Por Bernardo Santos.

Ediciones Cimarrón, publica el primer libro de poesía de Amalia García Fuertes, que se titula Todavía no somos piedras y que, muy simbólicamente, está editado en el barrio de Gamonal, en Burgos, con todo lo que significa este barrio para la historia de la ciudad y la historia de la rebelión en este país.

Debuta Amalia después de una larga trayectoria como profesora, militante y también como poeta, pues lleva muchísimos años escribiendo y mostrando su poesía en antologías, revistas electrónicas y otros territorios de la web, así como recitando en encuentros por todo el Estado. De hecho, recibió en 2023 el galardón Antzinako Bihotz en el encuentro Voces del Extremo en Moguer. Y no es de extrañar porque este premio se otorga no a una trayectoria literaria, sino que …distingue la pureza y la desnudez de espíritu, la belleza moral, creativa y serena, «el estado poético» de la mente, el único estado que las herederas de Juan Ramón se comprometen a defender y a mantener…., y eso Amalia lo cumple con creces.

De hecho, se dice en el prólogo (realizado en perfectos alejandrinos por Conrado Santamaria) que Amalia ofrece siempre dudas, como quien da sustento, como quien da horizonte, como quien da un abrazo y, por otro lado, el libro rezuma agradecimientos, los que hace explícitos en las dedicatorias y los que se van desgranando poema a poema. Por tanto, qué mejor presentación para una autora novel de 60 años que ofrecer dudas y dar las gracias.

El libro está dividido en tres partes. Las dos primeras escritas solo por García Fuertes y la tercera hecha a cuatro manos con su prologuista. La primera parte juega con aquella declaración de la segunda ola del feminismo que decía que lo personal es político, para ir desgranando poemas existenciales que propugnan una vida consciente, libre de imperativos atávicos, que invente nuevas relaciones familiares, sociales, laborales, para todo el mundo, pero especialmente para las niñas y las mujeres. La segunda parte le da la vuelta al argumento y se titula De lo político personal, como un aldabonazo que avisa de que deconstruir los modos de vida burgueses y patriarcales es condición necesaria, pero no suficiente, que hay que cambiar la sociedad, el marco de las relaciones políticas y económicas. Así la primera parte del libro conduce a la segunda, de la misma manera que tampoco se podría entender la segunda sin la primera. Las revoluciones que no intenten cambiar las relaciones personales a la vez que intentan cambiar las estructuras, están condenadas al fracaso. Es decir, si no se puede bailar, no es mi revolución.

La niña aprendía a vivir / bajo la sospecha / … /Cómo romper la cámara si ya no era posible / desprenderse de ella. / La niña no sabía de Foucault. / En el principio era el panóptico. / El panóptico se hizo carne, / se apoderó de su cuerpo, / participó de su tiempo / y habitó en sus entrañas.

En ambas secciones, primera y segunda, Amalia parte a veces de sucesos o personajes concretos para construir un poema que contiene una emoción o un pensamiento universal, es decir, que nos atañe. Al inicio, con ejemplos de la niña y la mujer que fue y al final, con referencias, por ejemplo, a Georges Floyd, en el magnífico poema titulado En color salmón, a los migrantes ubicuos en casi cualquier frontera global o al IBEX35, el fútbol o la monarquía española. Amalia no describe, sino que denuncia las causas, los causantes, también los cómplices necesarios, los que miran para otro lado. Y es que necesitamos una poesía que se ocupe de la brutalidad policial, de los accidentes de trabajo, del neocolonialismo, de la cultura del espectáculo y de tantos otros temas que Amalia aborda, con un estilo siempre incisivo e incluso sarcástico, ácido o amargo, según se mire, que evoluciona desde una primera parte más contenida, de una poesía más al uso, a una segunda parte más experimental, usando a veces formas expresivas y vocabulario arcaico, precisamente para los poemas más gamberros. Por ejemplo:

La princesa está triste… ¿Qué tendrá la princesa? / Ya no canta ni ríe, pues se ve siempre obesa / … / Se ve muy morcillona, si se mira al espejo / perder quiere dos tallas, no soporta el reflejo, / …/ la princesa suspira por un plato de rabas, /… / Pobrecita princesa, de cintura de avispa, / no se entera de nada ¿quién la hará despertar?

O por ejemplo:

Muere el director ejecutivo de Ferrovial / en el acto, al ser aplastado por una pieza de acero de casi cinco toneladas. / Muere un ejecutivo de Telefónica, cayó al vacío cuando realizaba una instalación de telecomunicaciones en San Sebastián. / Los funerales se celebrarán en la Iglesia Catedral del Santo Cristo de la Plusvalía. / Se han decretado cinco días de luto oficial. /El gobierno ha anunciado futuras medidas.

La tercera y última parte se compone de dos largos poemas «collage», como ella misma dice en el subtítulo, en el sentido de que corta y pega diversas métricas y estilos, pero sin apartarse ni un milímetro de un hilo conductor claro. En el primero, este hilo es la historia de la violencia patriarcal (aunque acaba con un bello canto a los episodios de rebelión de mujeres singulares que también se dieron a largo de los siglos, normalmente subvirtiendo las lógicas del poder, una especie de genealogía en el sentido de porque fueron somos). El hilo del segundo es un canto a los cuidados y a la preservación de la salud frente a la toxicidad, también para los cuerpos, del capitalismo, incluyendo pasajes claros en defensa de la sanidad pública, todo ello bien ligado con una especie de estribillo que le da continuidad a los estilos y abordajes cambiantes.

Debajo de todas las camas de un hospital / …/ hay un fonendoscopio oxidado que registra los latidos de la desesperación, el retintín frenético de las cajas registradoras, los últimos suspiros de quienes desfallecen en las listas de espera / hay un diente de leche, / una férula de nieve, un orinal enamorado.

Gracias Amalia por este libro, por haberte tirado al rio de la letra impresa en la zona de los rápidos, jugándote el tipo, lejos de los poetas que solo se meten hasta los tobillos, en la playa que generan los meandros del valle de la industria editorial. Gracias por conmoverte con la suerte de los que están jodidos y por preguntarte de donde viene toda esa injusticia y qué podemos hacer en lo personal y en lo político para que no llegue el tiempo en que seamos piedras, insensibles, inamovibles, pesadas, inertes.

 

Todavía no somos piedras
Amalia García Fuertes
Burgos: Ediciones Cimarrón, 2024