“No hay que hacer con leyes lo que se puede hacer con las costumbres”, decía  Montesquieu. Y al contrario, no hay mayor imprudencia política que querer modificar por ley una costumbre. Esto lo sabe todo el mundo menos los progres, que estarían dispuestos a regular incluso la menstruación por decreto-ley si pudieran.

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El problema está en que es infinitamente más difícil quitarse un hábito que adquirir uno nuevo. (Quizás sea un tópico tan simple que no debería ni decirlo, pero me niego a no recordarlo).

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“Las leyes no deben ser sutiles, están hechas para gentes de mediocre entendimiento; no deben ser en absoluto un arte de la lógica, sino la simple razón de un padre de familia” (Montesquieu). ¿Cómo que no deben ser sutiles…? ¿Cómo se podría, si no, hacer trampa con ellas?

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Lo peor de las malas leyes es que te obligan a estar todo el día de menudeo político ─a ser un político─ y no atender a tu trabajo y tus obligaciones.

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Las leyes secundarias hacen que se puedan eludir las leyes fundamentales.

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Propiamente sólo hay dos derechos: el que tiene uno en su propia casa y el que tiene en la casa de otro. ¿Se habrá estudiado este tema del derecho como propiedad privada…? Quizás hay un tercero intermedio —que paradójicamente es el que más se estudia en las Facultades— que sería aquel que se tiene en la calle.

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Alguna vez advertí que si la gente no se salta un semáforo no es por sentido del deber, sino porque no le conviene… Ahora voy más lejos y digo que nunca hay que olvidar que si no corre la sangre es porque a la gente no le trae cuenta… Cuestiones éticas.

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No juzgues nunca a una persona por lo que escribe o por sus lecciones morales; sino, antes bien, por su forma de conducir y, sobre todo, su forma de dejar aparcado el coche.

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“Tú puedes prestar oídos a la voz del deber como un bravo soldado que atiende las órdenes de su oficial, o bien como una mujer que ama al que le ordena, o bien como un adulador y alguien sin escrúpulos que tiene miedo de su maestro, o bien como un tonto que obedece porque no tiene nada que replicar” (Nietzsche)…, o bien hacer variaciones reflexivas sobre las órdenes: éste es el filósofo.

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Aquel que promulga una ley, y más frecuentemente aquel que se adhiere a una ley, encontrará la mayor de las sorpresas en ser juzgado por esa ley.

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Los más preocupados por la ética suelen ser los más intolerantes y, en general, quienes cumplen con las leyes no suelen ser los más benevolentes, sino precisamente los más intransigentes. Por eso las cumplen, porque son los más preocupados por las normas.

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Placer y deber.  Hay dos formas de darle sentido a la vida: el placer por el placer (en modo epicúreo) o el deber por el deber (en modo estoico y, desde luego, kantiano).