Por Florencio Luque.

(…) el punto de contacto entre el sueño y la vida -sin el cual el sueño no es más que utopía abstracta y la vida solo trivialidad- se halla en la capacidad utópica reintegrada a su verdadera dimensión, la cual se halla siempre vinculada a lo real-posible.

H. Bloch

LO REAL DE LO POSIBLE

No en pocos aspectos Mágico poder es una prolongación de Remota luz (Huerga y Fierro, 2019). Allí, en Remota luz, ya apuntaba Vázquez Medel algunos de los temas que se desarrollan aquí, especialmente aquellos vinculados con el Principio de esperanza. En este sentido podríamos decir que Mágico poder es una ontología de la esperanza. Ya iremos viendo por qué.

El poemario es la invitación a un viaje con tres estaciones: «Semillas de esperanza» (seis poemas), «Regreso al origen» (veinte poemas) y «A un dios desconocido» (doce poemas). En todos estos apartados, el diálogo (Heidegger, Juan Ramón Jiménez, Pessoa, Antonio Machado, Borges, Cernuda, Blas de Otero, Chantal Mailllard, etc.) es constante ya que, Vázquez Medel, considera que la vida auténtica es vida compartida para que prevalezca lo que nos une, más que lo que nos confronta y separa.

Es propio de la semilla ofrecernos mucho más de lo que enterramos, así que si bien la primera parte de este poemario («Semillas de esperanza») sólo nos ofrece seis poemas, la cosecha ha de proyectar su luz sobre el resto de todo el poemario. En efecto, la esperanza, no como vana espera, ni como transacción con imaginarias entidades, no operativas, fantasmales, sino como actividad, esfuerzo, trabajo, encaminado hacia lo posible en la materia, en lo real, como aquello que siendo consciente de lo que no es presupone una potencia real, una apertura hacia lo que deseamos en el ámbito de lo posible (“… salvar lo auténtico, lo bueno, la frágil hermosura,/ antes de que la herrumbre y la carcoma/ acaben con lo humano verdadero.). Aquí, en este espacio de esperanza, «Las justas» (un poema que pone en valor la técnica de la reescritura no como ejercicio de escritura creativa, sino como pretexto para, desde Jorge Luis Borges, transformar, con una visión feminista, los versos del escritor bonaerense) conforman un arquetipo explícito de esta apertura a la esperanza, pues esas mujeres, que se ignoran, están salvando al mundo y, añade Vázquez Medel en reciente entrevista (Huelva información, 20 de enero de 2025), sin dignidad de las mujeres quienes hemos nacido hombres somos indignos.

Pero nada de esto sería posible sin el poder, mágico, de la palabra. En efecto, en Palabra y vida, se nos asegura que … cuando pidamos la palabra / pediremos también la paz y la justicia; / la palabra de quienes, despojados de voz, / elevan su clamor al vacío/, pues («Poema para la esperanza») no abandonarán … jamás el camino iniciado/ mientras me quede un palmo por llegar a la meta./

Es esta invocación, constante, a la esperanza, la que hace posible el «Regreso al origen», la segunda parte del poemario. Aquí, Vázquez Medel, insiste en la idea aristotélica del ser humano como zoon politikon. En tanto seres políticos, podemos orientar nuestras acciones hacia la mejora, real, de la polis. Es en esta actividad, en esta dialéctica physis/nomos, donde el humano puede asimilarse a personajes mitológicos (Penélope, Ulises, Ícaro, Sísifo…), reconocerse en el otro, en la alteridad, (…) Puedes mirarte ahora:/ reconoces tus ojos en los ojos que miras./ (…) y transformar/ los ecos de la sombra/ en gracia y luz, pues tu mirada/ ilumina rincones y recodos,/, porque sí, de nuevo, la esperanza, otra niña vendrá/ con luz entre sus manos, / con brillo en su mirada/ (…) tendrá una vida luminosa.

Es en el ámbito social donde la palabra manifiesta todo su potencial, donde existe, donde es, pues ella nos humaniza, no nos pertenece, pero la heredamos como instrumento que brota de un manantial de vida,/ y contribuye a construir, también, la precariedad de nuestra existencia: Todo se desvanece/ como la nieve frágil/ tocada por el sol,/ como el beso en tus labios./

Cualquier panteísmo, última parte de este poemario, es un ateísmo, así que «A un dios desconocido» es una celebración, gozosamente aceptada, Gaudium essendi, asumida, de la existencia. Kairós, entonces, no es un tiempo de dios, sino del momento adecuado y oportuno en el que algo relevante ocurre; un tiempo evaluado por su intensidad, no por cantidad, no lineal al modo cristiano o marxista, sino humano, demasiado humano, si aceptamos la tesis de Nietzsche, no como eterno retorno de un modo físico, atomista, sino como apoyo metafórico a la moral del superhombre. Así que Vázquez Medel nos dice: Todo ocurrió/ en el momento exacto,/ en el instante justo,/ en la hora propicia./ y, por tanto, en «Cada instante que vivo», Nunca podré ser más/ de cuanto en ti me siento,/ pues completo te entregas/. Sí, completo nos entregamos a este círculo que ahora se cierra y que nos ha llevado, desde la esperanza, hasta este origen compartido para descubrir, y aceptar, el Kairós:

Ahora, perfección,
acaba tu tarea:
asesina el instante:
fíjalo eternamente
suspendido en la nada.

 

Mágico poder
Manuel Ángel Vázquez Medel
Huerga y Fierro editores