Faustino Lobato nace en Almendralejo (Badajoz). A los 24 años comenzó estudios de Antropología y Teología en Louvain-la-Neuve (Bélgica). Por los años ochenta, vuelve a Badajoz alternando la acción social con la docencia universitaria. En el año 2000 inició su andadura, como profesor de filosofía, en Bachillerato. En el 2010, con un pequeño grupo de escritores pacenses, funda en Badajoz la Tertulia de escritores, Página 72. Pertenece a la Asociación de Escritores de Extremadura (AEEX). Forma parte del jurado de los premios de poesía Ciudad de Badajoz.
Ha obtenido Primer Premio en lengua española en el V Concurso Internacional de Arte “Amico Rom”. Lanciano- Italia (1998) y el primer premio Poesía “Villa de Montijo” (2000).
Sus últimos libros publicados son: El nombre secreto del agua (Vitruvio, 2016); Rehacer el alba. Memorias de un Naufragio, con Prólogo de Efi Cubero (Vitruvio, 2017); La sorpresa de lo humano (Fundación CB, 2018); Notas para no esconder la luz, con prólogo de Santiago Méndez (Olé Libros, 2019); Sin razón previa, con prólogo de Luis Miguel Sanmartín. (Abismos del suroeste, 2020); Siete+3. La vida en un instante —plaqueta con audiolibro— (Cimapres, 2022); En el ángulo incierto del espacio (Diputación Provincial de Badajoz, 2022); En el alfabeto del tiempo, con prólogo de José Antonio Olmedo López-Amor (Olé Libros, 2023) y Donde el alma ignora, con prólogo de Fernando Jaén (Olé Libros, 2025).
Javier Gilabert: ¿Por qué este libro y por qué ahora?
Faustino Lobato: Este libro surge como respuesta a una realidad sobrevenida que me mantuvo en jaque durante varios días. Esos días sentí el vértigo de lo frágil al que me rendí como el que no tiene más remedio. Fueron unos días muy intensos, vividos en el hospital (nosokómion), donde establecí un irremediable y necesario diálogo interior. Ahora, después de madurar las ideas, consideré que era el mejor momento para poner en común este mensaje de la palabra.
¿Cómo y cuándo surge la idea del libro?
En principio no había pensado en un libro porque solo tenía apuntados materiales líricos sobre una situación difícil, vivida en el hospital. La idea de un libro surgió de forma espontánea, cuando mi mirada, dio el paso de la experiencia a la palabra en forma de poemas. En realidad, este es el inicio. A medida que reorganizaba lo que tenía escrito iba descubriendo, como en una especie de matrioska, otras realidades que me eran muy queridas y que las había tenido ahí, sin darme cuenta de su valor, como eran mi casa y la realidad del otro.
Las anotaciones, tomadas en el teléfono móvil, con la consiguiente riña de la enfermera, las volqué en un archivo y comencé a trabajarlas. Fue aquí, con los primeros versos, donde me di cuenta que esos poemas me llevaban a elementos de lo inmediato, a la realidad más querida. Los versos que escribí fueron: “Cuando el dolor llega, sorprende. / Asalta por los rincones de la debilidad. /Ahí, donde el alma ignora/ el riesgo de amar”. Esto lo escribí englobando todo el material lírico que tenía. Más tarde, uno de esos versos se convertiría en el título del libro: Donde el alma ignora.
En el trabajo inicial me di cuenta que el sujeto lírico que surgía me empujaba a ver cómo todo se iba transformando. Los ruidos del hospital se convertían en sonidos, como los de la casa (la familia); y al mismo tiempo, emergía la imagen del otro, y esta con un cierto respeto, como un temblor. El otro no eran sólo los amigos, sino también los desconocidos. Todo esto con un sesgo ético.
Quise desarrollar algo que llamo “la técnica del verso seguido”
¿Cómo fue el proceso de escritura?
Lento, pero sin pausas, muy reflexivo. Esto me hizo escribir sin parar, enlazando unos poemas con otros. Me explico, en este trabajo quise desarrollar algo que llamo “la técnica del verso seguido”, es decir, al igual que uno explica, después de un punto y seguido, lo que ha escrito previamente, así, en el contenido de los capítulos, los versos finales de un poema me daban pie a otro poema, explicitando mejor la reflexión precedente. El resultado final de esta forma de trabajar, provoca la sensación de estar ante un poema largo.
La complicación del proceso fue cuando retomé el poemario después de haber pasado unos meses. Me di cuenta de que todo aquello había que estructurarlo. Este proceso de reorganizar poemas, con un gran contenido de emociones y sentimientos, fue, como siempre, arduo y complejo. El trabajo de poda y corrección es inevitablemente tan necesario como costoso.
