Pedro Flores (Las Palmas de Gran Canarias, 1968). Ha publicado más de treinta títulos en poesía desde principios de los años noventa del pasado siglo. Sus últimas entregas son: Los poetas feroces cuentan lobos para dormir (Premio Jorge Manrique, Ed. Cálamo), Los gorriones contrarrevolucionarios (Premio Generación del 27, Visor), Tocar de oído (Premio Miguel Hernández, Devenir), Nuestro nombre es piedra (Premio Alegría, Rialp) o A veces la poesía es un desguace a la orilla de una carretera secundaria (Premio César Simón, Universidad de Valencia). Este año, la colección Averso de Aliar Ediciones ha publicado una antología que comprende 30 años de su poesía bajo el título de El increíble poeta menguante. Hoy nos acompaña para darnos su Primera Impresión acerca de Nuestro nombre es piedra.

El lenguaje es el fin y la justificación de la poesía

Javier Gilabert: ¿Por qué este libro y por qué ahora?

Pedro Flores: De alguna manera la poesía tiene una vocación tautológica: cada libro es también los anteriores y prefigura el siguiente. Quiero decir con esto que el poeta da vueltas continuamente alrededor de sus obsesiones. La explicación del porqué es más prosaica: en la actual tesitura, el poeta publica cuando puede, no cuando quiere. Esto debe ser tenido en cuenta sobre todo por los estudiosos, y no deja de ser una anomalía.

También yo las tengo, las obsesiones, y van repitiéndose en las sucesivas entregas. La idea está pues siempre ahí: la épica de lo cotidiano, la memoria, el paso del tiempo… Varía la perspectiva al abordarlo, varía el intento de ser cada vez más eficaz con el lenguaje, pues el lenguaje es el fin y la justificación de la poesía.

Es imprescindible que el poema sea también el reducto de lo inefable, del misterio

¿Cómo y cuándo surge la idea del libro?

El libro comienza, para mí, con la aprehensión de un tono y con la asunción de una mística; creo que es imprescindible que el poema sea también el reducto de lo inefable, del misterio.

La poesía es un acto de traducción

¿Cómo fue el proceso de escritura? ¿Ha cambiado tu forma de trabajar con respecto a otros?

Mi forma de trabajar no ha cambiado esencialmente: corrijo poco o nada, soy muy vago para eso, o me cuesta reintegrarme al tono del libro tras su escritura. Hago el poema desde su espíritu. Para mí la poesía es un acto de traducción: primero he de encontrar la poesía, luego he de abordar su tramo más decisivo y satisfactorio, que es la consecución del poema.

¿Qué pistas o claves te gustaría dar a los posibles lectores?

Trato de establecer con el lector, a menudo desde el título, una complicidad. Sabemos que el poema no debe explicarse, pero esas claves que nombras deben existir para que haya una lectura cómplice. Pero cuidado, el poema lo hace el poeta.

La poesía sucede cuando el idioma sueña

¿Qué efecto esperas que tenga en ellos?

Creo que el buen lector de poesía busca en esta la incomodidad, también la fascinación; el poeta debe ser un vendedor de humo, un prestidigitador; está vendiendo la cosa más inútil del mundo, vende un cascarón vacío, un hermoso envoltorio, la pirotecnia del lenguaje. La poesía sucede cuando el idioma sueña.

El poema es una montaña rusa, necesita el reposo previo al vértigo

¿Qué papel desempeña la estructura o la disposición de los poemas en el volumen? ¿Fue algo deliberado o más intuitivo durante el proceso de creación?

La estructura es definitiva en un libro, pero más en cada poema; el poema es humo y es acero, y ha de ser una estructura equilibrada; no se puede escribir buena poesía tratando de hacer de cada verso un verso decisivo. El poema es una montaña rusa, necesita el reposo previo al vértigo.

Cuando uno lleva casi cuarenta años naufragando, que eso es lo que hago, sabe que eso por lo que preguntas, la intuición, es muy importante.

La naturaleza del poema es tautológica

¿En qué medida veremos en él —o no— al Pedro de tus anteriores obras?

Como decía antes, la naturaleza del poema es tautológica, en cada libro está el anterior. Trata, a menudo inútilmente, de decir mejor lo que ya dijo. La palabra clave en poesía es la palabra “cómo”.

Te pongo en un aprieto: si tuvieras que quedarte solo con tres poemas de Nuestro nombre es piedra, ¿cuáles serían?

