Egocentrismos
José María Conget
Renacimiento
Sevilla, 2025
170 páginas
Por Ricardo Martínez Llorca / @rimllorca
Uno no deja de crear y elaborar sus propias leyendas a medida que va creciendo. De hecho, dichas leyendas, tan personales, tan queridas, no hacen sino incrementar su presencia en la memoria, es decir, devenir más y más grandes a medida que envejecemos. No podemos dejar de querer aquello que forma parte de lo mejor de lo que hemos sido, de lo mejor de lo que hemos vivido. Estamos trenzados a base de las figuras que pusieron imágenes a nuestra educación sentimental, que es lo que más importa y que es tan aéreo que resulta imposible relatarla. Por eso tenemos que contar, cuando hablamos de nuestro pasado, todo lo que seguimos queriendo a John Wayne, por ejemplo.
Así, con estos mimbres, siendo bien consciente de ellos, José María Conget (Zaragoza, 1948) ha ido escribiendo los artículos que componen este Egocentrismos. Ser egocéntrico supone considerarse a uno mismo el ombligo del mundo, pero Conget transforma ese asunto en algo que compartir: no le queda más remedio que ser el protagonista de su propia vida y lo que nos está diciendo es que este mismo repaso, tan personal, lo podríamos hacer cada uno de nosotros. En realidad, lo que importa es la satisfacción. Lo que importa es el tono, darse cuenta de que no somos tragedia ni hemos formado parte de ningún drama. Muy al contrario: la reconciliación con lo que nos ha ido configurando supone afrontar los recuerdos con el humor propio de una sonrisa, no con el de la carcajada. Conget nos explica que uno debe ser fiel a sí mismo y a lo que ha conquistado su humor a lo largo de los años. No duda en usar el oxímoron ‘place culpable’ para aclarar que aquello que nos da tanta satisfacción, de lo que sentíamos cierta vergüenza, tanta como para que nos costara confesarlo, es lo que tenemos que seguir queriendo. Fuera máscaras: somos lo que somos.
Egocentrismos es una prospección sincera y emotiva, en la que nos cuenta que la felicidad es algo sencillo. Hay algo de elegíaco, sí, como en todo lo que nos habla de un pasado que jamás regresa. Pero lo que importa, lo que valora, es la amistad, aunque para ello tenga que humanizar todo lo que ha pasado por su vida. Y la amistad, debemos recordar, es la única forma de amor para la que no hemos construido ninguna institución. De ahí que sea tan importante en nuestra educación sentimental.