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Julen A. Carreño: «Estoy especialmente interesado en la intertextualidad literaria en el cine»

por Jesús Cárdenas Sánchez | Feb 25, 2025 | Entrevistas Poesía, Poesía, Primera impresión

Julen A. Carreño (Alicante, 1984) es profesor en la Universidad Católica de Valencia San Vicente Mártir. Licenciado en derecho económico y en humanidades, graduado en educación primaria y en filosofía, máster en neuropsicología, doctor en derecho y doctorando en filosofía y cine, creció en San Sebastián y ha vivido en Madrid, Pamplona, Tulsa (EE.UU.) y Sevilla, donde actualmente reside con su mujer, Guadalupe, y sus dos hijos, Mateo y Lucas.

Dejando a un lado su obra científica, que desarrolla en el ámbito de la filosofía y el cine, entre sus producciones literarias destacan los poemarios La inquietud de las estatuas (Premio de Poesía Joven Antonio Carvajal, Hiperión, 2007), Los prohombres relativos (Premio Ángel Urrutia de Poesía, Gobierno de Navarra, 2008), De luz y sombras (Premio de Poesía Ciudad de Ceuta, Avant, 2019), Vigilias (Premio Internacional de Poesía Marc Granell, Edicions96, 2020), Consagración del duelo (Siltolá, 2021), Cansancio de materia (Premio Internacional de Poesía León Felipe, Celya, 2022) o Don de mirada (Premio Internacional de Poesía Ciudad de Lepe, ACSAL, 2023). Ha obtenido, además, premios como el Margarita Perujo Nebro, el Hermanos Caba, el Zenda, el José Chacón, el Ciudad de Andújar o el Kasumi de haiku, y ha participado en diferentes antologías y libros conmemorativos. Hoy nos acompaña en “Primera Impresión” para hablarnos de su último poemario, Vivir de oído, que acaba de ver la luz y que le valió el Premio Juan Bernier del Ateneo de Córdoba.

 

En mis últimos trabajos soy, cada vez más, un huésped.

Javier Gilabert: ¿Por qué este libro y por qué ahora?

Julen Carreño: De un tiempo a esta parte, diría que desde hace dos o tres libros siento que es a los libros a los que habría que preguntar por qué este tipo. Lo que quiero decir es que en mis últimos trabajos soy, cada vez más, un huésped. Y este libro es tal vez el mejor ejemplo. Recibí una visita y, en apenas unos días, estaba escrito. Un año después vuelvo a él y parecieran los versos de otros y, con todo, paradójicamente, es sin duda mi testimonio más sincero.

Escuché sin descanso las obras de Rodrigo en la penumbra de la casa.

¿Cómo y cuándo surge la idea del libro?

Mi profesor de Estética filosófica en la Universidad Católica de Valencia San Vicente Mártir, Alfredo Esteve, me invitó a reflexionar en torno al segundo movimiento del Concierto de Aranjuez, del maestro Rodrigo. Conocer la intrahistoria me conmovió profundamente, decidí seguir estudiando la vida y obra del compositor y, en un documental sobre el legado del artista vi que este confesaba a su hija, Celia, que le habría gustado escribir «un bello poema». Aquello me apeló en lo más íntimo… Durante los días que siguieron escuché sin descanso las obras de Rodrigo en la penumbra de la casa, grabando versos en notas de móvil, procurando una suerte de conversación con el músico. Fue sumamente doloroso, agotador y salvífico a un tiempo; terminé vacío y liberado. Creo que nunca antes había asumido un poemario como un encargo, como una vocación o llama a la realización de un proyecto de autodeterminación -entendida la expresión en términos wojtylianos-.

¿Qué pistas o claves te gustaría dar a los posibles lectores?

Es un trabajo sin secreto ni doblez: los poemas llevan el título de una u otra composición de Rodrigo, o están expresamente dedicados a su mujer, su hija, el mar. Otros abordan la ceguera, el amor… como si el propio músico los hubiera escrito; y, a modo de interludios, intercalo poemas en los que soy yo quien responde. La clave es, ante todo, volver a la obra del maestro, armonizar mis torpes versos con las piezas del músico genial.

No suelo esperar nada de mis libros.

¿Qué efecto esperas que tenga en ellos?

No suelo esperar nada de mis libros. Me olvido fácilmente de ellos tan pronto como acepto las galeradas. Con todo, confieso que en esta ocasión me haría feliz que este trabajo llevara al lector a la música de Rodrigo, como ya he comentado con anterioridad; y, ante todo, me sentiría indescriptiblemente satisfecho si la familia del maestro lo hallara en alguno de mis versos.

¿Qué importancia tiene la estructura o la disposición de los poemas en el volumen? ¿Fue algo deliberado o más intuitivo durante el proceso de creación?

Me he referido ya a la estructura más arriba. El libro tiene tres partes: arpegio, concerto y divertimento, que recogen poemas en torno a la vida y obra del compositor; así como otros tantos interludios y emboscadas, poemas que expresan mi voz en diálogo con Rodrigo. No fue algo buscado, pero no es menos cierto que a una concepción eminentemente intuitiva siguió una fase de confección y pulido.

¿En qué medida veremos en él —o no— al Julen Carreño de tus anteriores obras?

Aunque se trata de un trabajo que persigue la centralidad de la voz del personaje homenajeado, el lector hallará inevitables sellos o marcas de agua del autor: las preocupaciones y ocupaciones filosóficas, el motivo de la luz, la versificación en endecasílabos y heptasílabos, el tema de la familia y el amor conyugal y filial, la fe.

Te pongo en un aprieto: si tuvieras que quedarte solo con tres poemas de Vivir de oído’ ¿cuáles serían?

