiempo.
Y es verdad.
Y da goce decirlo:
Es ahora la luz.
Es ahora la luz.
SALVE.
SALVE.
SALVE.