ESPAÑA EN SORDINA

ESPAÑA NO ES CALVINISTA

Dales eso a algunos suizos, que a veces tienen un fascismo democrático. Una rigidez tan mortal que te guillotinan si te cae un papel en la calle. Que te miran mal si te ríes o te comes un helado. Que nacieron en pecado y consideran que todo es pecado.

Pero a España no, ni de coña. España que toma vino y leyó al arcipreste de Hita con sus luchas entre carnes y pescados, con sus procesiones de juglares que llegan en el mes de mayo a cantar al amor.

A la España de Unamuno y de Santa Teresa que se levanta en el aire de entusiasmo, incluso en las esculturas de Bernini.  España no es calvinista ni lo puede ser nunca. Si en ella pintó Romero de Torres o hay bandas de jazz en las calles de Madrid.

Nunca olvido aquella banda de jazz en la calle Embajadores en Madrid. El jazz es lo contrario del calvinismo, es la improvisación creadora, el cambio a mitad de frase, las fantasías del humo, el amor y el desamor en una sola mirada. Si unos tipos tocan jazz de ese modo en la calle Embajadores no le metas calvinismo a Madrid. Métele locura, contradicciones, fiestas, bares abiertos hasta la madrugada, pero no le metas calvinismo.

El calvinismo es para suizos productivistas, para esos suizos (algunos) que según Sábato era solo inventores del reloj. O vigilantes del reloj. Pero España con jamón y vino nunca puede ser calvinista.  Con Lorca poniendo sangre sobre las multiplicaciones de Nueva York o mezclando en un poema de “Romancero gitano” el caballero en el mar y el caballo en la montaña.

España nunca será calvinista. Ni aunque despersonalicen Lavapiés ni modernicen los bares tan hondos de siempre. Si hasta los perros piensan jazz en el Paseo del Prado.

ANTONIO COSTA GÓMEZ    FOTO: CONSUELO DE ARCO