Narcotopía

Patrick Winn

Traducción de Cristina Mimiaga

Amok

Madrid, 2025

473 páginas

 

Por Ricardo Martínez Llorca / @rimllorca

Estábamos convencidos de no haber dejado ningún rincón del planeta sin explorar, porque todos habían sido pisados y, lo que es más significativo, no había un metro cuadrado, al margen de las bases militares, perfectamente definido por el ojo de los satélites que dibujan los mapas de Google. Pero el territorio no viene marcado solo por ese aspecto, que es textura, dado que contiene también una historia, un registro y hasta ha sido, y sigue siendo, una olla donde se cuecen almas humanas. Cualquier lugar que queda fuera de nuestro confort se convierte en frontera, en un sitio ideal para lo que conocemos como relatos de frontera: aquellos territorios donde lo que no se nos había ocurrido que pudiera suceder, sucede, o ha sucedido. Allí no rigen las mismas leyes que en nuestras calles, donde los semáforos pasan del verde al rojo y cualquiera te puede llamar la atención por no recoger las heces de tu perro. Hablamos de lugares desconocidos, que al saber de ellos no podemos dejar de elevar las cejas, y por instantes hasta de levantar la vista del libro para preguntarnos ¿pero qué diablos…? Merece mucho la pena enfrentarse a ellos, porque nos amplían la mirada y nos sacuden las ganas de seguir adelante: tengo que vivir más tiempo, se dice uno mientras tiene noticias de estas últimas fronteras, al menos hasta que consiga llegar allí.

Ese efecto mágico sucede durante la lectura de este Narcotopía, que es una obra descomunal, tal vez el mejor libro que vayamos a leer este año. Patrcik Winn viaja hasta la región del Triángulo Dorado, sobre todo en la zona de Myanmar, nombre de la actual Birmania, donde ha sobrevivido un cartel de la droga a los intentos de acabar con él de la CIA y la DEA estadounidenses. Winn nos traslada a ese lugar no como si se tratara de un sitio peligroso, sino de un Estado sin país, poblado por la etnia wa, que posee su propio ejército y tiene una extensión lo bastante significativa como para poder constituirse en nación. El viaje de Winn tiene la intención de recrear la historia de este lugar desde los años sesenta hasta nuestros días, una historia en la que intervienen los departamentos americanos antes mencionados, pero también los regímenes militares del país o la influencia de China desde el otro lado de la frontera. Pero una historia en la que los protagonistas son ellos, los habitantes de la región, cuyas biografías se reproducen con la intensidad de los grandes relatos de aventuras. Entre los personajes destaca «el valiente e implacable» Saw Lu, «creador de la historia de la nación wa», a juicio del autor, que comienza por intentar abolir la práctica de cazar cabezas entre los habitantes del lugar, para más tarde iniciar un movimiento contra el cultivo del opio. Saw Lu hila buena parte del relato que tenemos delante, va siendo quien cose los distintos tapetes del patchwork, terminando por convertirse en un héroe trágico, pues nos encontramos antes la narración de algo que evoluciona, no ante una novela o una película con su correspondiente final.

Patrick Winn ha ejecutado una extraordinaria labor de investigación y entrevistas, un trabajo del cual da fe en pocas ocasiones a lo largo del texto, momentos en que nos lleva a recordar qué es lo que tenemos delante: una crónica periodística perfecta, un relato histórico revelador, una narración fronteriza cautivadora y sorprendente, además de un juego de detectives y poder que en ocasiones nos recuerda a autores como John Le Carré. Estos libros son necesarios porque nos ayudan a ampliar el mundo, nos llevan a los lugares que nos gustaría conocer, en el mismo sentido en que nos gustaría ser  más valiente; es un libro que contiene todos los polos magnéticos, escrito con el pulso de los grandes escritores, de los grandes divulgadores y de los grandes periodistas.