¿Ha cambiado tu forma de trabajar con respecto a otros?
Desde Rehacer el alba, mi forma de escribir ha ido cambiando. Cada libro me enfrenta a mí mismo y me lleva a lugares que no conozco. Normalmente dejo que todo fluya para luego someterlo a las podas necesarias y dejar, como arriba he comentado, la palabra desnuda para que los versos digan lo que tienen que decir sin mucha retórica. Huyo de los tópicos, de elementos consabidos, de líricas facilonas que no añaden nada. El contenido es cada vez más intimista, a veces llego a tomar posiciones muy esenciales, para algunos, ontológicas, cercanas a la búsqueda filosófica, a lo que sorprende. Intento simplificar, lo más posible, los versos.
Revisar es decantar.
¿Qué importancia le das a la revisión y a la edición en tu proceso creativo?
Una gran importancia. Revisar es decantar, en el sentido más extenso de la palabra. Por eso, cuando se llega a la edición me vuelvo exigente. Primero, con el continente, con lo que engloba el libro y luego, con el contenido.
Me gusta, cada vez más, que el libro tenga su estética. No me convence cualquier cubierta ni cualquier ilustración. Por supuesto, me importa, y mucho, que la tipografía ayude a leer. Hay que cuidar esta faceta al máximo.
Y respecto al contenido, prefiero desarrollar temáticas que partan de mi experiencia personal, desde mis emociones. No me gusta escribir libros de poemas a modo de florilegio.
Reviso mucho cómo estructurar los materiales, me lleva a algo más que a ordenarlos. Y aquí el trabajo se complica, porque busco la coherencia en la estructuración de los poemas que configuran los capítulos.
¿Qué pistas o claves te gustaría dar a los posibles lectores?
No estoy muy de acuerdo con esto de dar claves a los lectores. Creo que cada uno sabe dónde detenerse y cómo avanzar. Las palabras son poliédricas y, por tanto, los versos y los poemas tienen ese rasgo. Por esto mismo, los lectores tienen que llegar y dejarse emocionar por el contenido sin perder de vista el continente, que también puede transmitir mensajes. Es el caso de las ilustraciones de este libro.
Respecto de este libro, más que claves me gustaría advertir de algunas cuestiones: Primero, de la importancia de los intertextos, de las citas cabeceras, porque estas ayudan a comprender el sentido del contenido que le sigue; segundo, de cómo, en este libro, los poemas iniciales y los que cierran los capítulos están en consonancia, mandando un mensaje; tercero, importa no perder de vista las estrofas finales de los poemas, esas que dan pie al siguiente.
En definitiva, nada en este libro está dejado al azar, todo ha sido trabajado para que comunique, sin imponer.
¿Qué efecto esperas que tenga en ellos?
Que les emocione y que se detengan en los silencios versales, en los espacios entre estrofas. Reconozco que mis trabajos no son para hacer una lectura rápida y plana de ellos, así no funcionan. Importa dejarse llevar por el mensaje de los poemas con cierta docilidad.
Otro efecto que persigo es que no rehúyan la provocación de la búsqueda ante lo aforístico. Esto es lo que pretendo, motivar a quienes me lean a pararse ante alguna de las expresiones. Y si esto les ayuda a actuar, mejor.
¿Qué papel desempeña la estructura o la disposición de los poemas en el volumen? ¿Fue algo deliberado o más intuitivo durante el proceso de creación?
En el caso de este libro todo fue surgiendo a medida que escribía. Tenía la sensación de estar esculpiendo una materia haciendo que surgiera el alma de ella.
La estructura de los tres capítulos de este libro es algo más que secuencial. Éxodo, Sonidos y Temblor son tres partes que surgieron complementándose una tras otra. La primera se quedaría en contar una historia trágica si no tuviera las otras dos que son partes de la reflexión inicial. Los dos capítulos, segundo y tercero, no tendrían sentido sin la reflexión primera. Podría hablar de la casa o del otro por separado, pero no sería lo mismo, no tendría la intensidad que aquí tienen tomando en cuenta lo primero. Es verdad que pueden funcionar por sí mismas, pero prefiero que se lean desde el inicio hasta el final, como un relato.
Para hacerme entender, expongo brevemente, lo nuclear de cada uno de los capítulos:
En ÉXODO subrayo dos elementos fundamentales: el de la fragilidad y el de la conciencia de ella. Aquí importa no perder de vista uno de los intertextos que dan las claves de su contenido, es el de Ángela Álvarez. Esta autora plantea cómo el cuerpo duele cuando no funciona. Y es justo esto lo que quiero transmitir en este capítulo, lo disfuncional. La cita la tomé de su libro “Los bosques violentos”.