A medida que tomo distancia del libro me voy despegando de sus poemas. No sé si hay tres poemas dignos de ser salvados, o si el libro debe arder como Sodoma, al no encontrar en la ciudad los ángeles tres hombres justos. Escojo “Piedra, papel o tijera”, “La edad del perro” y “Nomenclaturas”.

Para editar con cierta regularidad y presencia los premios han sido decisivos

Después de más 35 años escribiendo, cuentas en tu haber con numerosos premios, como el Premio Internacional de Poesía Generación del 27, ​el Premio Nacional de Poesía José Hierro, el Miguel Hernández,​ el Tomás Morales, o el Jaime Gil de Biedma, por citar algunos. Algo tendrá el agua cuando la bendicen…

En mi caso los premios no son una finalidad, sino casi la única posibilidad de acceder a firmas editoriales que de otra manera habrían sido inalcanzables como Visor, Rialp, Cálamo o Devenir. Es cierto que otras editoriales como Renacimiento, con ayuda de mi querido amigo Vicente Gallego, o ahora Averso me han publicado sendas antologías, pero para editar con cierta regularidad y presencia los premios han sido decisivos.

Tienes una amplia experiencia impartiendo talleres de escritura. ¿Cuál es el perfil actual de las personas que se interesan por la creación poética? ¿Ha cambiado mucho con el tiempo?

Lo primero que les digo a los asistentes a mis talleres, por llamarlo de algún modo, es que puedo decirles de una manera aproximada lo que no se debe hacer, porque ya lo he hecho yo antes. Soy el sargento de hierro de la poesía: ya me arrastré por todas las selvas, ya fracasé, y les puedo aportar oficio; quizás sólo eso.

En cuanto al perfil, pues normalmente gente que quiere descubrir o redescubrir el gozo de la escritura de poesía, aunque también algunos, pocos, que, como decía Chirbes, pertenecen a la cultura de la representación: les interesa más la parafernalia de la poesía que la experiencia de la escritura.

¿Qué consejo le darías a alguien que esté comenzando a escribir?

Que lea buena poesía, que se imbuya de una mística, que establezca sus lazos, sentimentales y rítmicos, con los buenos poetas.

Por último, como lector, ¿de quién te gustaría conocer su “Primera impresión”?

Pues recomendaría Del vicio solitario y del deseo de compañía nueva, de Federico J. Silva, publicado por Averso, Jacintos y galletas, de Tina Suárez Rojas, de Editorial La Palma, El pan y la palabra, de Sergio García Zamora, de Visor, o La noche en que a Eddie Felson le rompieron los dedos, de Sandro Luna, en Ediciones Menoscuarto.

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Tres poemas de Nuestro nombre es piedra

PIEDRA, PAPEL O TIJERA

¡libros en una casa de pobres!

ANTÒNIA VICENS

MI madre es la de la tijera,

arregla para mí un pantalón usado.

Mi padre es el del papel, lía su cigarro a oscuras,

porque aún no se puede encender la luz.

Como la tijera gana al papel mamá

recorta los versos donde sale él, mi padre,

por no tragarse su humo y su tristeza.

Yo soy el de la piedra, aplasto

la tijera de mi madre, no tanto por proteger a papá,

su humo, su tristeza, sino el verso donde sale papá,

y por no llevar otro pantalón usado.

Pero él envuelve mi piedra, me dice

que mi madre siempre tiene razón, que mejor

escriba un día un poema sin humo ni tristeza.

 

LA EDAD DEL PERRO

NADIE sabe la edad del perro.

Él es como una piedra gris en un rincón,

inmóvil como mi padre y ciego como mamá.

Porque los perros, dicen, terminan siempre

pareciéndose a sus amos.

 

NOMENCLATURAS

EN geología a las piedras se les llama rocas.

En casa a la geología se le llama túmulo.

En la muerte a las piedras les decimos virginias.

En East Sussex al río se le llama Ouse

pero en la poesía se le dice Jorge Manrique,

donde a la muerte también se le llama padre.

Padre al túmulo lo llama casa.

En geología a la vida se le dice era,

pero en el Ouse se le dice piedra

y en Manrique se la llama río.

En casa a la poesía le decimos la mar.

ENTREVISTA REALIZADA POR JAVIER GILABERT
Granada, 1973. Maestro avemariano, es autor de PoeAmario (2017), En los Estantes (2019), Sonetos para el fin del mundo conocido (2021) junto con Diego Medina Poveda, Bajo el signo del Cazador (2021) junto con Fernando Jaén, Todavía el asombro (2023). Copromotor, antólogo, coeditor y periodista cultural.