Horacio Otheguy Riveira.
Representación de reencuentro y desolación de una pareja divorciada. En el extraño hall de un hotel donde tiempo atrás vivieron su amor intensamente. Acaso un mausoleo, un sepulcro sin ventanas, con hojas de otoño y un espejo opaco. Un lugar donde las palabras convocan la repetitiva, e imposible, música de un amor destructivo… con la mujer como convocante, centro de atención, y él un tipo en crisis que asume un deseo de violencia para acabar para siempre… «No puedo vivir sin ti».
En la complejidad del amor-el deseo y la angustia, propio de gran parte de la prolífica producción de Marguerite Duras, esta creación minimalista exige del espectador una entrega incondicional, tal vez como la naturaleza de los diálogos y movimientos de los actores, pero desde su butaca. Un teatro nada convencional en el que la pareja protagonista representa senderos y destellos, desde que muy lentamente se levanta el telón con música del Romántico austriaco Franz Schubert, y les encuentra abrazados, en busca de renovar el deseo, precisamente ahora, cuando ya se ha sentenciado el divorcio.
El final es otro abrazo.
Entre ambos rituales de caricias, abundantes reproches; un ritual que Marie France, cada tanto, interrumpe con una pregunta capital que aporta vibrante tensión dramática: «¿Qué pasó en la estación de tren?». El hombre tarda en responder, pero cuando lo hace, el drama da una vuelta de tuerca: «Compré una pistola para matarte».
Una solución: no hacer nada

Los escenógrafos habituales de la directora han creado un espectral ambiente donde se enfrentan, acarician y detestan dos que mal se quieren.
ÉL: No puedo dejarte.
ELLA: Ya nos hemos dejado…Estamos separados…
ÉL: Y si morimos…
ELLA: Tampoco nos volveremos a ver.
LARGA PAUSA
ÉL: Una noche te vi desnuda. En casa. En la habitación. Por la noche. Estabas desnuda. Maquillada y desnuda. Te mirabas en el espejo. Entera. Llorabas. Pensé que habías bebido. Y luego que te habías vuelto loca… Y de pronto dijiste mi nombre… Hablabas muy bajito… Era difícil oír lo que decías… Pero dijiste mi nombre…
SILENCIO.
ELLA: Existe una solución…
ÉL: ¿Cuál?
ELLA: No hacer nada…Nada.

Ana Duato disfruta de su popularidad, sonríe y agasaja a las mujeres que la saludan en la calle. Ya en escena, se desdobla, su cuerpo entero modula la necesidad de confesarse ante el hombre que ama y del que quiere huir. Un trabajo extraordinario, lleno de matices, acariciada y sostenida por el maestro Juan Manuel Guerra, Poeta de la luz…
Han pasado 20 años sin teatro en la vida de Ana Duato, y vuelve a él con un empeño encomiable en una creación sumamente compleja, sin red. Aquí no tiene los recursos tradicionales del teatro, no se bebe ni se fuma, solo hay una mesa donde se sienta para recordarse, o se tumba para reubicar el día aquel en que intentó suicidarse…
Luego va y viene, se queda, habla mucho, se regocija en sus infidelidades y en su vulnerabilidad de hermosa dama de bar nocturno, solitaria, pero aún con fuerzas. Todos su movimientos iluminados con mucho cuidado para que en los matices de luces y sombras, se sigan elaborando, función a función, las palpitaciones de su personaje.

Entre funciones intimistas y espectaculares, Magüi Mira monta por primera vez un texto de Marguerite Duras, a quien admira desde los años 60: «La música es un constante reescribir la imposible partitura del amor». Modélica puesta en escena en la que actores y espectadores logramos empatizar con la angustia, la ensoñación, y la esperanza…

Marguerite Duras (Vietnam, 1914-Francia, 1996): «Cuando se tiene cierta moral de combate, de poder, hace falta muy poco para dejarse llevar, para pasar a la embriaguez, al exceso. Nunca he escrito, creyendo hacerlo, nunca he amado, creyendo amar, nunca he hecho nada, salvo esperar delante de la puerta cerrada».
Producción: José Velasco
Directora: Magüi Mira
Versión: Magüi Mira
Anne-Marie Roche: Ana Duato
Michel Nollet: Darío Grandinetti
Diseño de Escenografía: Curt Allen y Leticia Gañán (Estudio Dedos Aaee)
Diseño de Iluminación: José Manuel Guerra
Diseño de Vestuario: Gabriela Salaverri
Fotógrafo: Sergio Parra