Los días

Isabel Moreno García

Trifaldi

 

  Por Carmen Cantueso Nevado

Isabel Moreno García publica su tercera obra literaria, tras Pasos y Ley matinal, dos colecciones de relatos breves e intencionadamente livianos, que describen el mundo, con un lenguaje cercano a la poesía, y por medio de un yo narrador objetivo, que marca distancia con los acontecimientos, presentándolos sobriamente como especie de cuadros de vida. De alguna manera, Los días continúa la trayectoria de la escritora, tanto en el estilo como en las tramas que plantea, demostrando en todas ellas la pasión por componer con palabras una historia personal.

La obra podría enmarcarse a caballo entre el denominado “diario literario” o diario personal, y el diario ficcional, dos subgéneros que delimitan lo autobiográfico de lo que no lo es. Como obras de referencia en el siglo XX mencionadas en el texto (con el antecedente en el s. XIX del Diario íntimo de Henri-Frédéric Amiel, referente del género), aparecen El oficio de vivir, de Cesare Pavese,  el Diario de un poeta recién casado, escrito por Juan Ramón Jiménez, los Diarios de Sofía Behrs y el propio de Anna Frank. Pero la decisión de “escribir un diario fue promovida, en principio, por el efecto que me produjo el diario que escribió un pensador alemán mientras residió tres meses en Rusia durante el invierno de 1926”,  refiriéndose a Walter Benjamin, Diario de Moscú (1926-1927). Sin embargo, las diferencias con las obras anteriores son grandes: en primer lugar, este diario no abarca un largo periodo de tiempo, sino apenas una semana de la vida de la protagonista, y en segundo lugar porque existen elementos narrativos que lo acercan a la literatura autoficcional. Veamos qué elementos narrativos lo hacen digno de la consideración de obra literaria.

Los días describen hechos cotidianos, junto a recuerdos y reflexiones introspectivas, que la autora refleja en un diario, un mes de junio, cuando tiene 32 años y acaba de salir de una separación de pareja. Durante un paréntesis laboral de unos días, se propone la escritura de los acontecimientos que suceden en su vida durante una semana -con un breve epílogo de un día más- con el fin de “salir de una situación de estancamiento vital que me impedía recomponerme con más brío”. Intenta con ello contactar con sus emociones y transmitirlas a los otros.

La descripción de de los hechos diarios alterna con los recuerdos desde su infancia hasta el pasado cercano, además de incidir en las personas que han pasado o pasan por su vida: familiares, amigos, conocidos, a los que describe con cariño, sin ninguna mota de rencor, pues la tristeza no se combate con el resentimiento, y su fin último es ahuyentar un estado de ánimo que no le permite avanzar en su momento actual. No se omiten opiniones sobre temas actuales, como guerras, o reflexiones sobre literatura, arte, escuela, crianza y educación de los hijos, etc.  Pero todos estos temas los analiza “no quedándose en las actividades, sino en su resonancia subjetiva, no en los hechos, sino en el eco que dejan en la conciencia”, realizando un periplo hacia sí misma desde la realidad exterior, un verdadero ejercicio de introspección.

A considerar Los días como “obra literaria” contribuye la configuración de la trama, al no ser, como queda dicho, un diario donde se narren todos los acontecimientos, ni siquiera los más extraordinarios, sino sólo aquéllos que a la autora le sirven para contactar consigo misma, apaciguar su ánimo, desechar su malestar existencial. En segundo lugar, la caracterización de los personajes, empezando por el yo diarístico, que sólo hacia la mitad del relato adquiere un nombre -Miriam-, pero a la que se la describe en su espacio íntimo, con sus rituales cotidianos, en sus interacciones con la familia y amigos, con su pareja, o con extraños que entran en su círculo sin pretenderlo, como la gitana que quiere adivinarle el futuro o los niños que alborotan a su alrededor mientras escribe, y a los que responde delicadamente con el respeto que le merece cualquier ser humano.

La protagonista del texto desarrolla, a partir de sí, el resto de elementos narrativos: espacio, tiempo, personajes, que transitan por el lenguaje con la rigurosidad y exactitud necesarias para exprimir la esencia de sucesos y personas. En ocasiones, el tono parece más propio de una reflexión filosófica. Con todo, la narración resulta verosímil por el cúmulo de detalles de la cotidianidad que se entremezclan con pensamientos profundos transmitiendo sinceridad, y a ello contribuye también un estilo limpio, claro, depurado y lleno de matices.

Como conclusión la lectura de Los días nos ha resultado muy interesante, por lo que ha conseguido la narradora su propósito: “despertar el interés por mis vicisitudes diarias parece un objetivo que no es desdeñable”. Confiamos en que tenga una continuación en un futuro no demasiado lejano, pues estamos seguros de que este diario ha cumplido de sobra las expectativas de la autora: “vamos dejando nuestros textos, que circulan por el mundo hasta que encuentran sus destinatarios, aquellos en quienes resuenan cuando los leen.