Héctor Peña Manterola.

Es complicado ser parcial cuando se escribe sobre un amigo. Uno puede sentirse obligado a decir escribir amable cuando la lectura le ha disgustado, o exagerar las buenas impresiones cuando el libro le ha dejado buen sabor de boca. Por añadido, la calidad literaria no es cuantificable. Es evidente que un diccionario apuñalado, con las guardas amoratadas, orienta a un perfil bajo, y que la belleza de cierta prosa apunta en la dirección opuesta, pero poco más se puede decir.

Dejando clara esta consideración, procedo a reseñar El hijo del asesino, de Pablo Alaña. Es la segunda novela del autor, y acaba de salir del hornillo de Grijalbo, después de sacudir el thriller español con La sorpresa eterna, novela premiada que vio la luz con Ediciones Versátil. Pablo, residente en Santander, vuelve a la tierruca para ambientar una obra enquistada en oscuros secretos familiares, en la que el pasado extiende sus polvorientos zarcillos sobre un presente empañado.

Reinosa. Si habéis viajado a Cantabria pasando por Burgos seguro que la conocéis. Para los cántabros de la costa, Reinosa es el equivalente al confín gélido que nos conecta con las tierras del interior. Y cómo olvidarlos de La Fuga y de Rulo.

Pablo ha situado la acción en dos líneas temporales, a finales del siglo xx en pleno auge del sindicalismo (no ahondaré aquí; os invito a ampliar la información con la crónica nacional) y a principios de este. La premisa, sencilla y potente, es un yugo que atenaza a nuestro protagonista, Daniel: cuando era un niño, su padre asesinó a un importante empresario en un contexto libre de ambigüedad, pues acababan de despedirle. Al cabo, el suicidio de este en la cárcel pretextó el cierre del caso. Estaba claro: era un asesino.

Cansado de cargar con una culpa que no le pertenecía, Daniel se estableció en Madrid, donde comenzó a trabajar como abogado. La ruptura con su novia le quebrará al punto de poner en entredicho su estabilidad laboral, y Daniel, rodeado por un mundo hostil, decidirá regresar a Reinosa junto a su hermano y su cuñado.

Por supuesto, en ocasiones las cosas no son tan sencillas como aparentan. Daniel hallará indicios de que, quizás, y solo quizás, su padre no asesinó a nadie. Entonces, ¿quién lo hizo? ¿Quién se está esforzando en dificultar la investigación? ¿Cuál fue la motivación que llevó a su padre primero al calabozo y después al cementerio?

¿O quizá tan solo se trate de una mentira y realmente ha sido y seguirá siendo el hijo de un asesino?

Heredero de la narrativa de Agatha Christie, Pablo, con su estilo ágil y cuidado, enhebra el género negro con la narrativa social, en una entretenida novela que definiría de adictiva y en la que destaco lo mismo que destaqué en La sospecha eterna: los diálogos. Serios, realistas y cuidados.

Si sois seguidores del thriller y la novela negra, en Pablo encontraréis una luz a la que seguir. Pero no os confiéis. No os fijéis únicamente en las zonas iluminadas. Es en la penumbra donde hallaréis las pistas… y los peligros.

El hijo del asesino está disponible en cualquier librería, y también en librerías digitales y en Amazon.