La conciencia que se tiene de la realidad y de los hombres se funda, por propia naturaleza, en un tipo de sensibilidad. Y como la inteligencia se nutre de consciencia, la inteligencia es esencialmente un tipo (y quizás una función) de la sensibilidad. Si Descartes decía que sentir no es otra cosa que pensar, yo diría, enfatizando la contraria, que pensar no es otra cosa que sentir. (Y se demuestra permanentemente en cada uno de nosotros que a mayor sensibilidad sobre un problema, mayor capacidad de su comprensión y resolución).
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Dicho en modo psicológico: Lo que se entiende está en función de la atención, y la atención en función de los deseos y las emociones. El entender está subordinado, pues, a la voluntad y al inconsciente.
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Estar pensando es estar sintiendo… Pero es más, a veces tengo la “sensación” de que se piensa con todo el cuerpo y su sensibilidad.
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Yo, por mi parte, no puedo pensar a fondo una cosa si no la siento. Esto es lo que llamarían algunos sentimentalidad inteligente.
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Decirte a ti mismo: “Aquel es más inteligente, pero yo siento mejor el problema; por eso yo terminaré encontrando una solución mejor”. Lo demás se te dará por añadidura…
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La persona sensible y observadora, hasta en lo más trivial ─ en los más cotidianos de los hechos cotidianos o en la más trivial de las películas o las novelas─ encuentra motivos de reflexión.
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Sentir… No sólo como el acto simple de los sentidos, sino abarcando todo lo que lo envuelve: sentimientos (de la belleza, del amor, del dolor de la realidad), vivencias del sentido y trascendencia de las cosas, emoción…
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Cada vez creo menos en la razón como criterio del común. Solo veo que su criterio son las emociones, los temores, los caprichos, la intuición, la fe, las ideologías, la estética (incluso las modas)…
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Por tanto, subordinar la inteligencia solo a lo verificable quizás sea una forma simple de esclavitud.
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De esta manera, nadie puede pensarse en niveles altos o bajos de inteligencia, que es lo mismo que decir de sensibilidad ante un problema: simplemente se está en un nivel/”lugar” de sensibilidad, y así receptivo a un tipo u otro de cuestiones e intereses (desde la física cuántica a las recetas de cocina, desde el escaparatismo a la cosmología) y, por ende, a un tipo u otro de preguntas y respuestas y su “empatía” con ellas. No es tanto, pues, una cuestión de inteligencia cuanto una cuestión del enfoque de la sensibilidad, que es como decir de la mirada exterior e interior.
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Es así que, en cuanto que las concepciones del mundo están planteadas normalmente desde criterios lógicos (e incluso matemáticos), quizás falta por desplegar además una concepción del mundo y su orden desde esta otra parte de la percepción y el conocimiento humano: la de la sensibilidad e inteligencia emocional y estética.