JOSÉ LUIS MUÑOZ
El escritor almeriense Agustín Gómez Arcos (Enix, 1933-París, 1998) bien merecía este excelente, riguroso y, al mismo tiempo, doloroso documental que, con gran acierto titula Un hombre libre, y es un homenaje a su olvidada figura literaria. Pena que no pueda ver este excelente trabajo de la andaluza Laura Hojman (Sevilla, 1981), especializada en documentales sobre figuras literarias como Antonio Machado y Rubén Darío.
Agustín Gómez Arcos representa esa literatura del exilio que jamás fue reconocida en su país. Premiado dos veces como dramaturgo con el premio Lope de Vega, que se le retiró en las dos ocasiones porque sus obras no pasaban el corte de la censura, el escritor andaluz, que no ocultaba su homosexualidad, fue un perseguido cultural del tardofranquismo que hubo de exiliarse a Francia y empezar allí desde cero, y en un idioma extranjero, el francés, una nueva y brillante carrera literaria a raíz de la publicación de la novela El cordero carnívoro que le posibilitó ser reconocido en muchos países menos en el suyo. Cuando murió el dictador y regreso a España, la movida madrileña estaba en auge con su patina de frivolidad extendida a todo el país (sexo, drogas y alcohol) y esa España eufórica de libertad siguió ignorando a un desalentado Agustín Gómez Arcos que regresó a Francia porque ningún editor se interesó por su obra.
De todo esto, alternando numerosas entrevistas en un francés macarrónico del autor maldito en la televisión pública del país vecino, lecturas de algunas de sus obras, planos de dron de sus tierras de Almería, las opiniones de sus editores de Cabaret Voltaire, que lo descubrieron después de muerto en 2006, de Pedro Almodóvar, Marisa Paredes, a quien está dedicado el documental, Bob Pop y el periodista Antonio Maestre, entre otros, clubes de lectura de sus obras, más imágenes de archivo del franquismo y de la transición, Laura Hojman consigue un documento fundamental que ahonda en la personalidad de ese escritor que no fue profeta en su tierra y que, a pesar de todo, llevaba a España en su corazón porque en todas sus novelas escritas en francés hablaba con nostalgia de ese país que hubo de abandonar por la represión y que luego no reconoció su valía como escritor porque estaba inmerso en el jolgorio y el hedonismo.