El capítulo arranca de un mirar la situación dolorosa para acabar cómo esa realidad, de lo humano/ de la fragilidad, termina contemplándose como una “humanidad…que cada día me enamora. Esto no es más que “la apreciación de lo frágil en el misterio que me circunda”, haciendo que la vida se convierta en una ofrenda.
Al final del capítulo, se enlaza con la figura de la casa-SONIDO: “el espíritu desea escapar a la casa/…/ deseo abrazar a mi hijo/ la carne reclama la sinfonía del tacto”; y también, con la imagen del OTRO, esos que “comienzan a ser, partes de mí, seres desconocidos, ahora cercanos.”
En SONIDOS, se hace referencia a la casa (Oikos). Una de las citas, la de Basilio Sánchez, da una mejor visión del contenido: «Esta casa la hemos hecho nosotros…nos sentimos construidos por ella.». El capítulo se llama así porque los versos van marcando cómo los ruidos van desapareciendo, en esta vuelta a la Ítaca, dando paso a los Sonidos. Aquí aparece la temporalidad del instante, de lo presente, donde los elementos sencillos de lo cotidiano cobran valor. Con esto quiero justificar la aparición de una serie de haikus. Estos reflejan el instante, esos de los que está llena la casa: «el cielo está gris/ roce de hojas en la calle./ La casa huele a pan».
Este es un capítulo «todo sucede más allá de la razón», donde «la vida es un libro de historia confesadas». Y todo ello sin evitar las situaciones crispantes y críticas, lo absurdo que sobreviene y donde pregunto por el cómo mantener el equilibrio de saberme. En estos espacios líricos el cuerpo es considerado, también, como la casa, una estrofa por terminar. Siendo la gravedad de la casa la que desbarata los infiernos.
En este tramo, aparecerá la metapoesía en la figura de la palabra como casa, porque «las palabras son la casa».
El capítulo termina con un poema donde la destrucción de la casa física no acaba con la casa interior que permanece en la memoria, haciendo que el sujeto real pregunte: ¿cómo acallar el recuerdo?
En TEMBLOR, se hace una reflexión sobre el otro, desde un punto vista que se aproxima a lo ético, destaco una de las citas, la de Yves Namur. Este autor apunta que de no existir el otro habría que inventarlo. El otro es ante el que uno siente ese respeto cercano al tremore, al temblor. Por eso elegí este singular título.
Aquí, comunico que «el Otro es donde aprendo/ un espejo/ el rostro del misterio/ lo diferente.» Hay un poema, el 40, que concentra toda esta visión del otro. Son unos versos en los que la compasión aparece haciendo un guiño al texto bíblico de Ezequiel 16,8. En otros poemas también hago guiños a lo bíblico, en especial a Génesis, cuando anoto la ruaj que se insufla en el barro de los dioses (Gen, 2), soplo vital que crea la (conciencia) y que al mismo tiempo no evita la fragilidad y desnudez del otro. Este Otro es parte de ti/—escribo— Movimiento continuo. Porque el otro soy yo. / El norte donde duele, donde callo.
Al final de este capítulo, la otredad aparece desnudando el alma, dejándose sorprender por el instante y manteniendo el pulso de la luz (interior).
En cada obra he sido muy exigente conmigo mismo.
¿En qué medida veremos en él —o no— al Faustino Lobato de tus anteriores obras?
No sé qué verán los demás en cada uno de mis libros. Yo sí sé que cada uno de ellos responden a una situación vivida, a una necesidad de exteriorizar, a una fuerza interior de poner en común ese dolor y ese amor de la palabra por salir. Creo que estos libros llevan un poco de mí, mostrando cómo he ido madurando. En cada obra he sido muy exigente conmigo mismo. De esta forma, a veces me descubro mirando para atrás y dándome cuenta que la forma que tengo ahora de expresar las emociones, los sentimientos no es la misma que la de los escritos de hace veinticinco años.
Te pongo en un aprieto: si tuvieras que quedarte solo con tres poemas de Donde el alma ignora, ¿cuáles serían?
Me cuesta trabajo reducir a tres los poemas de este libro, pero hago el esfuerzo y escojo uno de cada capítulo por su significatividad: De ÉXODO el 4; de SONIDOS, el 36; y de TEMBLOR, el 51.
Evito publicar cualquier texto que surge espontáneamente.
¿Cómo influyen tus experiencias en tus poemas? ¿Es este libro una buena muestra de ello?
Mucho, de tal manera que tengo que podar algunos elementos que la emoción coloca. Evito publicar cualquier texto que surge espontáneamente. Lo que suelo hacer, cuando me asaltan unos versos cargados de emociones, es guardarlos, dejarlos reposar, para luego leerlos y recortar lo que sobra dejando lo más esencial de lo que surgió. Recorto al máximo.
