Soy sensible

Anna Romeu

Traducción de Concha Cardeñoso Sáenz de Miera

Alba

Barcelona, 2025

177 páginas

 

Por Ricardo Martínez Llorca / @rimllorca

Que la felicidad sea un concepto muy difícil de explicar, pero una sensación muy clara, lo demuestra el recuerdo que tenemos de aquel paseo que nos dimos de niños, en pleno verano y en bicicleta, junto al grupo de amigos con el que nos bañábamos en las pozas que formaba el río. Atrás quedaba la autoridad implacable de los padres, encerrada en casa, y la del colegio, apagada tras finalizar el mes de junio. Aunque si uno se pone hoy a razonar, se plantea si esa misma felicidad era la que sentían los demás niños, que hoy son probos funcionarios o regentan una tienda de moda. Cuando hablas con ellos, no parece que les brille el mismo destello de vino blanco en los ojos que a ti te aparece a la hora de recordar el sol batiendo contra el agua de la poza, en la que nadaban los zapateros. Todos somos sensibles, como lo demuestra que todos seamos capaces de echar de menos, pero no todos lo somos de idéntica manera. Pertenecer al grupo de la gente con alta sensibilidad, a ese veinte por ciento de la población, te permite emitir más luz, pero también sentir que la nostalgia llega a acribillar. Aprender a vivir con esa cualidad no es sencillo y no estaría de más que nos propusiéramos divulgar cómo conseguirlo.

Hasta la fecha en España no se había publicado mucho sobre el tema, y obras como Vivir con alta sensibilidad, de Antje Sabine Naegeli, era una voz en el desierto. Hoy la psicóloga Anna Romeu (Villafranca de Penedés, 1972) une sus esfuerzos a esta buena causa, y nos entrega este volumen, sensato, divulgativo, en el que se resume el mundo de las personas con alta sensibilidad. La propia autora se encuentra entre las personas con alta sensibilidad, y ella misma ha tenido que aprender a conocerse, y conocerse a uno mismo supone mejorar las posibilidades de convivencia. La obra comienza definiendo qué es sensibilidad y abriendo una puerta a este territorio, sin considerar, en ningún momento, que se trate de nada semejante a una patología. Aunque lo más importante vendrá a continuación, cuando irá dando pautas sobre estrategias para afrontar el día a día si eres una persona con alta sensibilidad, porque ahí fuera llueven ladrillos de canto y vuelan los cuchillos. En ese sentido, Soy sensible ejerce como manual, aunque propone, eso sí, mantener una postura terapéutica a lo largo de toda una vida, dado que la hipersensibilidad no es algo que pueda quedar atrás. Finalmente, terminará hablando sobre la educación de los niños con alta sensibilidad, de la que uno concluye que debería educarse a todos como si fueran altamente sensibles, y sobre la adaptación al entorno laboral de estas personas.

El autoconocimiento, la gestión emocional, los patrones sociales, las estrategias de compensación, fomentar la autoestima y otras cuantas facetas, que ella ha ido aprendiendo y poniendo en práctica en su labor como psicóloga, se ponen sobre la mesa para mostrar que una vida digna es posible, aunque sufras más que los demás cuando toque sufrir, y disfrutes más que los otros cuando es el tiempo de la gloria. Romeu acude constantemente a ejemplos de casos que ha tenido en su trabajo, y que han superado los inconvenientes que brotan de vivir en un mundo no pensado para seres sensibles, animando así a las personas con alta sensibilidad, pero también dictando a los demás una advertencia seria: que todos debemos ser siempre delicados y respetuosos. No es la fragilidad lo que caracteriza a las personas altamente sensibles, porque esto puede ser un valor de otros rasgos, ni las considera especiales en grado sumo: Romeu sencillamente llama la atención sobre ese grupo de personas y esa cualidad a la que no hemos estado suficientemente atentos. Y esa, repetimos, es una buena causa.