“Capella junto al mar (a modo de cadenza)”, de la parte central, y los poemas a Cecilia y a Vicky, hija y mujer de Rodrigo.

Filosofía y poesía comparten un punto de partida: la admiración, el sobrecogimiento.

«El poema es la hipótesis del método filosófico», me decías en una entrevista anterior. ¿Cuánto hay de poético en la filosofía? ¿Y viceversa?

Creo firmemente que la literatura -y, en sentido amplio, el arte- constituye esa liminalidad expresiva capaz de alojar los inefables filosóficos. Lo que quiero decir es que uno puede escribir diez tratados sistemáticos acerca del dolor, la misericordia o el deber, y no será capaz de recoger la experiencia que ofrecen el Ángelus, de Millet, Las uvas de la ira, de Steinbeck, o Dolencia, de William Carlos Williams. En todo caso, es importante no perder de vista que filosofía y poesía comparten un punto de partida: la admiración, el sobrecogimiento.

El cine es otro de tus puntos fuertes. ¿Qué aporta a tu vida, a tu obra?

(El cine ofrece) una oportunidad única para vivir el reconocimiento del otro como prójimo.

El magisterio de José Alfredo Peris-Cancio y la labor del grupo de investigación en filosofía y cine de la Universidad Católica de Valencia son cruciales en mi desarrollo personal, laboral y académico. Trabajamos por evidenciar que estamos ante un medio especialmente dotado para acoger la reflexión filosófica en torno al hombre en un momento decisivo y que ofrece, en el caso de realizadores preocupados por situar a la persona en el centro estructural de sus obras, desde las que elevan un mensaje de esperanza, una oportunidad única para vivir el reconocimiento del otro como prójimo. En este sentido, estoy sumamente agradecido a la labor que iniciara el profesor José Sanmartín y por la que apuesta nuestra universidad a través de la facultad de filosofía, letras y humanidades, así como a la inspiración que representan, entre otros, compañeros investigadores como Ginés Marco o David García-Ramos (este último, además, prologuista del poemario que nos convoca).

Me encantaría que mi próximo ejercicio lírico consistiera en una poetización del lenguaje visual de John Ford.

¿Qué libro te gustaría escribir en este momento?

Confieso que me encantaría que mi próximo ejercicio lírico consistiera en una poetización del lenguaje visual de John Ford, o tal vez de algún personaje en particular. Estoy especialmente interesado en la intertextualidad literaria en el cine y, a este respecto, las películas de Wenders, en las que las referencias literarias explícitas constituyen casi una narrativa semioculta esencial, me están inspirando especialmente.

Por último, como lector, ¿de quién te gustaría conocer su “Primera impresión”?

De cualquier poeta de la Diáspora, grupo al que tengo el honor de pertenecer y de donde, estoy seguro, cualquier libro que salga será magnífico.

 

***

Tres poemas de Vivir de oído

 

Capella junto al mar (a modo de cadenza)

 

Me parece el mar un maravilloso tema musical; yo creo –un día pienso desarrollar este tema– que el primer concierto lo oyó el hombre al aplicarse al oído una caracola…

  1. Rodrigo

 

Hay relojes que parecieran lunas.

Lo sé porque puedo sentir

el mar en su cadencia

como un gran diapasón

desajustado,

el crepitar del aire

atrapado en la arena

y el desenfreno de un amor

en dulce retirada

salando su corsé sobre las grietas

que asoman ya a mi rostro.

 

Hay dolores que se miden en lunas

y besos en mareas.

Las lunas de quien no ve con los ojos.

Las mareas, cuando nadie las cuenta.

 

Poco importan las notas

del cielo en la memoria;

la invidencia, en el tiempo de los gestos…,

todos los dedos, llegada la hora

pasean las mejillas del amado,

pues es el amor ver

por vez primera;

arrimarse a un reloj

y oír la luna.

 

 

Cecilia

 

Nada sucede dos veces

ni va a suceder, por eso

sin experiencia nacemos,

sin rutina moriremos.

  1. Szymborska

 

  1. (El tamaño del mundo)

Las manos. El mayor descubrimiento

que puede hacer un hombre son sus manos.

No por sí mismas, no…, no por los usos

que para bien o mal habrá de darles,

sino por ese instante irrepetible

que sólo deja huella en los testigos

cuando, en un aspaviento, sin preaviso,

por fin una mano encuentra a la otra

y embizca el apretón los ojos mudos.

Todo adquiere otra forma desde entonces:

la sed, el hambre, los nervios, el aire.

Brota entre los dedos la geometría

de las cosas que apenas serán nuestras

en los descuidos del amor…, mas, dime,

¿Habrá algo comparable a hacerse cargo

del tamaño del mundo en un abrazo?

 

  

Los días sin Vicky

 

Tan solo doce notas para explicar el mundo

como una sinfonía inacabada

y este sentir tu pelo en mis mejillas

encendidas como un cruel desafino

de finitud, tal vez una llamada

a reescribir el contorno del tiempo

para el amor desde el sabor del tacto

y la longitud neta de su huella

en todos los compases del encuentro.

 

Doce teclas para contar, igual

que los sumerios,

desde cada falange de los dedos,

las horas por cantar,

los meses y los signos que repican

tu pulso en mi memoria…,

los tonos en los que te sobrevivo.

 

ENTREVISTA REALIZADA POR JAVIER GILABERT
Granada, 1973. Maestro avemariano, es autor de PoeAmario (2017), En los Estantes (2019), Sonetos para el fin del mundo conocido (2021) junto con Diego Medina Poveda, Bajo el signo del Cazador (2021) junto con Fernando Jaén, Todavía el asombro (2023). Copromotor, antólogo, coeditor y periodista cultural.

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