Este libro, como la mayoría, surge de experiencias concretas y es por esto que tengo que ir cuidando ese yo poético que habla para no confundirlo con el real. En este libro hay, por llamarlo de alguna forma, una especie de metamorfosis por el que el yo real va dando paso al sujeto lírico.
El poeta granadino Fernando Jaén, que prologa Donde el alma ignora, habla del efecto reparador de la poesía. ¿Coincides con él en esta afirmación?
Totalmente de acuerdo. De hecho, escribir este libro ha supuesto una terapia que me ha servido para acercarme a esos lugares, internos, que uno no se atreve a franquear.
Eres una persona muy activa en lo que se refiere al mundo cultural. ¿En qué proyectos estás trabajando actualmente?
Estoy trabajando en algo que ha ido surgiendo en mis escritos: el silencio y la soledad. La visión de estos elementos, más allá de lo puramente conceptual, la estoy trabajando teniendo como referencia el mar. Me fascina precisamente por ser de tierra adentro. El mar es el meta-relato que me está llevando a lugares increíbles. De aquí a unos años tendrás conocimiento de ello.
Por último, como lector, ¿de quién te gustaría conocer su “Primera impresión”?
Tengo que decir que hay dos personas, dos grandes escritores: José Luis Morante y Basilio Sánchez. Ellos me fascinan. Nada más aparecer el libro, me han manifestado, en forma de reseña, sus impresiones sobre el libro. Podéis verlo, el de Morante en su blog https://puentesdepapel56.blogspot.com/ y la de Basilio en el blog HABITACULOS de mi página web https://faustinolobato.com
***
Tres poemas de Donde el alma ignora
[ÉXODO]
4
Cada vez más frágil
el espíritu
calla desiertos.
Esta fragilidad del campo de batalla,
lo que no acepto
y disuelve mi nombre,
la finitud que rompe su oleaje
en el ritmo de lo humano.
Cada vez más frágil
en esta espera sin compás
que desnuda mi alma.
Fragilidad de esta carne
que muda el canto
y moldea la frontera
de este cuerpo
hecho agua.
Cada vez más frágil,
sin palabras,
ante
el misterio
que me circunda.
[SONIDOS]
36
Hoy me han dicho
que la casa de mis padres,
donde crecí,
servirá para el derribo.
La casa de mis padres
todavía huele
a pan y a sonrisa,
a llanto contenido,
a esperanza,
a miradas y a silencios.
¿Quién sofocará este olor?
La casa de mis padres
está cerrada
pero no vacía
de amores vividos,
de abrazos
y sencillas palabras.
¿Cómo apagar tanto fuego?
La casa de mis padres tiene
la sombra de la pérdida
y la alegría del encuentro;
la sentencia del estorbo,
el peso del desahucio,
los días contados para el derribo.
¿Quién levantará la pala del arrastre?
La casa de mis padres
desde donde miraba
la lluvia del otoño
y sentía el vértigo
de la gente, su indiscreto
hablar transeúnte.
¿Cómo acallar el recuerdo?
La casa de mis padres,
el espacio
donde escribí Las siete vidas del gato
y soñé futuros inciertos.
Refugio
de males.
¿Quién borrará la huella del verso?
La casa de mis padres
es un poema,
unos versos que amortiguan
la tristeza de saberme
morir y viviendo.
La casa de mis padres.
(A Alejandro, Marifeli y Toni, mis hermanos)
[TEMBLOR]
51
Cómo mantener el pulso de la luz
en medio de las sombras.
Abrazar la vida y sus tormentas
frente a la muerte y sus presencias.
Crezco en la inquietud del no saber.
Y tú, en el trazo del verso.
Cómo sofocar el recelo ante la duda
si la confusión tiene el rostro de Adán;
apartar el lado de la sinrazón
si la locura es parte del sistema;
salir de este barrizal del diario
cuando duele tocar fondo.
Y tú, en el dibujo horizontal de la tarde.
Cómo acoger al enemigo
sin remover las vísceras más profundas;
rechazar el vacío de una sonrisa;
la torpeza de unas miradas.
El odio es la estupidez del animal herido.
La mentira no vuelve.
Y tú, en el silencio de las horas.
ENTREVISTA REALIZADA POR JAVIER GILABERT
Granada, 1973. Maestro avemariano, es autor de PoeAmario (2017), En los Estantes (2019), Sonetos para el fin del mundo conocido (2021) junto con Diego Medina Poveda, Bajo el signo del Cazador (2021) junto con Fernando Jaén, Todavía el asombro (2023). Copromotor, antólogo, coeditor y periodista cultural.